El impacto del complejo agroindustrial
Casi la mitad de los fondos ingresados al país en el primer semestre del año provienen de este sector, pese a la mayor sequía en medio siglo. La apuesta siempre pasa por potenciar las bondades del suelo argentino y la cultura del trabajo del productor agropecuario.
Cuatro de cada diez dólares exportados
por Argentina durante el primer semestre del año se explican por la producción
de los complejos oleaginosos y cerealeros, que mantiene su liderazgo en materia
de envíos al exterior, de acuerdo con un informe de la Bolsa de Comercio de
Rosario (BCR).
Los datos de un exhaustivo informe confirman la potencialidad del agro argentino que generó ingresos por 12.687 millones de dólares, un 43 por ciento del total vendido al exterior, pese a que el sector sufrió los efectos de la peor sequía de los últimos 50 años. De ese modo se comprende cabalmente la trascendencia que el ámbito rural tiene para la economía nacional. Es su verdadero motor y ahora, cuando las condiciones climáticas parecen ser favorables, se constituye en la esperanza primera para que la recuperación de la actividad se concrete en algunos meses.
El documento de la Bolsa de Comercio de Rosario señaló que "en el primer semestre de 2018 las exportaciones argentinas ascendieron a 29.822 millones de dólares, esto es 5,5 por ciento por encima del volumen registrado a igual fecha del año pasado". Si los despachos se clasifican por complejo exportador, el ranking fue liderado por los sectores oleaginosos y cerealeros, "quienes en conjunto originaron ventas al exterior por 12.687 millones de dólares, incluso en el marco de una feroz sequía que diezmó la producción", se indicó.
En orden de importancia, siguen el sector automotor, la minería, el petrolero-petroquímico, el sector bovino, las frutícolas y el pesquero. Pero los números que se manejan están lejos de la cifra aportada por los productos de la agricultura. Si a los cereales y oleaginosas se les suman la ganadería bovina (que generó 1.778 millones de dólares) y la fruticultura (1.076 millones de dólares), puede advertirse que la agroindustria, en realidad, representó casi la mitad de las exportaciones argentinas en el primer semestre de 2018.
No es un dato nuevo. Pero es un reflejo de una situación que merece ser tenida en cuenta por quienes diseñan estrategias macroeconómicas y procuran que la producción vuelva a tener índices aceptables en el país. El potencial del campo es conocido. La vocación de trabajo del productor agrícola se mantiene intacta. Su perenne compromiso con la tierra está fuera de cualquier discusión. Sin embargo, en los escritorios estatales de las grandes ciudades continúan las alquimias para achicar déficits monstruosos con el aporte del sector rural.
En este marco, no se puede soslayar el impresionante dato de que casi la mitad de los fondos ingresados al país en el primer semestre del año provienen del complejo agroindustrial, pese a la mayor sequía en medio siglo. Porque el impacto del campo y la industria vinculada directamente con la producción es más que significativo. Como siempre, más allá de las discusiones ideológicas y de las teorías económicas, la apuesta siempre pasa por potenciar las bondades del suelo argentino y la cultura del trabajo del productor agropecuario.