EL DEPORTE COMO FAMILIA
EL DEPORTE COMO FAMILIA
Raúl "Tuca" Juncos lleva dos camisetas: la del Club El Tala como entrenador y la de bañero de la pileta de San Isidro. El deporte lo lleva en la sangre, a tal punto que durante su adolescencia combinó atletismo, natación y, su gran amor, el vóley.
Raúl "Tuca" Juncos lleva dos camisetas: la del Club El Tala como entrenador y la de bañero de la pileta de San Isidro. El deporte lo lleva en la sangre, a tal punto que durante su adolescencia combinó atletismo, natación y, su gran amor, el vóley.
Raúl Juncos, el
"Tuca" es un referente para el deporte en la ciudad de San Francisco. Su pasión
por el vóley la combina con su segunda profesión, ser bañero todos los veranos
en la pileta de San Isidro. Su camino tiene como eje el esfuerzo, la dedicación
y, ante todo, el respeto.

Sus orígenes
Curiosamente,
Tuca, cuando era adolescente tenía en su mente hacer atletismo. Durante el
secundario buscó siempre formarse en esa disciplina, pero un profesor le
contagió la pasión por el vóley, la cual se convirtió en su profesión. "Me dio un empuje. Decía que, si me gustaba
este deporte podía profundizarme y usarlo como un trabajo extra. Empecé con él
a dar clases", relató sobre su formador.
A la par de esta
actividad, también practicaba natación en San Isidro, en verano, porque en esa
época no existía la opción de la pileta climatizada. Al parecer, Tuca ya tenía
condiciones y chapa de "bañero". "Fue también otro profesor. Me dijo, tenés
tanta pasión por los chicos, por cuidarlos, sin ser nada, decía cosas que me
mostraba como un guardia. Cuando yo iba a natación, me iba al lado del
guardavida y daba indicaciones. Como que él me contagió a mí. Tenía 24, 25
años", comentó.
Como se puede
apreciar, la vida deportiva del "Tutuca", apodo que surgió en su infancia por
comer en grandes cantidades esa golosina, y que fue variando con los años a
"Tuca", "Tutu", dependiendo de la cercanía de sus allegados, comenzó de forma
tardía. Si bien hacía atletismo en su adolescencia, su inicio en un club fue a
los 20 años, donde demostró tener un gran talento para el vóley. Comenzó en San
Isidro, donde actualmente es bañero, y luego se trasladó a El Tala, donde
entrena a niñas de todas las edades.

El corazón en dos clubes
La rivalidad
entre los clubes no le genera ninguna molestia al entrenador y sostiene que se
siente a gusto en ambas instituciones: "Me siento parte de los dos clubes. Es
mi trabajo, yo vivo por esos dos trabajos y por eso le pongo tanta pasión a lo
que hago. Cuando estoy en la pileta soy una persona; cuando doy vóley, soy
otra".
En este sentido,
por su dedicación, no transitó las categorías formativas de un club y a los 20
años tuvo la difícil decisión de elegir entre atletismo y vóley, pero un logro
lo llevó a tomar uno de los caminos. "Cuando me separan para la selección de
vóley de San Francisco, ahí hice el click. Primero fue esa selección y después
la provincial. Era conocido porque era uno de los más chicos que jugaban en
mayores", recordó. Sorprendentemente, Tuca solo estuvo en la categoría
juveniles y pasó directamente a primera, donde se apreciaron las condiciones
que tenía.
La transición de jugador a profesor
Esto no terminó
acá, luego de demostrar sus habilidades en el vóley decidió apostar a la
docencia, cambio que fue todo un desafío: "La transición de ser jugador a
profesor fue complicada, porque yo estaba del otro lado. Igual, yo estoy
afuera, pero siento que estoy en la cancha. Las nenas juegan y siento que estoy
ahí". Una vez jugador, siempre jugador.
En un comienzo,
dio clases junto al profesor que lo llegó a jugar vóley, pero después se
perfeccionó. A la edad de 30 años, aproximadamente, hizo un curso de entrenador
y desde hace 14 años, esta federado y dirige categorías formativas en El Tala.
Tengo las nenitas de 8 años a 14 y manejo sub 16, sub 18.

