A contramano: retrospectiva del Houdini de las cárceles
Esta historia, esta vida, se cuenta al revés, como corresponde a un personaje que supera la ficción policial y que siempre vivió a contramano de la ley, del mundo y de quienes lo persiguieron.
Por Manuel Montali | LVSJ
En astrofísica, un "agujero de gusano" postula la posibilidad de unir diferentes puntos espaciales e incluso temporales, como un pasadizo secreto. Nadie puede probar su existencia. Pero que los hay, los hay: todo preso que sale a la calle diez o veinte años antes de cumplimentar su condena, cavando con cucharita o saltando por los techos, apareciendo de repente incluso en otro país, es de alguna manera un abanderado de esta teoría.
La sepultura 422.000 del Cementerio Mayor de Milán corresponde a un tal Jorge Eduardo Leguizamón Vidal, de nacionalidad paraguaya. Su verdadero nombre era otro, así como su país de origen... Digamos que, después de Evita, no se trataba del primer argentino en ocupar una tumba con identidad falsa en este camposanto italiano. Su historia era también la de un desposeído. Pero sus medios de redención fueron bien distintos.
Antes de su inhumación, el cuerpo de Leguizamón Vidal había estado dos meses en la morgue esperando en vano a familiares que lo reclamaran desde esa Italia pobre que es la nación llamada Argentina. Allí, distintos medios de prensa habían publicado la solicitud para que alguien se hiciera cargo de sus restos. La justicia de ese país, que lo buscaba por narcotráfico, ya sabía quién se ocultaba detrás de ese alias paraguayo.
Con su muerte había urdido su último gran escape, un 2 de diciembre de 1999, tras un paro cardíaco en el Hospital San Paolo. Estaba detenido desde hacía poco más de dos años, cuando se frustró su asalto a un banco en esa ciudad italiana.
El nombre se lo había cambiado poco antes.
Acababa de volver a pisar la calle luego de otra de sus tantas salidas prematuras de la cárcel, en este caso la de Topaz (Salamanca), un 28 de marzo de 1997, cuando la pena recibida por matar a un policía valenciano en un asalto a una joyería en 1986 debía extenderse hasta 2012.
En Europa venía repartiendo su tiempo entre distintos hobbies que se le daban bien: tráfico de drogas, secuestros extorsivos y asaltos.
Antes de cambiarse el nombre, se había intervenido el rostro mediante cirugía estética.
Había quedado en libertad en noviembre de 1976, gracias a un indulto que la presidenta María Estela Martínez de Perón había firmado tiempo antes de ser derrocada. Ya con el "Tío" Héctor Cámpora habían colado su libertad algunos de sus socios, que de "presos políticos" tenían poco. Lo que se dice un "agujero de gusano" o "falla del sistema"... Él estaba preso desde 1965, con condena de 20 años a raíz de varios golpes a mano armada y fugas cinematográficas con las que había cimentado su fama.
Lo habían detenido en Brasil, después de salir por sus propios medios en 1960 de una celda de la Penitenciaría Nacional, ubicada en aquellos años en el centro de Buenos Aires. Ya venía de escaparse ese mismo año del penal de Caseros, previo soborno a unos guardias. Y su primera fuga había sido en 1958, por los techos de la cárcel de Devoto.
El delito era su modo de vida desde niño, cuando colaboraba con el contrabando de mercaderías en el puerto, valiéndose del camioncito de verdulero de su padre, que con ese negocio les daba de comer a sus seis hijos.
Jorge Eduardo Villarino, "El rey de la fuga", había nacido en Buenos Aires el 19 de junio de 1931.