Sociedad
“Escribo para ser libre”: las voces de un semillero de escritores

En el Día del Escritor, LA VOZ DE SAN JUSTO visitó el Taller Literario Infantil Municipal, donde niñas, niños y adolescentes escriben para contar el mundo que habitan y también el que imaginan. Entre rimas, cuentos, diarios íntimos e historias de terror, construyen identidad, ejercen la palabra y se animan a soñar con un futuro lleno de páginas propias.
Por María Laura Ferrero | LVSJ
“Escribo porque cuando tengo algo que contar y no tengo a quién decirle, lo expreso en un papel. Es como un refugio”, dice Ángela, de 13 años, en voz baja pero firme. La escucha atenta del grupo y de su tallerista, María Victoria Martino, le devuelve una certeza: escribir puede ser un acto de libertad.
El 13 de junio se celebra en la Argentina el Día del Escritor, en homenaje al nacimiento de Leopoldo Lugones. Pero la literatura no vive solo en los nombres consagrados ni en las estanterías de las bibliotecas: vive también en el corazón de quienes recién empiezan a escribir. En esa certeza se apoya el Taller Literario Infantil Municipal, que funciona de manera gratuita todos los miércoles en el Centro Cultural de San Francisco, y que este año cumple su segunda edición.
Con edades que van desde los 10 hasta los 14 años, las y los participantes del taller se presentan con entusiasmo: “Me llamo Isabella, tengo 13 años y me gusta escribir de amor y muerte”. “Hola, soy Mora, tengo 12 y escribo poesías y rimas”. “Soy Cristian, tengo 13 y escribo terror”. Cada voz traza un mapa, una poética incipiente, una forma de habitar el lenguaje.

Escribir para ser
Sentarse a escribir es, para muchos chicos y chicas del taller, un modo de nombrar lo que sienten, lo que les pasa y lo que no pueden decir de otro modo. A veces la escritura aparece como desahogo, otras como juego, como exploración, como resistencia o como proyección.
“Empecé a escribir cuando era chiquita. Tenía muchos pensamientos y no sabía cómo expresarlos. Escribía todo en un cuaderno. Me ayudó a calmarme y a entenderme mejor”, cuenta Catalina, de 14 años. Su compañera Fiorella agrega: “Escribo porque me da tranquilidad y paz. Me puedo desahogar y ser yo misma. Me siento libre”.
Isabella, por su parte, lo define con ternura y precisión: “Cumplo mis sueños en los cuentos. Por lo general, mis personajes hacen cosas que yo todavía no logro, porque para mi edad son complicadas. Entonces muestro una versión de mí en ellos”.
Soñar con libros propios
“Uno de mis sueños es escribir un libro, y creo que es el que estoy haciendo en el taller. Me gustaría que salga, que lo lean y lo disfruten”, dice Abril, con una mezcla de timidez y entusiasmo. Alma, también alumna, agrega: “Si en un futuro puedo ser escritora, me encantaría. Escribiría sobre lo que me pasa para ver si alguien más se identifica”.
Angie sueña con ser reconocida por sus textos: “No quiero que escribir sea solo un hobby. Me gustaría que digan: ‘vos sos Angie, la escritora’. Quiero que la gente se identifique con lo que viví y sentí. No quiero que eso quede guardado en un diario que solo yo voy a leer”.
Gioa coincide: “Me gustaría ser escritora para expresar mis sentimientos o lo que me pasa. Y aunque mi sueño es ser arquitecta, voy a seguir escribiendo igual”.
Otras voces suman matices y decisiones personales. “Tengo un montón de sueños. Escribir un libro es uno de ellos, de hecho ya lo estoy empezando como proyecto. Pero no sé si querría vivir de eso, capaz lo tomaría como un hobby”, reflexiona una participante. Otra compañera apunta: “Mi sueño siempre fue ayudar a la gente. Por eso quiero ser psicóloga, aunque también me gusta escribir cuando tengo tiempo”.
Mora lo dice claro: “Lo tomaría más como un hobby. Mi sueño real es ser fotógrafa o dibujante. Pero escribir igual me gusta”.

