EL COMPLEJO CASO DE DEJAR DE SER FISCAL
EL COMPLEJO CASO DE DEJAR DE SER FISCAL
Bernardo
Alberione anunció que dejará su cargo como fiscal de Delitos Complejos de la
ciudad. La decisión es una de las incógnitas más complejas que deberá resolver
quien investigó las causas judiciales más conmocionantes de los últimos 20 años
en San Francisco. El fiscal, ante uno de los mayores casos de su vida: el propio.
Bernardo
Alberione anunció que dejará su cargo como fiscal de Delitos Complejos de la
ciudad. La decisión es una de las incógnitas más complejas que deberá resolver
quien investigó las causas judiciales más conmocionantes de los últimos 20 años
en San Francisco. El fiscal, ante uno de los mayores casos de su vida: el propio.
Por Manuel Ruiz | LVSJ
Cuando Bernardo
Alberione (61), el fiscal de Delitos Complejos de San Francisco, ingresó al
Poder Judicial de la Provincia de Córdoba era 1985 y tenía 24 años. Nueve años
después, asumiría su primer cargo como fiscal y 28 años más tarde, decidió en
diciembre último, ponerle fin a esa carrera que lo llevó a intervenir en los
casos policiales más trascendentales de los últimos 20 años en la ciudad.
Alberione sabe
que no estará más. No sabe la precisión exacta de cuándo será el último día en
su despacho en los tribunales. Pero hasta que eso pase, hasta que ese día
llegue, intentará aceptar ese final, ese fin de ciclo, algo que dice, está
trabajando consigo mismo: su labor lo ha definido a niveles tan profundos que
Alberione no solo deja la fiscalía, deja, sobre todo, la forma de vivir, actuar,
sentir que tuvo durante casi 30 años.
En un año que
volvió a ser laboralmente intenso para él y su fiscalía, que lo volvió a
encontrar y mucho dentro de una exposición mediática que dice era casi nula
cuando empezó su carrera, Alberione recibe a LA VOZ DE SAN JUSTO en su casa
para hacer más que un balance de su año, explicar y tratar de seguir
entendiendo lo que significó para él, como individuo, ser durante tanto tiempo el
fiscal que estuvo ahí cuando un hecho sacudió a San Francisco.
- ¿Por qué entendió que ahora era el momento de
retirarse?
Yo creo que todo
tiene su ciclo y hay que saber decir basta a tiempo. Basta a tiempo por los
años, la salud, la familia, las relaciones. Por muchas cosas. Es un buen
momento y me gusta poder irme bien, contento, feliz, de haber podido lograr lo
que quise. Creo que es el momento exacto. Será en 2023, en algún momento, cuándo,
no sé. Estudié Derecho porque siempre me molestó la injusticia. No solo me
molestaba, quería corregirla, poder re encausar las cosas. No solo detectar la injusticia,
sino que buscarle una solución, de hecho, podría decir que toda mi carrera está
basada en buscarle solución a los problemas. Cumplir el objetivo que para mí
tiene el Poder Judicial que es lograr que la sociedad viva medianamente en paz
y armonía. Que conviva, porque si nosotros no logramos como Justicia que la
sociedad pueda vivir en armonía, no estamos cumpliendo el cometido.
-Fueron muchos años de estar expuesto y tener que
vivir al servicio de casos resonantes. ¿Cómo va a hacer para acostumbrarse a no
tener esa intensidad, ese vértigo propio de las investigaciones?
Es un trabajo que
se tiene que hacer con pasión, o no sirve. El problema más grande que tengo
ahora es qué hacer con la cuota de adrenalina que tiene mi trabajo. Porque a
mí, cuando suceden cosas -obviamente nadie desea que le pase nada a nadie- aparece
un desafío profesional y esa sensación de querer resolverlo genera una
movilización muy grande. El vértigo apareció en los últimos años de mi carrera.
-Y la presión social de la gente, los vecinos,
¿cómo ha influido en Ud. y su trabajo? Entiende esa idea sostenida de que la
Justicia no existe?
Si, la entiendo.