Tuca, el guardavida
A la profesión de
profesor de vóley, le suma ser guardavida los veranos en San Isidro, donde es
muy reconocido y querido. Por lo que comenta, se toma muy enserio su rol. "Soy
muy cuida. Estoy en todos los detalles, sigo a la persona. Hasta que no veo que
se mueva tranquilo, que yo esté tranquilo, voy mirando a todos. Obviamente,
estoy al tanto del que corre, el que hace errores", manifestó.
En esta misma
línea, sostuvo que se hace querer, sobre todo con los de la escuelita de
verano. Por otro lado, no dejó pasar oportunidad para resaltar su entrega y los
beneficios que le traen ambos roles: "Los dos trabajos que tengo son un cable a
tierra. A la vez, lo hago con muchísima pasión".

"Mi trabajo es mi alimento, son un cable a tierra. Lo hago con muchísima pasión".
El apoyo en pandemia
Durante la
pandemia de coronavirus, las actividades deportivas fueron las que más sufrieron
el aislamiento. "Tuca" no fue la excepción. Esos largos meses representaron un
calvario para él. Sobre todo, porque no poseía herramientas para comunicarse y
darle ejercicios a sus alumnas. En esos tiempos, se demostró el apoyo y lo
valorado que es en El Tala. El club le dio una notebook para que pueda
comunicarse con sus jugadoras.
Los
entrenamientos fueron vía online y, si bien le dio alegría verlas a través de
las pantallas, también tuvo mucha ansiedad de volver a reunirse cara a cara.
"Fue la alegría más grande que pude tener, comunicarme con ellas y darles
ejercicios, porque era lo único que daba. Marcábamos los ejercicios, ellas me
pasaban los videos por WhatsApp, armamos grupitos. Fue algo inesperado y que
quería que termine pronto, porque las quería ver, quería estar con mis
jugadoras. Cuando se abrió todo, fue tremenda alegría para mí", expresó.
De trabajar en
todos los días, hasta los fines de semana por los "torneitos" de vóley, al
aislamiento absoluto, "Tuca" advirtió que su cabeza le trabajaba más de la
cuenta y que su lugar era la cancha. En este sentido, subrayó que el club "es
su segunda casa" y que siente que "el deporte es su familia".
Contagiar pasión y respeto
El entrenador de
El Tala planteó que lo que más le gusta de dar clases es transmitir su pasión
por el deporte a sus alumnas. A la par, recordó los valores que le dio su
padre, que tienen como base fundacional, el respeto.
"Hay que ser
humilde, sencillo, hacer y escuchar. Yo soy así. Me molesta la falta de
respeto. Por eso, me parece a mí que yo llegué a estar cómodo y a hacer todo lo
que hice por mi personalidad, porque mis padres me enseñaron eso. Me enseñaron
que tenía que ser buena persona, que tenía que ser compañero, que tenía que
estar ayudando, tenga poco o tenga mucho, tenés que ayudar", sentenció.
El legado de Tuca
La trayectoria de
Tuca en San Isidro, como bañero, y en El Tala, como entrenador, es intachable.
No solo lo resalta la comunidad de San Francisco, sino que los mismos clubes le
tienen tanta confianza que se niegan a dejarlo ir y le brindan todo el apoyo,
la contención y el amor que se merece.
Sin embargo, el
entrenador ya mira hacia el futuro y quiere convertirse en formador de
entrenadores. Su proyecto para los próximos años viene orientado a buscar a
alguien que lo suplante. "Hace dos años que vengo diciendo que me quiero quedar
y formar a otros profes, pero no me dejan, porque sienten que no está todavía
la persona que puede reemplazarme. Estamos buscando eso, para quedarme acá y
hacer una especie de escuela. Quiero ser profesor de profesores. Quiero buscar
un sucesor, ya sea varón o mujer", insistió.
Por último, dejó
un mensaje para los chicos que hacen deporte: "Háganlo por decisión propia".
Para Tuca es importante que, en cualquier disciplina, los jóvenes vayan con
convicción y no se dejen influenciar por familiares. Dentro de la cancha, el
único responsable y que da indicaciones es el entrenador.

