Menores, nocturnidad y derechos
Un par de clausuras de locales de diversión nocturna en la ciudad disparan consideraciones en torno a una problemática que parece no encontrar coto: la de la actividad nocturna en la ciudad y su vinculación con la protección de la vida y la salud de los adolescentes.
Un par de clausuras de locales de diversión nocturna en la ciudad debido a la presencia de menores en su interior disparan consideraciones en torno a una problemática que parece no encontrar coto: la de la actividad nocturna en la ciudad y su vinculación con la protección de la vida y la salud de los adolescentes.
En una semana, dos boliches fueron clausurados por Policía Municipal cuando se comprobó que en su interior se hallaban menores de edad, algo que no está permitido en las ordenanzas vigentes. Los operativos demostraron la necesidad de encontrar el camino para un debate sobre los derechos de la niñez y adolescencia, su protección y los perjuicios que la nocturnidad y la venta de alcohol indiscriminada -por ejemplo- suponen para ellos.
De épocas en las que las restricciones eran absolutas, se pasó una permisividad preocupante. Por ello, se impone colocar las cosas en su justo lugar y encontrar el equilibrio con el solo objetivo de preservar a nuestros adolescentes. Por ley no pueden estar a altas horas de la madrugada en boliches, y menos consumiendo alcohol. Por sentido común, debiera implementarse el mismo criterio. Pero en la actualidad, ni la ley se cumple cabalmente, ni el sentido común es un faro orientador. Por ello, son bienvenidos los operativos llevados a cabo en la ciudad, porque parece colocarse el asunto en su lugar.
El debate social sobre esta problemática no es exclusivo de San Francisco. En la provincia de Buenos Aires, la gobernadora fue duramente criticada porque vetó una modificación al artículo 9° de la Ley de Nocturnidad vigente en ese distrito por la cual los legisladores pretendían la presencia de jóvenes de entre 14 y 17 años en los locales bailables.
En el texto la norma afortunadamente no promulgada, reinaba la hipocresía. Por un lado se promovía la nocturnidad de los adolescentes, aunque tenían prohibido consumir alcohol y debían llevar una "pulsera de vigilancia". La carencia de sentido común es evidente: porque se ampliaba el margen de tolerancia en los horarios y en la mezcla de adolescentes con mayores de edad pero se guardaban las formas a la hora del consumo de bebidas, como si los menores no conocieran que pueden conseguir alcohol en cualquier lado para sus "previas", alentados por padres irresponsables y por comerciantes que miran para otro lado ante la pasividad del Estado.
Entonces, la idea de los legisladores bonaerenses era adoptar una norma "políticamente correcta" para los tiempos que corren, en desmedro evidente del resguardo de los derechos de los menores de edad. Con las diferencias del caso, algo similar está ocurriendo por esta geografía. Habla mal de una sociedad que la ampliación de derechos de los adolescentes lleve a situaciones en las que se pone los coloca en situación de peligro o vulnerabilidad. No es desmesurado señalar con claridad que, aunque la falsedad social pretenda que actúen como adultos, siguen siendo chicos.