Navidad
Que el Nacimiento de la Navidad sea el émbolo generador de la esperanza, para dejar atrás una época incierta y dolorosa. Para descorchar el nacimiento de un tiempo nuevo.
Es nacimiento. Para la cristiandad, del Salvador, con todas las tradiciones religiosas que han perdurado a través de las generaciones. Para la humanidad, de un tiempo nuevo signado por principios que nunca deberían dejar de manifestarse en cualquier comunidad y que, durante algunos períodos, fueron vapuleados por la soberbia y la ignominia.
Con la humanidad golpeada como en pocas oportunidades por una enfermedad que trastocó todas las experiencias conocidas, la Navidad asoma como una oportunidad propicia para plantear la importancia de los valores sociales y la posibilidad de que se permita su renacimiento.
La religiosidad de nuestro pueblo se mantiene, aun cuando algunas costumbres hayan cambiado. Por ello, resulta sencillo comprobar que, más allá de la creencia religiosa, la cultura se ha encargado de afianzar a la Navidad como un eslabón central en la trama de relaciones sociales, generando vínculos entre las personas que determinan un modo social propio, en el que puede encontrarse sentido a la vida.
La realidad a la que se enfrenta la humanidad incluso ha determinado que se hayan morigerado las apelaciones al consumismo. La situación socioeconómica no permite grandes erogaciones en vastos sectores de la ciudadanía. La percepción es que no hay tampoco gran ánimo para avanzar en actitudes meramente consumistas. Al mismo tiempo, la enorme incidencia de la pandemia en la vida cotidiana durante este año ha obligado a la introspección, al pensamiento más profundo alejado de la vertiginosidad. Una reflexión que posibilita el retorno de simbolismos que parecían haber perdido significado en la vorágine de los centros comerciales atestados y el culto al consumismo.
Es posible que no sea una reunión masiva la de esta Nochebuena. Así lo aconsejan las autoridades sanitarias. También es factible que su estética esté dominada por el contacto mediante pantallas con algunos seres queridos que no pueden participar como siempre. No obstante, pese a la merma de abrazos y contactos estrechos, el aislamiento permitirá tomar algo de distancia. Comprender, en algún caso, que lo mundano y comercial no es lo central de una festividad tradicional. Atender a nuevas maneras de festejo que se alejan de los excesos y las arbitrariedades y devuelven la sencillez, la espontaneidad y la fraternidad entre los hombres.
Quizás entonces, la Navidad esté recobrando el verdadero significado de aquello del Nacimiento. Del Salvador para los creyentes. De una vida más plena y humana para los pueblos. La pandemia nos ha hecho reflexionar sobre el sentido de la existencia del hombre. Existencia sustentada en valores que la Navidad siempre ha expresado en nuestra cultura. Están enraizados con nuestra forma de ser, de ver la realidad y de actuar. Que el Nacimiento de la Navidad sea el émbolo generador de la esperanza, para dejar atrás una época incierta y dolorosa. Para descorchar el nacimiento de un tiempo nuevo.