No sé por qué, y creo que es algo que me viene de chico, siempre tuve buena
relación con la gente y creo que se basa en poner la cara y dar explicaciones,
gusten o no gusten. Dar las explicaciones de que lo que se pudo hacer, se hizo.
Hay cosas que no vamos a poder hacer nunca, pero, nadie puede venir con un
problema e irse sin una respuesta. No podés tener a una persona en ascuas.
Sobre que va a la Justicia sin saber a dónde va, si vos no le das una respuesta
y lo tenés boyando, esperando, no sirve. Esa persona que vino a denunciar se
tiene que ir a su casa tranquila, contenida, sabiendo que hay alguien
ocupándose del tema. Si uno no la recibe, explica, contiene, esa persona se
acude con ganas de Justicia. Y creo que es fundamental para este trabajo, poner
la cara y estar en los lugares de los hechos. En este país lo que no hay es
coherencia. No hay educación adecuada, economía adecuada, no hay un montón de
cosas. La justicia es lo que tiene que armonizar a la sociedad en conflicto, el
problema es si la sociedad en conflicto, no confía en la justicia y la justicia
no le da respuesta ¿Qué es lo justo? ¿Lo legal? No. Lo legal es una herramienta
para tratar de lograr lo justo, pero no siempre es lo justo. Lo justo es muy
particular, por eso lo importante de explicar y tomarse el tiempo para
explicar. Si la persona se va sin una explicación, sin un razonamiento, lo
compartan a o no, esa persona no va a creer en la justicia.

"Estudié Derecho porque siempre me molestó la
injusticia", dijo Alberione fiel a su inquieto espíritu.
-Por las dimensiones de San Francisco, le toca convivir
con esa gente que se cruza en un juzgado o en una investigación muy
asiduamente. Es el fiscal, pero es también su vecino ¿Cómo maneja eso?
Los abogados,
contadores, políticos, comerciantes se acuerdan del nombre de las personas. Y
es porque trabajan con personas. La identidad de esa persona es importante para
su trabajo. Yo trabajo con hechos, no con personas. Entonces los nombres de las
personas no los retengo. Yo no sé, si la persona que me saluda es víctima o
victimario. No sé.
- ¿Y la presión por parte de la gente? Porque le tocó
actuar en los casos más importantes de los últimos años, causas que siempre
generaron un pedido masivo de justicia desde la sociedad.
La presión no
crece por un tema. Con lo de (Damián) Bernarte atendí más de 120 llamadas de
medios y a cada uno le expliqué. ¿Qué logras con eso?: que se tome dimensión de
lo que realmente está pasando. Que se evite la especulación y la habladuría, entonces
colocás las cosas en su lugar. Eso trae tranquilidad para el trabajo, para la
sociedad y satisfacción para la prensa. De los casos grandes normalmente yo
centralizo la información y el responsable soy yo. Lo importante es ante un
problema, no generar más problemas. Lo primero es la paz social, bajar los
decibles del conflicto, porque vivir en conflicto no sirve.
- ¿Ha dejado más de lo que le hubiese gustado
dejar de lado por su trabajo?
Una respuesta
consciente sería sí. La repuesta visceral es no. No me importa el precio que
tuve que pagar. Lo volvería a pagar. Porque muy poca gente tiene la posibilidad
de trabajar en lo que le gusta. Que le paguen bien, lograr el objetivo y poder
retirarte en una etapa en la que me siento pleno.

"Es un trabajo que se tiene que hacer con
pasión, o no sirve".
- ¿Qué le gustaría hacer una vez ya retirado?
Tengo la fantasía,
porque no sé si podrá ser la realidad algún día, de poder mirar las cosas de
otro punto de vista. Porque quieras o no, hay una gran intoxicación en mi
manera de vivir, mi manera de actuar, de relacionarme. Yo estoy acostumbrado
desde hace más de 28 años a dar órdenes. En el trabajo no dudo y casi no erro.
