Otra vez la tragedia en la ruta
Si bien es verdad que en determinadas rutas los controles brillan por su ausencia, también es cierto que en los últimos años la Gendarmería y las policías camineras han intensificado los operativos en algunas regiones del país. Pero parece que no es suficiente.
La última tragedia vial ocurrida en Mendoza que segó la vida de 15 personas -la mayoría jóvenes- devuelve a la primera plana de la vida nacional la dramática estadística de muertes en las rutas del país, muchas de ellas como consecuencia de la negligencia, de la irresponsabilidad y de la omisión consciente de las normas de tránsito.
Además, de comprobarse el informe de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (Cnrt), la gravedad de la situación alcanzaría una magnitud que agravaría considerablemente el ya dramático panorama. En efecto, este organismo difundió que el colectivo protagonista del accidente no estaba oficialmente habilitado. Se informó que había sido dado de baja en diciembre del año pasado y que en su viaje desde el Conurbano bonaerense a la provincia cuyana "tomó rutas alternativas para evitar los controles". Para peor, se aseguró que la documentación del vehículo estaba adulterada y en alguna parte era falsa.
Semejante listado de irregularidades no habla de otra cosa que irresponsabilidad mayúscula por parte de los responsables del transporte, que se suma a la larga lista de conductas anómalas que se suceden en todos los rincones del país y provocan centenares de muertos y heridos. Específicamente, Mendoza ha sido escenario otra vez de un dantesco espectáculo de muerte y dolor. Vale recordar aquí que en el pasado mes de febrero 19 vidas se perdieron tras el vuelco de otro ómnibus de larga distancia.
De comprobarse, repetimos, todas las informaciones provenientes del organismo que regula el transporte en el país, estamos frente a un largo collar de situaciones irregulares, que se suman a la pésima infraestructura vial y a la carencia de sensatez, además de la falta de controles por parte de los organismos competentes. Y también a la falta de explicaciones coherentes por parte de los involucrados en relación a las causas que determinaron el tremendo accidente.
Sorprende que un ómnibus que supuestamente no estaba en condiciones de circular haya cruzado el país evadiendo todos los controles. Porque si bien es verdad que en determinadas rutas éstos brillan por su ausencia, también es cierto que en los últimos años la Gendarmería y las policías camineras han intensificado los operativos en algunas regiones del país. Pero parece que no es suficiente.
A riesgo de caer otra vez en lugares comunes, el dolor de esta nueva instancia trágica obliga a repensar las actitudes de todos y reclamar que definitivamente se encare como política de Estado la educación vial desde la familia y la escuela, así como controles más efectivos y penas más duras para quienes osan ignorar las normas que rigen en la materia.