Aprender sin límites
Tres hermanos con retraso madurativo que apenas saben leer y escribir encontraron una oportunidad en el merendero Sueños Compartidos de Frontera. Dibujos, sonrisas y las ganas de poder defenderse solos en la vida con la ingenuidad que los caracteriza.
Por Stefanía Musso
Los martes y jueves de 10 a 11, el merendero Sueños Compartidos en barrio Victorino Francucci de Frontera, se convierte en un aula para Pamela (28), Yoel (22) y Emanuel (20) Álvarez.
Allí, los espera la psicopedagoga y futura maestra de Educación Especial Paola Cabrera con un matecosido caliente con bizcochos pero también con cuadernos, lápices y figuras para aprender lo básico de la escuela.
Los tres hermanos tienen un retraso madurativo y aunque han asistido a escuelas especiales, apenas leen y escriben. Sus sonrisas dicen mucho, sus manos con los lápices quieren expresar más aún pero es un proceso para ellos y Cabrera junto a Mariano Cortez del merendero los acompañan para que puedan defenderse en la vida sin depender de un adulto.
"Me gusta mucho escribir y dibujar pero quiero aprender a leer", dijo Yoel mientras dibuja un castillo.
Su hermana Pamela dibuja a la periodista que los entrevistó y su hermano Emanuel, una carita sonriente. Así están ellos, llenos de ganas de aprender a expresarse a través de la escritura que tanto les cuesta pero que ellos quieren saber para poder ser adultos.
Las clases
Tras dos meses de clases, los chicos están aprendiendo hoy con "la seño Cabrera" a reconocer su documento nacional de identidad. Algo que puede parecer tan simple pero que para ellos, es todo un universo por descubrir. "Ellos están aprendiendo lo básico, quienes son; sus nombres y apellidos; fecha de nacimiento; dónde viven; dónde nacieron. Eso es fundamental para cualquier persona", contó Paola Cabrera.
La primera clase fue difícil para la docente. Ese día tuvo que escribir sus nombres para que ellos copien y aprendan cómo se escriba. "Hay una gran disposición por parte de ellos para aprender y eso hace que avancen más rápido".
Los chicos también están aprendiendo hábitos y costumbres. "Aprendimos que a la mañana hay que lavarse la cara y los dientes", contó Yoel.
"Aprender sobre cómo manejarse en la vida diaria, prepararse el desayuno o ir al quiosco es el objetivo de estas clases", contó Cabrera.
Comprometerse por amor
Los hermanos Álvarez asisten desde el primer día al merendero para tomar su copa de leche. Con su discapacidad, Mariano Cortez sintió que tenía que hacer algo para acompañarlos a ellos y darle un apoyo en su educación especial.
Para ello, Cortez publicó en las redes sociales que buscaba una psicopedagoga para que ayude a los chicos con lo básico: leer y escribir para que se puedan defender en la vida.
"Son pocas las personas que tienen un compromiso social y en estos casos estoy muy solo. Hay muchos casos como la de los Álvarez pero no podemos obligar a los padres que los lleven de profesionales. Es un trabajo difícil pero con amor se puede", comentó Mariano Cortez de Sueños Compartidos.
"Los chicos se merecen una oportunidad, tienen que tener las herramientas para desenvolverse solos porque algún día su mamá no va a estar y van a enfrentarse al mundo", agregó Cortez.
Ese afecto y compromiso llegó con Paola Cabrera, una joven profesional, mamá y estudiante que conoció la necesidad a través de una amiga y no dudó en tomar el desafío. "Cuando me enteré, no dudé en comprometerme con esto porque siempre quise ayudar a otros con mi profesión pero quedé embarazada y no lo pude hacer de inmediato pero apareció esta oportunidad y sentí que tenía que hacerlo".
"Apenas los conocí me di cuenta la clase de persona que eran. Son chicos inocentes, muy buenas personas y necesitaban que alguien los ayude para poder enfrentarse con la vida sin depender de otros", concluyó Cabrera.