Pero, en la vida particular se complica muchísimo, porque a la hora de trabajar
utilizas un método de análisis de situaciones, sacas conclusiones que
involucran a terceros. Cuando vos, esas reglas, esa técnica, las aplicas en tu
vida, haces un desastre. Te lo firmo. Porque son otros parámetros, porque es
muy difícil el desdoblamiento. Me costó mucho tiempo darme cuenta. Porque como
profesionales muchas veces llegamos a nuestro máximo nivel de incompetencia: llegamos
a ser eso y nada más que eso. Es muy difícil estar conmigo, me resulta difícil
a mí estar conmigo a veces. El no poder hacer pausa. Me crié, me hice y me
alimenté a adrenalina. Y no es bueno. Y me incomoda. Quiero poder tener efectos
de satisfacción sin la necesidad de la adrenalina.
- ¿Pensó en irse antes de este momento?
En 1992 estuve
hablando con estudios jurídicos para irme trabajar a ese sector. En el '93 se
empezó a hablar de los concursos. Del '85 al '92 fui escribiente. Conozco la
Justicia desde adentro. Empecé en la Civil con la doctora Cantagalli y Graciela
Martín de Secretaría, que me enseñaron a trabajar y un montón de cosas más. De
ahí pasé a lo Penal y era el año '92 y no me había movido ni un solo puesto. En
ese momento había mucha incidencia de la política en los ascensos. Y como no
soy político, no era del palo, no podía avanzar. Estaba decepcionado con el
sistema. Cuando abrieron los exámenes me puse muy contento. Rendí, me fue bien
y ahí me quedé. Pero siendo fiscal nunca dije 'me voy'. Me cansé en algún
momento de llevar adelante dos fiscalías al mismo tiempo, sí. Pero tengo
equipos excelentes, me saco el sombrero con la gente que tengo conmigo.
- ¿Han sido y siguen siendo clave las personas con
las que trabaja para explicar sus 28 años en el cargo?
Hay casos de
abusos sexuales que nosotros resolvemos en tres horas. Con los investigadores
de la Policía salimos a la calle, verificamos las pruebas, tomamos las
decisiones. En ese momento somos todos iguales. La opinión de cualquiera vale
lo mismo que la mía. Vale más la mía sí, cuando hay que decidir. Decido yo y la
responsabilidad es mía. Jamás delegué la responsabilidad en un empleado, en mi
secretario. Cuando vos entendés a la
justicia como algo que es de todos, y que involucra a todos y eso lo lográs
transmitir, no hay manera de no resolver un caso. Porque si todos estamos
comprometidos en lo mismo, se hace todo más simple. Con Oreste (Gaido, secretario de su fiscalía)
hace del año '99 que trabajamos juntos, no sé si hay un caso de tantos años de
trabajo conjunto entre un mismo fiscal y un secretario en la provincia. Y nos
somos amigos, no tengo amistad personal. No conocemos nuestras vidas privadas
más allá de cuestiones públicas y notorias, somos muy buenos compañeros de
trabajo y fue la relación más larga que tuve en mi vida, por lejos (se ríe).
-Es padre y una figura pública desde hace muchos
años. La gente, se entere o no, habla de Ud., analiza su función, genera
juicios sobre su accionar y muchas veces eso se mezcla con valoraciones sobre su
persona. ¿Crees que a ellos les ha influido ser 'hijos de...' mientras crecían en una ciudad como San
Francisco que en esos aspectos puede ser muy cruel?
