Evocación para reafirmar los valores de la República
Si algo se ha conseguido a lo largo de estos casi 40 años de vida democrática en el país es la convicción de que la vigencia de las instituciones constituye el reaseguro más sólido para que el pasado sangriento no se repita.
El Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia nos permite rememorar algunos acontecimientos lamentables y dolorosos de nuestra historia reciente. El recuerdo obliga a reflexionar sobre los acontecimientos vividos. No para relatarlos secamente, sino para establecer sustanciales diferencias con el presente y proyectarlas hacia el futuro.
En este contexto dominado por discrepancias que parecen insalvables en la concepción de la vida social y de la acción política, conviene repasar aquellos acontecimientos en los que se habían exacerbado hasta el límite estas diferencias. Tanto que el derecho a la vida, el más sagrado de todos, se cercenó de manera drástica en un cuadro de violencia extrema, falta de Justicia y de libertad, entre otras variables lamentables que se evidenciaron en aquella terrible época. Es también una fecha para recordar que la Argentina fue uno de los países que más avanzó en la región con la condena al terrorismo de Estado. Sin embargo, por exceso o por defecto, para algunos sectores este logro de la política argentina no parece ser una circunstancia favorable.
Durante muchos años en nuestro país la violencia política fue el denominador común. Comenzó con los secuestros y asesinatos cometidos por quienes abrazaban un tipo de violencia revolucionaria y formando organizaciones clandestinas de signos ideológicos extremos. Y se exacerbó con el drama que se instaló a partir del 24 de marzo de 1976, cuando un sector de las fuerzas armadas, acompañado de parte de la sociedad civil, a través de un golpe, tomó el poder y generalizó la represión ilegal a fin de identificar y asesinar a personas supuestamente comprometidas con la subversión. Extendió la perversa lógica de la violencia y la clandestinidad al Estado con lo que agravó notablemente esa espiral de sangre derramada entre hermanos y sumió al país en un escenario trágico.
En esta fecha, por lo tanto, se hace notoria la necesidad de establecer el profundo contraste entre la violencia política y el terrorismo de Estado con la democracia, la república y la vigencia de la Constitución. Asumiendo este espíritu, la evocación cobra real sentido. Porque, si algo se ha conseguido a lo largo de estos casi 40 años de vida democrática en el país es la convicción de que la vigencia de las instituciones constituye el reaseguro más sólido para que el pasado sangriento no se repita.
Cualquier intento de malversar los principios democráticos sería así rechazado por la mayoría de la ciudadanía. Y esto va desde la intención de construir un discurso único sobre todas las facetas de la vida nacional, como también a cualquier intento de menoscabar la vigencia de los valores que la Constitución establece desde su Preámbulo: unidad, justicia, paz, defensa común y libertad para "nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino".