Democracia en la era de las posverdad
La observación de los comportamientos políticos en el mundo actual parece corroborar aquello de que la democracia ha ingresado, de manera definitiva, en la era de la posverdad.
Mientras el mundo de la política internacional mira a los Estados Unidos, la derrota del actual presidente, Donald Trump, ha determinado que comiencen algunos análisis sobre lo ocurrido en los últimos cuatro años y las particulares condiciones con las que ejerció su liderazgo.
En este sentido, una de las conclusiones más extendidas es que el polémico personaje que aún habita la Casa Blanca abrió una nueva era. Que no se relaciona con los éxitos o fracasos que pudo haber tenido en su gobierno, sino con los modos de comunicar que utilizó. Según muchos analistas, Trump es el ejemplo más contundente de la vida en democracia en la época de las redes sociales. En el diario Le Monde de Paris, el columnista Alain Frachon sostuvo que "gobernó más con Twitter y Facebook que con la élite administrativa del país, aquellos a los que John Kennedy llamó "los mejores y los más inteligentes". Pasó más tiempo twitteando que recibiendo parlamentarios. En Twitter, ha estado haciendo campaña durante cuatro años, ocupado cultivando a sus seguidores y denigrando a sus oponentes".
Si bien el uso de las redes de ese modo no tendría correlato directo con los éxitos electorales, la formación de imagen, la configuración de un "autorretrato" que procure alinear a sus adherentes y castigar a sus adversarios. Y en este ejercicio, la mentira, la diseminación de posturas casi extremas y la proliferación de interpretaciones que llevan a la difusión de noticias falsas es un hecho de ineludible análisis en la realidad política, ya no solo de Estados Unidos, sino en la de cualquier país.
La era de la posverdad va mucho más allá de un presidente que gobierna o expresa solamente sus opiniones por Twitter, algo que también aquí en la Argentina tiene exponentes bien identificables. Porque si bien los rumores, las opiniones no fundadas y las verdades a medias han formado parte siempre del universo comunicativo de la política y de muchos otros ámbitos de la vida humana, la consolidación de la tendencia de gobernar por las redes sociales ha potenciado el fenómeno expresado en términos de comportamiento social, por el que la ciudadanía se siente atraída por este discurso engañoso y, al mismo tiempo, considera que el mensaje que contiene la verdad es el que coincide con la mirada propia. Así, se fortalecen y solidifican algunas posturas, lo que en determinados contexto lleva incluso a la radicalización.
Zygmunt Bauman escribió: "La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionadas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización. Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales". Esto significa que las redes no conectan tanto como se piensa, sino que generan "burbujas" (término muy gráfico en tiempos de pandemia) donde el encuentro se da entre quienes piensan igual o comparten visiones similares de la realidad. De este modo, el debate propio de la democracia pierde sustento. La observación de los comportamientos políticos en el mundo actual parece corroborar aquello de que la democracia ha ingresado, de manera definitiva, en la era de la posverdad.