Servicio cívico y educación
Ha generado una intensa discusión se lanzamiento. Apunta a que jóvenes de entre 16 y 20 años, que no estudian ni trabajan, pueden acceder a capacitaciones que se harán en algunos destacamentos de Gendarmería Nacional. Que exista un millón de chicos sin estudiar ni trabajar es un drama social mayúsculo del que alguna dirigencia no se hace cargo y otra parte de ella equivoca los antídotos.
Ha generado una intensa
discusión el lanzamiento del denominado Servicio Cívico Voluntario en Valores,
por medio del cual jóvenes de entre 16 y 20 años, que no estudian ni trabajan,
pueden acceder a capacitaciones que se harán en algunos destacamentos de
Gendarmería Nacional.
Es verdad que se trata de una medida que contaría, según los sondeos, con un alto apoyo popular. Sin embargo, se trata de una iniciativa que contiene aristas polémicas que merecen ser analizadas con detenimiento. La oportunidad de su difusión y las explicaciones brindadas han originado similar controversia que las argumentaciones por las cuales se la rechaza.
En el diario La Nación, el periodista Pablo Sirvén sostuvo, con toda lógica, que el Servicio Cívico en Valores "parece ser uno de esos parches que a nadie termina de convencer del todo porque, por un lado -la gran mayoría-, pensamos que mejor que se haga algo que nada y, por el otro, una minoría muy ruidosa siembra dudas que van de lo razonable a lo absurdo". La coincidencia con esta apreciación debe aportar también reflexiones sobre la vinculación de la iniciativa con la educación.
En este punto, llama la atención que un programa que se dice educativo haya sido lanzado por el Ministerio de Seguridad. Más aún, el argumento de la ministra de esa área es contundente: Bullrich dijo que el Servicio Cívico "viene a trabajar sobre un vacío" que se generó a partir de que "hay un millón de jóvenes que no estudian ni trabajan" y a los cuales "la Educación no les está dando respuestas".
Las palabras de la funcionaria laceran la idea central de que la educación debe ser una prioridad. Porque si Seguridad debe encargarse de ella, ¿para qué existe un Ministerio de Educación? Y si éste no da respuestas a la obligatoriedad del nivel secundario que dispone la Ley Nacional en la materia, ¿no sería el momento de profundizar el trabajo en pos de garantizarla desde el área que corresponde?
Al mismo tiempo, las respuestas de la oposición demuestran similar confusión y son ejemplos de la ficción más cruel. Este programa, cuyo origen no ha sido el mejor tal cual lo expresado, no pretende "militarizar" jóvenes como se acusa sin sentido. Pero además, para tomar solo un ejemplo, las palabras de la senadora nacional justicialistaNorma Durango -de La Pampa-, presidenta de la Comisión Bicameral del Defensor de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes revelan el grado de hipocresía con el que se mueve la dirigencia a semanas de las elecciones. Dijo la legisladora:"La iniciativa del Poder Ejecutivo "es para los chicos que no están haciendo nada, que están en la calle", tras lo cual sentenció: "No queremos chicos fuera del sistema educativo". Su falta de memoria sorprende. Debería recordar la dirigente pampeana que el deterioro educativo más pronunciado de la Argentina se ha dado, fundamentalmente, en las últimas décadas gobernadas por la agrupación política en la que milita.
Que exista un millón de chicos sin estudiar ni trabajar es un drama social mayúsculo del que alguna dirigencia no se hace cargo y otra parte de ella equivoca los antídotos.