Su trayectoria es
un tanto curiosa. No hizo inferiores en ningún club. Su formación como jugador
de vóley inició en la escuela secundaria. Un profesor le demostró que tenía
condiciones y lo llevó a entrenar a San Isidro, cuando ya tenía 20 años. Inició
en juveniles y, por su habilidad, llegó a mayores. Luego se trasladó a El Tala,
donde sigue trabajando hasta la actualidad.
El legado de Tuca combina dedicación y respeto.
La confianza que le tienen en El Tala, hacen que no lo quieran soltar, pero él
insiste con que quiere formar a futuros entrenadores. "Quiero ser profesor de
profesores. Quiero buscar un sucesor, ya sea varón o mujer".
Raúl Juncos, el
"Tuca" es un referente para el deporte en la ciudad de San Francisco. Su pasión
por el vóley la combina con su segunda profesión, ser bañero todos los veranos
en la pileta de San Isidro. Su camino tiene como eje el esfuerzo, la dedicación
y, ante todo, el respeto.

Sus orígenes
Curiosamente,
Tuca, cuando era adolescente tenía en su mente hacer atletismo. Durante el
secundario buscó siempre formarse en esa disciplina, pero un profesor le
contagió la pasión por el vóley, la cual se convirtió en su profesión. "Me dio un empuje. Decía que, si me gustaba
este deporte podía profundizarme y usarlo como un trabajo extra. Empecé con él
a dar clases", relató sobre su formador.
A la par de esta
actividad, también practicaba natación en San Isidro, en verano, porque en esa
época no existía la opción de la pileta climatizada. Al parecer, Tuca ya tenía
condiciones y chapa de "bañero". "Fue también otro profesor. Me dijo, tenés
tanta pasión por los chicos, por cuidarlos, sin ser nada, decía cosas que me
mostraba como un guardia. Cuando yo iba a natación, me iba al lado del
guardavida y daba indicaciones. Como que él me contagió a mí. Tenía 24, 25
años", comentó.
Como se puede
apreciar, la vida deportiva del "Tutuca", apodo que surgió en su infancia por
comer en grandes cantidades esa golosina, y que fue variando con los años a
"Tuca", "Tutu", dependiendo de la cercanía de sus allegados, comenzó de forma
tardía. Si bien hacía atletismo en su adolescencia, su inicio en un club fue a
los 20 años, donde demostró tener un gran talento para el vóley. Comenzó en San
Isidro, donde actualmente es bañero, y luego se trasladó a El Tala, donde
entrena a niñas de todas las edades.

El corazón en dos clubes
La rivalidad
entre los clubes no le genera ninguna molestia al entrenador y sostiene que se
siente a gusto en ambas instituciones: "Me siento parte de los dos clubes. Es
mi trabajo, yo vivo por esos dos trabajos y por eso le pongo tanta pasión a lo
que hago. Cuando estoy en la pileta soy una persona; cuando doy vóley, soy
otra".
En este sentido,
por su dedicación, no transitó las categorías formativas de un club y a los 20
años tuvo la difícil decisión de elegir entre atletismo y vóley, pero un logro
lo llevó a tomar uno de los caminos. "Cuando me separan para la selección de
vóley de San Francisco, ahí hice el click. Primero fue esa selección y después
la provincial. Era conocido porque era uno de los más chicos que jugaban en
mayores", recordó. Sorprendentemente, Tuca solo estuvo en la categoría
juveniles y pasó directamente a primera, donde se apreciaron las condiciones
que tenía.
La transición de jugador a profesor
Esto no terminó
acá, luego de demostrar sus habilidades en el vóley decidió apostar a la
docencia, cambio que fue todo un desafío: "La transición de ser jugador a
profesor fue complicada, porque yo estaba del otro lado. Igual, yo estoy
afuera, pero siento que estoy en la cancha. Las nenas juegan y siento que estoy
ahí". Una vez jugador, siempre jugador.
En un comienzo,
dio clases junto al profesor que lo llegó a jugar vóley, pero después se
perfeccionó. A la edad de 30 años, aproximadamente, hizo un curso de entrenador
y desde hace 14 años, esta federado y dirige categorías formativas en El Tala.
Tengo las nenitas de 8 años a 14 y manejo sub 16, sub 18.

Tuca, el guardavida
A la profesión de
profesor de vóley, le suma ser guardavida los veranos en San Isidro, donde es
muy reconocido y querido. Por lo que comenta, se toma muy enserio su rol. "Soy
muy cuida. Estoy en todos los detalles, sigo a la persona. Hasta que no veo que
se mueva tranquilo, que yo esté tranquilo, voy mirando a todos. Obviamente,
estoy al tanto del que corre, el que hace errores", manifestó.
En esta misma
línea, sostuvo que se hace querer, sobre todo con los de la escuelita de
verano. Por otro lado, no dejó pasar oportunidad para resaltar su entrega y los
beneficios que le traen ambos roles: "Los dos trabajos que tengo son un cable a
tierra. A la vez, lo hago con muchísima pasión".