Animarse a escribir
Durante el taller también se planteó una pregunta colectiva: ¿qué le dirían a un chico o chica que escribe en su casa pero no se anima a compartirlo? Las respuestas brotaron con fuerza y madurez:
“Que se anime, que la vida es una, que haga lo que le gusta. Que si se equivoca, lo vuelva a intentar. Que no tenga vergüenza, porque en algún momento se va a arrepentir de no haberlo hecho”, dijo una voz entre risas y aplausos. Otra compañera sumó: “Que sea valiente, que siga adelante. Todos tenemos algo interesante para contar”.
Inspiración, libros y pantallas
Lejos de imaginar la escritura como una actividad aislada, los chicos y chicas del taller se alimentan de lecturas, películas, música, series e imágenes. Muchos nombran libros que los marcaron: “Me gusta Ana Frank”, dice Anita. “Me inspira a escribir sobre cosas reales, sobre historias que pasaron de verdad”. Cristian, apasionado del terror, explica: “Leo todos los días. Historias de miedo, suspenso, eso me inspira a escribir mis cuentos”.
También aparece la tecnología como aliada, aunque con matices. Abril, de 13 años, confiesa: “Veo videos, imágenes, youtubers… a veces de ahí me vienen ideas. Pero después me gusta escribirlas a mi manera, con mi estilo”. Otros chicos cuentan que prefieren escribir a mano, que el papel les da otra sensación: “Me gusta más el cuaderno, me siento más poética”, dice Catalina.
Incluso el celular, habitual foco de distracción, se transforma en herramienta creativa: “Sí, dejo el celular para escribir. Porque si me distraigo, se me va la idea. Entonces escribo antes que se me escape”, explica Mora. En el taller, durante la hora y media de encuentro, los dispositivos descansan: la atención está puesta en la hoja, en las palabras y en la escucha mutua.

Letras y vínculos
El espacio no solo es literario: es también un lugar de encuentro, contención y comunidad. Ángeles, de 10 años, dice que “le gusta compartir su talento”. María Eva asegura que disfruta de “escuchar lo que escriben los otros”. Gioa valora “hacer nuevos amigos”. Y todos coinciden en que, gracias al taller, su escritura ha mejorado, incluso en la escuela: “Antes tenía muchos errores de ortografía. Ahora mi mamá dice que mejoré muchísimo”, cuenta Alma, de 11 años.
La coordinadora del espacio es María Victoria Martino, profesora y tallerista, quien impulsa el proyecto desde 2023. Con una mirada atenta y afectuosa, diseña actividades que estimulan la imaginación, el pensamiento crítico y la creatividad, respetando la singularidad de cada voz. “Lo que más me importa es que puedan expresarse. Que entiendan que escribir no es solo una tarea escolar, sino una herramienta para pensarse, para comprender el mundo y también para transformarlo”, afirma.
Temas que atraviesan
Aunque pueda parecer sorprendente, muchas de las producciones que surgen en el taller no eluden temas complejos: el amor, la muerte, el miedo, la injusticia. Los chicos escriben sobre lo que sienten, pero también sobre lo que ven y lo que imaginan.
“Me gusta lo trágico. La muerte le da un toque a las historias, como en las películas”, explica Isabella. Cristian coincide: “Las historias de terror me encantan desde chico. Ahora yo las escribo, con mis propios monstruos”.
Otros eligen la poesía, el diario íntimo, el realismo. “Me inspiro en mi tía y mi mamá, que leen mucho. Es como una herencia. Mi cabeza está llena de ideas, así que escribir es lo mejor que puedo hacer con eso”, dice Ángela. “A veces me inspiro escuchando música. Y me gusta reescribir las historias, darles mi toque”, agrega Anita.
El semillero
¿Quién puede decir dónde comienza un escritor? ¿En qué momento un niño que escribe cuentos se convierte en autor? Quizás el germen esté ahí, en esos primeros borradores, en ese taller donde alguien se anima a leer en voz alta, en esa hoja donde se plasma un pensamiento por primera vez.
“Escribo porque me hace sentir mejor”, dice Fiorella. “Cuando estoy triste, me ayuda”. “Escribo cuando me aburro del celular”, comenta Mora. “Y me gusta más que estar en TikTok”.
Escribir, para ellos, no es tarea ni castigo: es placer, descubrimiento, identidad, expresión, deseo. En tiempos de velocidad y pantallas, estos chicos eligen sentarse a escribir, detenerse, pensar. Construyen mundos, personajes, metáforas. Y, al hacerlo, se construyen a sí mismos.
Celebrar la palabra
El Día del Escritor nos invita a homenajear a quienes han dejado huella con sus obras. Pero también nos llama a mirar hacia adelante. A descubrir y acompañar a los que están empezando. A leer lo que tienen para decirnos. Porque la literatura no es solo una herencia del pasado: es una herramienta viva, colectiva, transformadora.
El Taller Literario Infantil Municipal de San Francisco es una apuesta a futuro, un semillero fértil, un espacio donde la palabra crece. Donde las historias nacen y las voces se afirman. Donde las infancias encuentran un lugar para ser, sentir, imaginar y escribir.
Y donde, sin dudas, están germinando los escritores y escritoras del mañana.