Salir a las luces
Las sanfrancisqueñas Virginia Falchini, Ana Stilman y Valentina Macoratti migraron a la Capital Federal para formarse en teatro, persiguiendo una ilusión: actuar en primera.
Por Manuel Ruiz
Buenos Aires (Especial). El estimulo es instantáneo. Cuando uno llega casi sin pensarlo, automáticamente a la avenida Corrientes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los ojos se posan sólos en el monumento blanco, marmolado, que se erige sólo, imponente en el medio de cruce de avenidas bien anchas y de un sinfín de otros edificios grises con mucha más gracia, que son un muestrario de las arquitecturas imperantes del pasado y presente de la ciudad de todos y todas los argentinos.
Ahora es de noche y el Obelisco, anacrónico, se encuentra bajo la luz de más de diez pantallas led de varias pulgadas más que el televisor de casa.
El faro en frente y debajo, un oleaje intenso. La gente va y viene. Sale del vapor con olor a cloaca del subte. Espera el bondi. Busca cartones. Reparte folletos. Entra y sale incesamente de librerías, cafés y pizzerías. Un café, una librería y una pizzería detrás de otra. La gente que va y viene, también espera para entrar, saca sus entradas en las boleterías, a los teatros que ofrecen carteleras tan luminosas que el fulgor impregna en el pavimento de toda la avenida.
Ahí están las caras sonríentes de esos artistas que la tele que vemos nos muestra con tanta periodicidad como nos muestra el Obelisco, tanto hasta que se vuelven nuestros otros monumentos nacionales.
Llueve, es jueves por la noche y los teatros empiezan a llenarse, los luminosos y los no tanto. Los de grandes carteleras y los que van más por el teatro independiente, de esos que también hay muchos.
Son las once de la mañana en el barrio de Palermo. El cielo tiene el color de la lluvia que va a caer más tarde y durante toda la noche. Las actrices sanfrancisqueñas Ana Stilman, Virginia Falchini y Valentina Macoratti, están sentadas alrededor de la mesa del departamento de Stilman.
Las tres llegaron buscando no solo el sueño de ser las actrices del cartel del teatro de calle Corrientes, sino también con el objetivo bien claro de que formarse para emprender ese viaje, es trascendental. De sudar hasta la última gota de pasión en ello para que después venga lo otro.
Ana de 18 años, se estableció hace unos meses en la gran ciudad. Valentina hoy de 20, hizo el mismo paso que Stillman, terminó el secundario en nuestra ciudad y se vino para acá. Virginia tiene 30 y decidió dejar su trabajo, y lo que ella define como su vida, hace dos años y a los 28, bajar del bondi en Retiro suspirar, sonreír y pensar: ya estoy acá.
Virginia
Virginia Falchini (FOTO: Manuel Ruiz)
"Yo a los 16 años empecé a actuar en el Taller Municipal de teatro, me fui a estudiar a Córdoba a los 17, hice un año y después me volví por cuestiones de la vida a San Francisco y estudié para ser maestra y ejercí como maestra. En esa época me aleje del teatro y volví en 2011. Cuando retomé, fue reencontrarme con esa pasión y amor que siento por esto y fue sobretodo no callarlo. Así que empecé a pensar mucho en como podía hacer, porque en San Francisco si bien ahora hay una movida más intensa, hay un techo, como en casi todo. Si queres seguir creciendo, tenes que buscar por otro lado. Pase por unas cuantas cuestiones, que alguno se plantea por la edad, porque yo tenía mi trabajo, y deje todo, deje el trabajo, me empecé a dedicar más de llenó al teatro en San Francisco, y decidí venir acá para profesionalizarme, estudiar y buscar nuevos rumbos. No fue fácil esa decisión, narra Falchini la breve historia de una decisión de vida. Que la ha atravesado por completo y que ahora la tiene enamorada y consciente de que que eso por lo que jugó aquella vez fue lo correcto.
Valentina
Valentina Macoratti (FOTO: Manuel Ruiz)
"Actúo desde los 15. Yo empecé la parte artística por el piano, hice la carrera en el Conservatorio Antonio Berutti en San Francisco, y en un momento empecé de casualidad el acercamiento al teatro, al principio, más a la comedia musical. Cuando termine el secundario sentía, si se quiere inconscientemente que quería dedicarme a esto, estaba el miedo si iba a ser buena en esto, y también las distancias. Yo sabia que si quería dedicarme al teatro tenía que buscar el mejor lugar para formarme, sabía que Buenos Aires era el lugar especifico para esto, la Universidad Nacional de la Artes (UNA), a la que vamos las tres, es la única nacional a nivel país y la más importante a nivel Latinoamérica entonces me vine a apostarle todo a esto, y con el tiempo esa idea romántica de venir a Buenos Aires porque con eso no se hace nada, hay que ponerse a hacer porque sino te quedas en una idea y no sirve. En el teatro hay que hacer, golpear puertas. Antes de venir era todo positivo, a medida que pasan los años me doy cuenta en donde me metí pero a su vez en lo bien que hice en tomar esta decisión. Cada día es un remolino de cosas, es una gran decisión dedicarse a esto", mientras Macoratti cuenta, avisa que se va a emocionar y se emociona. El remolino de las decisiones es constante en Valentina.
