Carrá y su lucha contra enfermedades
Nacía el siglo XX la ciudad terminaba de dejar atrás una epidemia de cólera pero entonces surgieron casos de lo que parecía ser peste bubónica. Un joven médico recién llegado no tenía dudas y, al primer enfermo que atendió, le recetó el tratamiento que correspondía. Por desgracia, el paciente igual murió... Y los vecinos, indignados, que además tenían que soportar restricciones como el aislamiento social, fueron a buscar al médico para lincharlo. En esta primera entrega de "Historias extraordinarias de San Francisco" repasamos la crónica de la primera pandemia.
Por Manuel Montali | LVSJ
Enrique J. Carrá. Nació el 22 de noviembre de 1873 en Gualeguay (Entre Ríos) y egresó como médico en la Universidad de Buenos Aires en 1898.
Cuando amanecía el nuevo siglo, el 28 de diciembre (Día de los inocentes) de 1900, fue nombrado médico municipal de San Francisco. La aldea floreciente, de apenas 14 años, acababa de dejar atrás una terrible epidemia de cólera.
Era joven y llegaba con aprendizajes y experiencias poco conocidas. Se alojó en la casa de los médicos que lo habían antecedido en el cargo, Adán Pistonatto, primero, y Gillermo López Gordon, luego, en lo que es hoy Pueyrredón y Belgrano. Heredó también la fama de que el médico municipal era dado a la bebida.
Pero su mayor prueba la enfrentó en 1901, cuando atendió a un comerciante gravemente enfermo. Lo habían llamado sus familiares de urgencia. ¿Qué padecía? Nadie lo sabía. Carrá hizo una serie de estudios y diagnosticó peste bubónica. Fue una de las primeras veces que se escuchó en San Francisco, que por entonces tenía unos cuatro mil habitantes.
El día de los inocentes
La peste bubónica, peste negra, había aniquilado millones de personas en Europa y Asia, especialmente en el siglo XIV. Al día de hoy se la sigue considerando como la más mortal de la historia de la humanidad, asociando su propagación a pulgas infectadas que generalmente habitaban en roedores.
La familia del primer enfermo que atendiera Carrá no daba crédito a que sufriera de esta peste. Él aconsejó que se le aplicara urgentemente suero antipestoso, pero ellos lo rechazaban. Mientras, enfermó de lo mismo un segundo vecino, y un tercero. Mitad población acusaba al médico municipal de charlatán. Mitad lo apoyaba.
Pero el primer enfermo murió.
Carrá no solo ayudó a superar la peste, sino que también fue uno de los principales gestores del Hospital Iturraspe, del que fue su primer director.
Carrá envió un trozo de ganglio de la víctima a Buenos Aires para corroborar su diagnóstico. Y la respuesta fue contundente: peste bubónica. Se decretaron fuertes restricciones sanitarias para evitar una propagación de la enfermedad, sobre todo aislamiento de los enfermos. Medidas que no hicieron más que terminar de enfurecer a la gente que ya pedía la cabeza de Carrá. Ese médico, nombrado el día de los inocentes, era un chiste, pero un chiste peligroso.
"La peste es una patraña", se repetía la gente, citando informes y supuestas pruebas contrarias a las de Carrá, que también vendrían de Buenos Aires.
Una turba lo quería ir a buscar para lincharlo.
El médico tuvo que pasar una noche en un baldío, armado.
El día en que el villano fue casi un mártir
Por fortuna, otros enfermos a los que había diagnosticado la misma peste, y recetado el mismo tratamiento de la víctima fatal, comenzaron a mejorar. Alejandro Sema, referente indiscutido de la ciudad por ser uno de sus primeros pobladores, aceptó el suero y se sanó.
Bacteriólogos y laboratorios siguieron confirmando el diagnóstico. La peste estaba en San Francisco.
El doctor Carrá tenía razón.
Pero el doctor, que había experimentado con el virus sobre conejos, cuando intentaba confirmarlo, tenía algo más: había contraído la enfermedad.
Contaba apenas con 28 años. Y la fiebre se lo llevaba.
Su juventud y el mismo tratamiento que venía recetando lograron que se sobrepusiera.
La gente, asustada, quería abandonar la aldea. Sin embargo, de a poco, siguiendo protocolos y cuidados, se comenzó a dejar atrás la pesadilla de la peste.
Un cómic de la artista Menén Rognoni de Martínezmuestra al joven médico atendiendo a los vecinos que sufrieron la peste bubónica.
El día después
Para 1908, no obstante, seguían detectándose casos positivos, por lo que Carrá dedicó tiempo y energías en lograr el suministro de agua potable para la aldea, que era fundamental para erradicar la peste.
Cuando se inauguró el Hospital Regional Iturraspe en 1916, proyecto al que dedicó también mucho esfuerzo, se convirtió en su primer director. Junto a su histórico colaborador, el doctor uruguayo Tomás Areta, fue uno de los mayores emblemas de la medicina local en la primera mitad del siglo XX, hasta su muerte, el 28 de noviembre de 1947.
Al médico nombrado el día de los inocentes se lo recuerda hoy como un héroe: de no haber estado él, ante esa peste que supuestamente no existía, lo que hoy no existiría probablemente sería San Francisco.
Una estatua, en el cruce de Av. del Libertador Sur con Bv. 9 de Julio, recuerda al médico que salvó la aldea recién fundada.
El día de hoy
Al final de uno de sus libros más famosos, Albert Camus, mientras cuenta la algarabía de una población que acaba de superar la pesadilla de una epidemia, advierte que el bacilo de la peste nunca muere, y que siempre puede volver a despertar, para darle una nueva enseñanza a la humanidad... Cualquier parecido con esta actualidad, es pura coincidencia.