Siempre creí que
la solución de las cosas está en la educación. Que enseñemos a pensar. A tener
convicciones y a actuar a partir de ellas. Por ejemplo, mi hijo, que es abogado,
actuó de forma autónoma a la hora de elegir lo que quería hacer. Ser 'el hijo
de...' ellos nunca lo usaron. Por
convicción, por cómo fueron educados, especialmente por su madre, que es la que
más cerca estuvo de ellos, algo que he agradecido muchísimas veces, la manera
que educó a los chicos. Nunca fui padre ausente, pero la madre es la madre. Y
ella es la mejor madre que mis hijos pudieron haber tenido. Lo último que van decir ellos es que son
hijos míos. Para mí es un orgullo verlos crecer, ver lo que son. Aprendieron a
ser. A no temer. Y lo que pueda decirse de mí, me tiene sin cuidado; me afectó
en algún momento sí, pero ya me tiene sin cuidado. Si me lo dice alguien que me
conoce, lo analizo, pero si lo dice alguien que no me conoce, ni lo pienso. Y
me conoce muy poca gente. Siempre trato
de tener una razón para explicar porque actúo de determinada manera, que no
siempre es tener la razón. Hay una explicación de porqué actúo como actúo. Soy
totalmente racional, pero soy muy intenso. Lo que no tengo de calentón, lo
tengo de intenso. Detesto la habladuría del café. Me parece muy triste que con
tanta liviandad se analicen temas donde estamos poniendo tanta seriedad. Me
duele a veces. Y la liviandad de la opinión anónima de Internet.
- Y ahora qué va a estar afuera, ¿cómo hará para
dar vuelta la página y estar realmente afuera?
Eso es difícil.
Mis hijos me regalaron para los 61 años un mate y un termo. Para que me siente
a mirar el parque, la naturaleza, el cielo. Voy 61 y medio y todavía no lo he
hecho. Estoy trabajando mucho en mí mismo, porque es fuerte dejar el trabajo
así, se me han caído lágrimas más de una vez. Lo que voy a tener que hacer es
aislarme de la noticia, porque si no, voy a empezar a pensar qué se podía hacer
para solucionarlo y si lo pienso, voy a querer hacerlo. Pero he decidido poner
un cierre y cuando doy un paso, es definitivo. No hay que tener miedo. Menos al
cambio, los cambios son hermosos, lo que viene después del cambio, ese
incierto, ese terreno gris... siempre lo mejor está por venir. Si sos coherente
con vos mismo, lo que viene está bueno.
-Irse de la ciudad para justamente ver todo desde
afuera, ¿es una opción?
Viví en España,
en Estados Unidos y podría no vivir acá. Irme. Pero decidí vivir acá, porque
para mí es la mejor ciudad del país para vivir. Y la mejor provincia es Córdoba,
sin dudas. Cuando me compré esta casa, fue clave su ubicación, y que a pocos
metros ya haya campo abierto, es como querer mirarla de afuera. Pero es difícil
también por qué no podés vivir solo para vos. Porque tu bienestar depende del
bienestar de los demás. Entonces tenés que ocuparte de tu bienestar, pero
también tenés que ocuparte del que está al lado.
La entrevista
transcurre en una casa en soledad salvo por Alberione y sus dos perros. Estamos
sentados en una mesa de hierro con tapa de piedra que era de su abuela, y que puede
ser la de cualquiera abuela debajo de una pérgola que el propio fiscal hizo, con
la ayuda de unos amigos, con material reciclado que encontró en la calle. Lo
divierte, los distrae, le gustaría aprender a tener más tiempo para disfrutar
de eso. Del caminar por el parque, de asar a la estaca, de usar más las
máquinas para carpintería o regar las plantas.
Confiesa que le
cuesta hacerlo, le cuesta tranquilizarse y salirse del rol que lo ha definido
durante estas últimas tres décadas. En esa búsqueda, el flamante abuelo, tiene
varias ilusiones: la de acompañar el crecimiento de su nieto y disfrutar con
plenitud de la conexión que siente con sus hijos, y la de ser más libre y
honesto consigo mismo en un mundo que dice que es un caos organizado y que
sería mucho mejor si hubiera más presencia del amor en todos los vínculos
humanos posibles.
Una vez una
colega, una abogada, le dijo que pudo hacer todo lo que hizo porque nunca tuvo
miedo a perder el trabajo. A que lo echen. Y eso, dice él, le ha dado una
libertad única para afrontar la que hasta aquí ha sido su vida dentro del mundo
judicial. Cree que el error es parte del acierto y que hay que hacer lo
necesario para resolver sin tener temor y sin corromperse, porque como marca la
prueba recolectada, las cosas son lo que son.
