Ola polar y prioridades
Aunque sea trascendente para el país que sus aeropuertos funcionen como corresponde, lo primero es proteger a los sectores más vulnerables, a los que sufren diariamente las consecuencias del frío extremo por no contar con las posibilidades de enfrentarlo debidamente.
Como hace muchos años, la Argentina ha sentido los efectos de una ola polar que irrumpió con fuerza en todo el territorio nacional. A la bucólica imagen de los poblados nevados, tanto en la cordillera como en otras regiones del país debe contrastarse también el negativo efecto de estos fenómenos climáticos para la vida cotidiana.
La primera escena que los medios han reflejado tuvo como epicentro los aeropuertos. En pleno período de receso escolar de invierno y con numerosas familias que programaron vacaciones para esta época, el tiempo determinó el cierre de numerosas estaciones aéreas y, con ello, la cancelación de los vuelos. Los inconvenientes que esto originó fueron evidentes. Y quedó al descubierto, una vez más, la imprevisión típicamente argentina, puesto que se demoraron bastante las tareas de reacomodamiento para que el transporte aéreo volviese a funcionar normalmente.
Las informaciones sobre la ola de frío no tuvieron la misma frecuencia para retratar los dramas humanos que se generan en los sectores más vulnerables de la población. En San Francisco, algunos convecinos salieron a pedir ayuda por los domicilios en virtud de que no tenían recursos para afrontar el costo del gas envasado por ejemplo. Esto reflejó la existencia de problemas muy serios debido a la imposibilidad de acceder a métodos de calefacción adecuados por parte de numerosas familias de la ciudad.
Es en estos sectores donde la ola polar provoca estragos serios. La falta de infraestructura queda en evidencia y solo es paliada por algunas medidas como la de subsidiar el precio del gas en garrafas, lo que no siempre ha dado buen resultado y que ha sido motivo también de reclamos enérgicos ante los abusos de algunos inescrupulosos que lucran con las necesidades de la gente.
En un país donde, por momentos, las prioridades se subvierten, los obstáculos del frío polar no determinan un orden lógico de acción. La indiferencia es patente en todos los ámbitos y la falta de previsión alcanza una magnitud que genera trastornos de todo tipo. Pero aquellas prioridades deben tener un orden racional. Es verdad que los aeropuertos deben contar con recursos e infraestructura para hacer frente rápidamente a los caprichos del clima. Y que las empresas aéreas así como los concesionarios de las estaciones deben velar para que los pasajeros no sufran los problemas que se reflejaron en todas las imágenes de estos últimos días. Pero es fundamental entender que otros sectores de la población argentina viven odiseas mucho más graves que, incluso, ponen en peligro la vida al no acceder a métodos de calefacción convenientes para atravesar los fríos extremos.
Más allá de las buenas intenciones y de algunos intentos de asistencia estatal o de entes no gubernamentales, es preciso tomar conciencia de cuáles son las acciones prioritarias ante la ola polar. Sin dudas, aunque sea trascendente para el país que sus aeropuertos funcionen como corresponde, lo primero es proteger a los sectores más vulnerables, a los que sufren diariamente las consecuencias del frío extremo por no contar con las posibilidades de enfrentarlo debidamente.