Deporte, salud mental, racismo y odio
Deporte, salud mental, racismo y odio
Por fortuna,
las reacciones frente a las provocaciones de siempre que favorecen el racismo y
el odio han sido contundentes, profundamente humanas y compartidas por la
mayoría de los aficionados que siguen disfrutando de la máxima instancia del
deporte mundial.
Por fortuna,
las reacciones frente a las provocaciones de siempre que favorecen el racismo y
el odio han sido contundentes, profundamente humanas y compartidas por la
mayoría de los aficionados que siguen disfrutando de la máxima instancia del
deporte mundial.
-
La estadounidense Simone Biles.
Los
aficionados al deporte de todo el planeta están de parabienes. Aun en medio de
drásticas restricciones se están celebrando los Juegos Olímpicos en Tokio. Y la
televisación de todos los eventos permite que el mundo entero pueda observar
las competencias en las que los atletas despliegan todo su sudor y talento.
Se afirmó
días atrás en esta columna que el espectáculo deportivo por excelencia que son
los Juegos Olímpicos eran un fuego avivador de la esperanza en medio del
desasosiego y la incertidumbre en la que el ser humano quedó sumido frente a la
pandemia del coronavirus. Certificar esta impresión no implica, sin embargo,
atender algunas situaciones negativas que se han producido y generaron, como es
dable esperar, mucho ruido mediático en todo el mundo.
Por un lado,
una estrella de la gimnasia norteamericana dejó la competencia por problemas de
salud mental. No pudo superar el estrés que le provoca su condición de atleta
de excepción y que le impone tener una imagen de fortaleza única, casi
sobrehumana. Por el otro, varios fueron los episodios en los que el racismo se
hizo presente con expresiones verbales o actitudes que dejaron en evidencia lo
peor de la condición del hombre. Y, como corolario, la presencia activa de los
denominados "haters" en las redes sociales con una carga agresiva que indigna.
El caso de
la estadounidense Simone Biles ha sido el más comentado en la actualidad. Los
comentarios más mordaces se vertieron sobre una joven que no pudo resistir las
presiones que suponen una errada mirada sobre lo que se significa que una
persona sea fuerte. Esto no es sinónimo de aguantar todo. Quizás con el reconocimiento
de su vulnerabilidad, la joven gimnasta haya dejado un mensaje mucho más
profundo que permita destruir estereotipos y colocar sobre la mesa el tema de
la salud mental.
El racismo
es un tema recurrente en todas las competiciones deportivas internacionales.
Judocas de origen árabe que prefieren abandonar la competencia antes de
enfrentar a un deportista israelí porque no querían "ensuciarse las manos" y un
director de ciclismo alemán que arengó a sus dirigidos con expresiones soeces
contra rivales provenientes de países africanos son los ejemplos más difundidos
de actitudes repugnantes. El dato positivo es la rápida reacción del olimpismo
para condenar y sancionar a quienes destrozan el espíritu de la contienda
deportiva.
Finalmente,
los opinólogos de las redes sociales que solo se dedican a atacar y a
defenestrar a quien no consiguió un resultado positivo en determinada
disciplina siguen mostrando su cobardía y proyectando su propia frustración y
fracaso. Se los llama "haters". El odio nunca puede encauzar la vida en el
camino virtuoso. Por suerte, también aquí la respuesta de algunos atletas dejó
las cosas en su justo término y desacreditó la conducta de estos personajes
deleznables.
Por fortuna,
las reacciones frente a las provocaciones de siempre que afectan la salud
mental de las personas y que favorecen el racismo y el odio han sido
contundentes, profundamente humanas y compartidas por la mayoría de los
aficionados que siguen disfrutando de la máxima instancia del deporte mundial.
Los
aficionados al deporte de todo el planeta están de parabienes. Aun en medio de
drásticas restricciones se están celebrando los Juegos Olímpicos en Tokio. Y la
televisación de todos los eventos permite que el mundo entero pueda observar
las competencias en las que los atletas despliegan todo su sudor y talento.
Se afirmó
días atrás en esta columna que el espectáculo deportivo por excelencia que son
los Juegos Olímpicos eran un fuego avivador de la esperanza en medio del
desasosiego y la incertidumbre en la que el ser humano quedó sumido frente a la
pandemia del coronavirus. Certificar esta impresión no implica, sin embargo,
atender algunas situaciones negativas que se han producido y generaron, como es
dable esperar, mucho ruido mediático en todo el mundo.
Por un lado,
una estrella de la gimnasia norteamericana dejó la competencia por problemas de
salud mental. No pudo superar el estrés que le provoca su condición de atleta
de excepción y que le impone tener una imagen de fortaleza única, casi
sobrehumana. Por el otro, varios fueron los episodios en los que el racismo se
hizo presente con expresiones verbales o actitudes que dejaron en evidencia lo
peor de la condición del hombre. Y, como corolario, la presencia activa de los
denominados "haters" en las redes sociales con una carga agresiva que indigna.
El caso de
la estadounidense Simone Biles ha sido el más comentado en la actualidad. Los
comentarios más mordaces se vertieron sobre una joven que no pudo resistir las
presiones que suponen una errada mirada sobre lo que se significa que una
persona sea fuerte. Esto no es sinónimo de aguantar todo. Quizás con el reconocimiento
de su vulnerabilidad, la joven gimnasta haya dejado un mensaje mucho más
profundo que permita destruir estereotipos y colocar sobre la mesa el tema de
la salud mental.
El racismo
es un tema recurrente en todas las competiciones deportivas internacionales.
Judocas de origen árabe que prefieren abandonar la competencia antes de
enfrentar a un deportista israelí porque no querían "ensuciarse las manos" y un
director de ciclismo alemán que arengó a sus dirigidos con expresiones soeces
contra rivales provenientes de países africanos son los ejemplos más difundidos
de actitudes repugnantes. El dato positivo es la rápida reacción del olimpismo
para condenar y sancionar a quienes destrozan el espíritu de la contienda
deportiva.
Finalmente,
los opinólogos de las redes sociales que solo se dedican a atacar y a
defenestrar a quien no consiguió un resultado positivo en determinada
disciplina siguen mostrando su cobardía y proyectando su propia frustración y
fracaso. Se los llama "haters". El odio nunca puede encauzar la vida en el
camino virtuoso. Por suerte, también aquí la respuesta de algunos atletas dejó
las cosas en su justo término y desacreditó la conducta de estos personajes
deleznables.
Por fortuna,
las reacciones frente a las provocaciones de siempre que afectan la salud
mental de las personas y que favorecen el racismo y el odio han sido
contundentes, profundamente humanas y compartidas por la mayoría de los
aficionados que siguen disfrutando de la máxima instancia del deporte mundial.