Alberione ahora afrontará
la búsqueda más difícil de todas, la personal, la individual. La de cómo hacer
para lograr la plenitud, con sus sentimientos como única evidencia. La única
certeza que tiene es que la certeza es una utopía y que, desde algún momento de
2023, su trabajo no será un delito complejo que conmocione a los
sanfrancisqueños, sino el caso complejo de redefinirse como persona fuera de la
lógica judicial después de una vida construida desde ahí.
Por Manuel Ruiz | LVSJ
Cuando Bernardo
Alberione (61), el fiscal de Delitos Complejos de San Francisco, ingresó al
Poder Judicial de la Provincia de Córdoba era 1985 y tenía 24 años. Nueve años
después, asumiría su primer cargo como fiscal y 28 años más tarde, decidió en
diciembre último, ponerle fin a esa carrera que lo llevó a intervenir en los
casos policiales más trascendentales de los últimos 20 años en la ciudad.
Alberione sabe
que no estará más. No sabe la precisión exacta de cuándo será el último día en
su despacho en los tribunales. Pero hasta que eso pase, hasta que ese día
llegue, intentará aceptar ese final, ese fin de ciclo, algo que dice, está
trabajando consigo mismo: su labor lo ha definido a niveles tan profundos que
Alberione no solo deja la fiscalía, deja, sobre todo, la forma de vivir, actuar,
sentir que tuvo durante casi 30 años.
En un año que
volvió a ser laboralmente intenso para él y su fiscalía, que lo volvió a
encontrar y mucho dentro de una exposición mediática que dice era casi nula
cuando empezó su carrera, Alberione recibe a LA VOZ DE SAN JUSTO en su casa
para hacer más que un balance de su año, explicar y tratar de seguir
entendiendo lo que significó para él, como individuo, ser durante tanto tiempo el
fiscal que estuvo ahí cuando un hecho sacudió a San Francisco.
- ¿Por qué entendió que ahora era el momento de
retirarse?
Yo creo que todo
tiene su ciclo y hay que saber decir basta a tiempo. Basta a tiempo por los
años, la salud, la familia, las relaciones. Por muchas cosas. Es un buen
momento y me gusta poder irme bien, contento, feliz, de haber podido lograr lo
que quise. Creo que es el momento exacto. Será en 2023, en algún momento, cuándo,
no sé. Estudié Derecho porque siempre me molestó la injusticia. No solo me
molestaba, quería corregirla, poder re encausar las cosas. No solo detectar la injusticia,
sino que buscarle una solución, de hecho, podría decir que toda mi carrera está
basada en buscarle solución a los problemas. Cumplir el objetivo que para mí
tiene el Poder Judicial que es lograr que la sociedad viva medianamente en paz
y armonía. Que conviva, porque si nosotros no logramos como Justicia que la
sociedad pueda vivir en armonía, no estamos cumpliendo el cometido.
-Fueron muchos años de estar expuesto y tener que
vivir al servicio de casos resonantes. ¿Cómo va a hacer para acostumbrarse a no
tener esa intensidad, ese vértigo propio de las investigaciones?
Es un trabajo que
se tiene que hacer con pasión, o no sirve. El problema más grande que tengo
ahora es qué hacer con la cuota de adrenalina que tiene mi trabajo. Porque a
mí, cuando suceden cosas -obviamente nadie desea que le pase nada a nadie- aparece
un desafío profesional y esa sensación de querer resolverlo genera una
movilización muy grande. El vértigo apareció en los últimos años de mi carrera.
-Y la presión social de la gente, los vecinos,
¿cómo ha influido en Ud. y su trabajo? Entiende esa idea sostenida de que la
Justicia no existe?
Si, la entiendo.
No sé por qué, y creo que es algo que me viene de chico, siempre tuve buena
relación con la gente y creo que se basa en poner la cara y dar explicaciones,
gusten o no gusten. Dar las explicaciones de que lo que se pudo hacer, se hizo.
Hay cosas que no vamos a poder hacer nunca, pero, nadie puede venir con un
problema e irse sin una respuesta. No podés tener a una persona en ascuas.
