Vientos, incendios y realidad
Es preciso alabar la acción de bomberos de toda la región que se lanzan a dominar las llamas e insisten en que se adopten medidas de prevención. También es necesario advertir sobre las condiciones ambientales y las carencias que se advierten para controlar incendios rurales de magnitud.
Las llamas trepando a alturas gigantescas, los pastizales crujiendo y tiñéndose de negro, el viento que sopla, intenso, donde quiere, la irresponsabilidad de uno o varios que puede generar escenas dantescas. Mientras tanto, pequeñas siluetas humanas se recortan en el campo. Abnegadas voluntades con escasos recursos luchan para someter al fuego desatado.
Estas imágenes -y otras similares- se suceden cada año en nuestra región para esta época. Ha llegado el tiempo de los vientos, de los incendios en los campos y de la realidad que deja al desnudo conductas negligentes o delictivas, ecosistemas muy dañados, instalaciones rurales afectadas, procesos judiciales que nunca se sabe cómo terminan y bomberos debatiéndose entre sus convicciones y la flaqueza de los medios con los que deben lidiar contra las llamas.
Hace pocas jornadas, en la mañana complicada de un domingo, integrantes de los cuerpos activos de Bomberos Voluntarios de Porteña, Freyre y Colonia Valtelina combatieron un importante incendio que se produjo en la zona de eucaliptus, a la vera de la Ruta 1, característico paisaje que se presenta cuando la primera de las localidades asoma en el horizonte. La noticia señala que el trabajo de los Bomberos demandó varias horas, ya que el fuego era difícil de controlar debido al intenso viento norte que soplaba en ese momento y que el fuego pastizales y varios eucaliptus de una amplia zona ubicada desde el camino central que conduce a Colonia Valtelina hacia el sur.
Este ejemplo es posible que se replique con fuerza en toda la región cuando los vientos de fines de julio y agosto adquieran el auge conocido. En una columna editorial reciente, se reflexionaba sobre el asunto señalando que ya se habían presentado siniestros en nuestros campos, pero por fortuna no habían sido de magnitud. Sin embargo, el embate del viento ya desató el primer incendio importante y es lógico suponer que otros eventos incluso dramáticos puedan sobrevenir.
Por ello, es preciso alabar la acción de los bomberos voluntarios de toda la región que, supliendo falencias pero con el ánimo retemplado siempre, se lanzan a dominar las llamas e insisten en que se adopten las medidas de prevención correspondientes. Pero también, aún a costa de caer en lugares comunes, es necesario advertir sobre las condiciones ambientales y las carencias que se advierten para controlar incendios rurales de magnitud. Es verdad que siempre donde hubo fuego, cenizas quedan. Estas últimas generalmente impiden por largo tiempo el renacimiento del verdor y la vida vegetal. Es de esperar que no hagan lo mismo con las promesas de mejor equipamiento para los bomberos y también con los discursos sobre la política ambiental de prevención de incendios en todo el territorio cordobés.