"Mi trabajo es mi alimento, son un cable a tierra. Lo hago con muchísima pasión".
El apoyo en pandemia
Durante la
pandemia de coronavirus, las actividades deportivas fueron las que más sufrieron
el aislamiento. "Tuca" no fue la excepción. Esos largos meses representaron un
calvario para él. Sobre todo, porque no poseía herramientas para comunicarse y
darle ejercicios a sus alumnas. En esos tiempos, se demostró el apoyo y lo
valorado que es en El Tala. El club le dio una notebook para que pueda
comunicarse con sus jugadoras.
Los
entrenamientos fueron vía online y, si bien le dio alegría verlas a través de
las pantallas, también tuvo mucha ansiedad de volver a reunirse cara a cara.
"Fue la alegría más grande que pude tener, comunicarme con ellas y darles
ejercicios, porque era lo único que daba. Marcábamos los ejercicios, ellas me
pasaban los videos por WhatsApp, armamos grupitos. Fue algo inesperado y que
quería que termine pronto, porque las quería ver, quería estar con mis
jugadoras. Cuando se abrió todo, fue tremenda alegría para mí", expresó.
De trabajar en
todos los días, hasta los fines de semana por los "torneitos" de vóley, al
aislamiento absoluto, "Tuca" advirtió que su cabeza le trabajaba más de la
cuenta y que su lugar era la cancha. En este sentido, subrayó que el club "es
su segunda casa" y que siente que "el deporte es su familia".
Contagiar pasión y respeto
El entrenador de
El Tala planteó que lo que más le gusta de dar clases es transmitir su pasión
por el deporte a sus alumnas. A la par, recordó los valores que le dio su
padre, que tienen como base fundacional, el respeto.
"Hay que ser
humilde, sencillo, hacer y escuchar. Yo soy así. Me molesta la falta de
respeto. Por eso, me parece a mí que yo llegué a estar cómodo y a hacer todo lo
que hice por mi personalidad, porque mis padres me enseñaron eso. Me enseñaron
que tenía que ser buena persona, que tenía que ser compañero, que tenía que
estar ayudando, tenga poco o tenga mucho, tenés que ayudar", sentenció.
El legado de Tuca
La trayectoria de
Tuca en San Isidro, como bañero, y en El Tala, como entrenador, es intachable.
No solo lo resalta la comunidad de San Francisco, sino que los mismos clubes le
tienen tanta confianza que se niegan a dejarlo ir y le brindan todo el apoyo,
la contención y el amor que se merece.
Sin embargo, el
entrenador ya mira hacia el futuro y quiere convertirse en formador de
entrenadores. Su proyecto para los próximos años viene orientado a buscar a
alguien que lo suplante. "Hace dos años que vengo diciendo que me quiero quedar
y formar a otros profes, pero no me dejan, porque sienten que no está todavía
la persona que puede reemplazarme. Estamos buscando eso, para quedarme acá y
hacer una especie de escuela. Quiero ser profesor de profesores. Quiero buscar
un sucesor, ya sea varón o mujer", insistió.
Por último, dejó
un mensaje para los chicos que hacen deporte: "Háganlo por decisión propia".
Para Tuca es importante que, en cualquier disciplina, los jóvenes vayan con
convicción y no se dejen influenciar por familiares. Dentro de la cancha, el
único responsable y que da indicaciones es el entrenador.

Su trayectoria es
un tanto curiosa. No hizo inferiores en ningún club. Su formación como jugador
de vóley inició en la escuela secundaria. Un profesor le demostró que tenía
condiciones y lo llevó a entrenar a San Isidro, cuando ya tenía 20 años. Inició
en juveniles y, por su habilidad, llegó a mayores. Luego se trasladó a El Tala,
donde sigue trabajando hasta la actualidad.
El legado de Tuca combina dedicación y respeto.
La confianza que le tienen en El Tala, hacen que no lo quieran soltar, pero él
insiste con que quiere formar a futuros entrenadores. "Quiero ser profesor de
profesores. Quiero buscar un sucesor, ya sea varón o mujer".
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