Sobre que va a la Justicia sin saber a dónde va, si vos no le das una respuesta
y lo tenés boyando, esperando, no sirve. Esa persona que vino a denunciar se
tiene que ir a su casa tranquila, contenida, sabiendo que hay alguien
ocupándose del tema. Si uno no la recibe, explica, contiene, esa persona se
acude con ganas de Justicia. Y creo que es fundamental para este trabajo, poner
la cara y estar en los lugares de los hechos. En este país lo que no hay es
coherencia. No hay educación adecuada, economía adecuada, no hay un montón de
cosas. La justicia es lo que tiene que armonizar a la sociedad en conflicto, el
problema es si la sociedad en conflicto, no confía en la justicia y la justicia
no le da respuesta ¿Qué es lo justo? ¿Lo legal? No. Lo legal es una herramienta
para tratar de lograr lo justo, pero no siempre es lo justo. Lo justo es muy
particular, por eso lo importante de explicar y tomarse el tiempo para
explicar. Si la persona se va sin una explicación, sin un razonamiento, lo
compartan a o no, esa persona no va a creer en la justicia.

"Estudié Derecho porque siempre me molestó la
injusticia", dijo Alberione fiel a su inquieto espíritu.
-Por las dimensiones de San Francisco, le toca convivir
con esa gente que se cruza en un juzgado o en una investigación muy
asiduamente. Es el fiscal, pero es también su vecino ¿Cómo maneja eso?
Los abogados,
contadores, políticos, comerciantes se acuerdan del nombre de las personas. Y
es porque trabajan con personas. La identidad de esa persona es importante para
su trabajo. Yo trabajo con hechos, no con personas. Entonces los nombres de las
personas no los retengo. Yo no sé, si la persona que me saluda es víctima o
victimario. No sé.
- ¿Y la presión por parte de la gente? Porque le tocó
actuar en los casos más importantes de los últimos años, causas que siempre
generaron un pedido masivo de justicia desde la sociedad.
La presión no
crece por un tema. Con lo de (Damián) Bernarte atendí más de 120 llamadas de
medios y a cada uno le expliqué. ¿Qué logras con eso?: que se tome dimensión de
lo que realmente está pasando. Que se evite la especulación y la habladuría, entonces
colocás las cosas en su lugar. Eso trae tranquilidad para el trabajo, para la
sociedad y satisfacción para la prensa. De los casos grandes normalmente yo
centralizo la información y el responsable soy yo. Lo importante es ante un
problema, no generar más problemas. Lo primero es la paz social, bajar los
decibles del conflicto, porque vivir en conflicto no sirve.
- ¿Ha dejado más de lo que le hubiese gustado
dejar de lado por su trabajo?
Una respuesta
consciente sería sí. La repuesta visceral es no. No me importa el precio que
tuve que pagar. Lo volvería a pagar. Porque muy poca gente tiene la posibilidad
de trabajar en lo que le gusta. Que le paguen bien, lograr el objetivo y poder
retirarte en una etapa en la que me siento pleno.

"Es un trabajo que se tiene que hacer con
pasión, o no sirve".
- ¿Qué le gustaría hacer una vez ya retirado?
Tengo la fantasía,
porque no sé si podrá ser la realidad algún día, de poder mirar las cosas de
otro punto de vista. Porque quieras o no, hay una gran intoxicación en mi
manera de vivir, mi manera de actuar, de relacionarme. Yo estoy acostumbrado
desde hace más de 28 años a dar órdenes. En el trabajo no dudo y casi no erro.
Pero, en la vida particular se complica muchísimo, porque a la hora de trabajar
utilizas un método de análisis de situaciones, sacas conclusiones que
involucran a terceros. Cuando vos, esas reglas, esa técnica, las aplicas en tu
vida, haces un desastre. Te lo firmo. Porque son otros parámetros, porque es
muy difícil el desdoblamiento. Me costó mucho tiempo darme cuenta. Porque como
profesionales muchas veces llegamos a nuestro máximo nivel de incompetencia: llegamos
a ser eso y nada más que eso. Es muy difícil estar conmigo, me resulta difícil
a mí estar conmigo a veces. El no poder hacer pausa. Me crié, me hice y me
alimenté a adrenalina. Y no es bueno. Y me incomoda. Quiero poder tener efectos
de satisfacción sin la necesidad de la adrenalina.
