Ya es un abismo
El contexto de violencia entre las fuerzas policiales y los ciudadanos de a pie motiva una interesante reflexión sobre la realidad social y política en que estamos inmersos.
En la política argentina de todos los tiempos, el equilibrio no ha sido una cualidad observable. Prueba de ello son los graves sucesos ocurridos frente al edificio del Congreso de la Nación en ocasión de que se intentó aprobar la reforma previsional impulsada por el gobierno y las insólitas situaciones vividas dentro del recinto. Imágenes que hicieron recordar tiempos muy dolorosos para la República se reinstalaron, mientras las atribuciones de culpas hacia diestra y siniestra hacía olvidar el tema de la discusión y volvían a dejar la sensación de que el debate civilizado es prácticamente imposible.
El tema de las jubilaciones es una de las cuestiones más sensibles para la sociedad. Para cualquier sociedad. Obsérvese las enormes dificultades que atraviesan los gobiernos de varios países para aprobar cambios en la materia. Países que tienen instalada una cultura democrática y cuyos estándares de calidad de vida son mucho más elevados. Por eso, no se comprende qué es lo que se pretendió hacer desde el oficialismo cuando se procuró aprobar rápidamente un proyecto que tiene limitaciones, que no recepta mayores adhesiones incluso entre los partidarios del oficialismo.
Quizás se intentó dar una imagen de fortaleza frente a opositores cada vez más enardecidos. Es posible que se haya tenido el propósito de dejar en evidencia la evidente falta de propuestas de la oposición en este tema. Pero en política, forzar las situaciones problemáticas no siempre es conveniente. Menos en la realidad argentina actual.
Afectado por el cimbronazo de la frustración que significó no haber conseguido el objetivo primero, el gobierno nacional analizó la emisión de un Decreto de Necesidad y Urgencia. Una enérgica postura contraria manifestada por Elisa Carrió en una red social desactivó lo que hubiese terminado siendo un error republicano de magnitud. Aunque el análisis exige también preguntarse cómo es posible que las disputas internas del oficialismo se ventilen por Twitter.
En la vereda de enfrente son responsables también de que las cosas hayan llegado a este punto. Fueron funcionales sus actitudes a los grupos extremos y absolutamente minoritarios de la izquierda totalitaria, organizados para generar el caos y a los que nada interesa la vigencia de las instituciones democráticas. Ni una palabra de repudio contra estos vándalos salió de la boca de ningún diputado opositor. Es más, favorecieron la irrupción de los violentos cuando se dedicaron también a organizar la llegada de manifestantes del conurbano profundo, los mismos cuya situación de marginalidad y pobreza no les permite tener opciones, ni ejercer su libertad, siendo denigrados de manera permanente por los punteros que responden a varios de los que sientan, con traje y corbata, en las bancas del Congreso. Todos ellos terminaron festejando como si se hubiese conseguido un título deportivo. ¿La República?, bien gracias.
Mientras el sistema previsional sigue crujiendo y amenaza con llevarse puesto el intento de dar estabilidad y equilibrio a la vida económica nacional, oficialistas y opositores brindaron un espectáculo tan nefasto como repetitivo. La grieta ya es un abismo y la cordura un bien extinguido.