Ana
Ana Stilman (FOTO: Manuel Ruiz)
"Yo tenía el sueño de dedicarme a esto, hago teatro desde los 11 años pero cuando llega la hora dudas y tenes que poner todo en el asador y empezar a ver que haces. Yo baraje muchas posibilidades incluso hice una orientación vocacional y me dio ¡teatro! (se ríe). Y me vine, yo ya tenía el apoyo que estaban ellas dos acá, estamos todas en la misma universidad, lo que no es fácil porque hay mucha gente que quiere ingresar, de las cuales ingresan 250 y como dice Vale es un aprendizaje diario el teatro como arte porque tenes que ir aprendiendo de tu vida misma, cada emoción, cada sensación. Mis profesores me dicen que los actores no duermen porque el actor en su casa lee, mira películas: siente todo el tiempo. Es un trabajo constante, que es maravilloso", explica una Ana más irreverente, más desde un: recién llego. Más desde un: acá estoy ciudad grande.
Pararse a sentir
Hablamos de los miedos, de ese Buenos Aires que a los del interior nos cuentan por la tele ("Hay que ver menos tele, porque sino te haces cualquier idea de Buenos Aires", me dice Falchini), de extrañar, de seguridades, de inseguridades, de las diferencias. Y todos los disparadores tienen algo oscuro, pero siempre las respuestas de las tres terminarán diciendo que la diversidad producto de la densidad poblacionaol termina siendo para ellas, para la actrices, un escenario perfecto, una puesta teatral constante, una película que siempre regala una secuela buena "Acá podes sentarte a ver y sacas escenas de todos lados. Es todo el tiempo, y esta buenísimo porque de repente estas en el subte o estas en un parque y la gente es muy libre acá, eso es lo lindo, eso es lo que tiene encantador que al ser tantos y al ser tan grande la ciudad, y que haya oportunidades de todo lo que se te ocurra, te senis muy libre de ser quien sos sin ningún tapujo, entonces ves escenas que etan buenísimas y que por ahí son super shockeantes. Más de una vez me encuentro sentada en algún lugar y viendo como si todo fuera una obra o una escena de película, ilustra Falchini.
Y Macoratti se pliega: "Es intenso. Podes descansar, pero igual te lleva. Quizás porque la tarea del actor sea observar todo, todo el tiempo, las miradas, las reacciones. Estas constantemente recibiendo estímulos, tiene que ver con lo que estudiamos, pero es algo que se da naturalmente. Es difícil descansar. Uno mira con otra mirada".
Fracasar con alegría
La frase no es mía, ni de ninguna de ellas tres, es de una profesora de la UNA de Macoratti, ese universidad donde las tres se forman y de la que comen teatro y estímulos y sensaciones todos los días. Hablamos de lo que están haciendo allá. Virginia cuenta que termino hace poco una obra de teatro que estuvo un año en cartelera, Macoratti cuenta sus experiencias como extra en películas y que ahora ha encontrado en las fotos y los videos, una nueva forma de actuación que disfruta y Ana explica que recién llega y que "Las Brujas de Salem", que esta tarde noche se repondrá en el Teatrillo será probablemente la última obra que haga en San Francisco durante un largo tiempo porque"no se puede estar en los dos lados" y así focalizarce en las ofertas de la gran ciudad o en una obra que comenzaron a preparar con Falchini. No hay miedo al fracaso, hay miedo quizás a no intentarlo, a no golpear las puertas, pero no temor a que esas puertas no se abran.
Es hora de bajar las escaleras del Subte D en Scalabrini Ortiz y Santa Fe, el movimiento de gente es tranquilo, voy a llegar en poco tiempo a Callao y Corrientes, voy a salir a la superficie, las marquesinas todavía tienen las luces apagadas, la gente va y viene y pienso en algo que Virginia repitió varias veces durante la entrevista: "Acá tenes la libertad de hacer y ser quien sos, sin ningún problema".
Eso debería aparecer en los folletos para turistas. Porque la libertad es ese mecanismo que permite que no haya miedos o que los miedos sean una sensación más, una escena más, de la obra de Ana, Valentina y Virginia.