- ¿Pensó en irse antes de este momento?
En 1992 estuve
hablando con estudios jurídicos para irme trabajar a ese sector. En el '93 se
empezó a hablar de los concursos. Del '85 al '92 fui escribiente. Conozco la
Justicia desde adentro. Empecé en la Civil con la doctora Cantagalli y Graciela
Martín de Secretaría, que me enseñaron a trabajar y un montón de cosas más. De
ahí pasé a lo Penal y era el año '92 y no me había movido ni un solo puesto. En
ese momento había mucha incidencia de la política en los ascensos. Y como no
soy político, no era del palo, no podía avanzar. Estaba decepcionado con el
sistema. Cuando abrieron los exámenes me puse muy contento. Rendí, me fue bien
y ahí me quedé. Pero siendo fiscal nunca dije 'me voy'. Me cansé en algún
momento de llevar adelante dos fiscalías al mismo tiempo, sí. Pero tengo
equipos excelentes, me saco el sombrero con la gente que tengo conmigo.
- ¿Han sido y siguen siendo clave las personas con
las que trabaja para explicar sus 28 años en el cargo?
Hay casos de
abusos sexuales que nosotros resolvemos en tres horas. Con los investigadores
de la Policía salimos a la calle, verificamos las pruebas, tomamos las
decisiones. En ese momento somos todos iguales. La opinión de cualquiera vale
lo mismo que la mía. Vale más la mía sí, cuando hay que decidir. Decido yo y la
responsabilidad es mía. Jamás delegué la responsabilidad en un empleado, en mi
secretario. Cuando vos entendés a la
justicia como algo que es de todos, y que involucra a todos y eso lo lográs
transmitir, no hay manera de no resolver un caso. Porque si todos estamos
comprometidos en lo mismo, se hace todo más simple. Con Oreste (Gaido, secretario de su fiscalía)
hace del año '99 que trabajamos juntos, no sé si hay un caso de tantos años de
trabajo conjunto entre un mismo fiscal y un secretario en la provincia. Y nos
somos amigos, no tengo amistad personal. No conocemos nuestras vidas privadas
más allá de cuestiones públicas y notorias, somos muy buenos compañeros de
trabajo y fue la relación más larga que tuve en mi vida, por lejos (se ríe).
-Es padre y una figura pública desde hace muchos
años. La gente, se entere o no, habla de Ud., analiza su función, genera
juicios sobre su accionar y muchas veces eso se mezcla con valoraciones sobre su
persona. ¿Crees que a ellos les ha influido ser 'hijos de...' mientras crecían en una ciudad como San
Francisco que en esos aspectos puede ser muy cruel?
Siempre creí que
la solución de las cosas está en la educación. Que enseñemos a pensar. A tener
convicciones y a actuar a partir de ellas. Por ejemplo, mi hijo, que es abogado,
actuó de forma autónoma a la hora de elegir lo que quería hacer. Ser 'el hijo
de...' ellos nunca lo usaron. Por
convicción, por cómo fueron educados, especialmente por su madre, que es la que
más cerca estuvo de ellos, algo que he agradecido muchísimas veces, la manera
que educó a los chicos. Nunca fui padre ausente, pero la madre es la madre. Y
ella es la mejor madre que mis hijos pudieron haber tenido. Lo último que van decir ellos es que son
hijos míos. Para mí es un orgullo verlos crecer, ver lo que son. Aprendieron a
ser. A no temer. Y lo que pueda decirse de mí, me tiene sin cuidado; me afectó
en algún momento sí, pero ya me tiene sin cuidado. Si me lo dice alguien que me
conoce, lo analizo, pero si lo dice alguien que no me conoce, ni lo pienso. Y
me conoce muy poca gente. Siempre trato
de tener una razón para explicar porque actúo de determinada manera, que no
siempre es tener la razón. Hay una explicación de porqué actúo como actúo. Soy
totalmente racional, pero soy muy intenso. Lo que no tengo de calentón, lo
tengo de intenso. Detesto la habladuría del café. Me parece muy triste que con
tanta liviandad se analicen temas donde estamos poniendo tanta seriedad. Me
duele a veces. Y la liviandad de la opinión anónima de Internet.
- Y ahora qué va a estar afuera, ¿cómo hará para
dar vuelta la página y estar realmente afuera?
Eso es difícil.
Mis hijos me regalaron para los 61 años un mate y un termo. Para que me siente
a mirar el parque, la naturaleza, el cielo. Voy 61 y medio y todavía no lo he
hecho. Estoy trabajando mucho en mí mismo, porque es fuerte dejar el trabajo
así, se me han caído lágrimas más de una vez. Lo que voy a tener que hacer es
aislarme de la noticia, porque si no, voy a empezar a pensar qué se podía hacer
para solucionarlo y si lo pienso, voy a querer hacerlo. Pero he decidido poner
un cierre y cuando doy un paso, es definitivo. No hay que tener miedo. Menos al
cambio, los cambios son hermosos, lo que viene después del cambio, ese
incierto, ese terreno gris... siempre lo mejor está por venir. Si sos coherente
con vos mismo, lo que viene está bueno.
-Irse de la ciudad para justamente ver todo desde
afuera, ¿es una opción?
Viví en España,
en Estados Unidos y podría no vivir acá. Irme. Pero decidí vivir acá, porque
para mí es la mejor ciudad del país para vivir. Y la mejor provincia es Córdoba,
sin dudas. Cuando me compré esta casa, fue clave su ubicación, y que a pocos
metros ya haya campo abierto, es como querer mirarla de afuera. Pero es difícil
también por qué no podés vivir solo para vos. Porque tu bienestar depende del
bienestar de los demás. Entonces tenés que ocuparte de tu bienestar, pero
también tenés que ocuparte del que está al lado.
La entrevista
transcurre en una casa en soledad salvo por Alberione y sus dos perros. Estamos
sentados en una mesa de hierro con tapa de piedra que era de su abuela, y que puede
ser la de cualquiera abuela debajo de una pérgola que el propio fiscal hizo, con
la ayuda de unos amigos, con material reciclado que encontró en la calle. Lo
divierte, los distrae, le gustaría aprender a tener más tiempo para disfrutar
de eso. Del caminar por el parque, de asar a la estaca, de usar más las
máquinas para carpintería o regar las plantas.
Confiesa que le
cuesta hacerlo, le cuesta tranquilizarse y salirse del rol que lo ha definido
durante estas últimas tres décadas. En esa búsqueda, el flamante abuelo, tiene
varias ilusiones: la de acompañar el crecimiento de su nieto y disfrutar con
plenitud de la conexión que siente con sus hijos, y la de ser más libre y
honesto consigo mismo en un mundo que dice que es un caos organizado y que
sería mucho mejor si hubiera más presencia del amor en todos los vínculos
humanos posibles.
Una vez una
colega, una abogada, le dijo que pudo hacer todo lo que hizo porque nunca tuvo
miedo a perder el trabajo. A que lo echen. Y eso, dice él, le ha dado una
libertad única para afrontar la que hasta aquí ha sido su vida dentro del mundo
judicial. Cree que el error es parte del acierto y que hay que hacer lo
necesario para resolver sin tener temor y sin corromperse, porque como marca la
prueba recolectada, las cosas son lo que son.
Alberione ahora afrontará
la búsqueda más difícil de todas, la personal, la individual. La de cómo hacer
para lograr la plenitud, con sus sentimientos como única evidencia. La única
certeza que tiene es que la certeza es una utopía y que, desde algún momento de
2023, su trabajo no será un delito complejo que conmocione a los
sanfrancisqueños, sino el caso complejo de redefinirse como persona fuera de la
lógica judicial después de una vida construida desde ahí.
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