"El coronavirus es un golpe al narcisismo de la humanidad"
"Los héroes de esta epopeya son los médicos y enfermeros que ofrecen su cuerpo en la lucha", asegura Daniel Lutzky.
La llegada del coronavirus, una pandemia de extensión planetaria que mantiene en condiciones de asilamiento sanitario a un tercio de la población mundial, es posiblemente el primer gran acontecimiento que marca el inicio del Siglo XXI como una era de particularidades propias y que "inaugura un quiebre con toda una forma de vida", detalló a Télam Daniel Lutzky.
Titular de las cátedras de Psicología y Comunicación, de la carrera de Ciencias de la Comunicación y de Comunicación y Cultura Política, de Ciencias Políticas, ambas de la Universidad Nacional de Buenos Aires, Luztky trabajó en la campaña presidencial de Francois Miterrand de 1981, fue asesor de Raúl Alfonsín durante su Gobierno y uno de los primeros en introducir el método de las encuestas cualitativas en el diseño de campañas políticas en el país.
"Está muy claro que la aparición del coronavirus inaugura una fractura que hace rato no sucedía, un quiebre en relación con toda una forma de vida y una serie de cuestiones que parecían que funcionaban por sí solas como modelos de sociedades establecidas", destacó.
-¿Podemos pensar que estamos ante el primer gran acontecimiento del Siglo XXI?
Sin duda, el coronavirus es un golpe al narcisismo de la humanidad, a la creencia establecida y segura que teníamos todos de que las cosas eran como eran, y que eso garantizaba la estabilidad del sistema y la cultura de cada sector del mundo
-¿Esto qué efectos tiene?
Este tipo de golpes ponen en cuestión cosas que son muy básicas y esenciales de cómo se vive y cómo se construyen los imaginarios comunes, la forma en la que una sociedad decide qué hay que hacer, qué es la verdad, qué es lo bueno y qué es lo malo, cosas básicas que todo imaginario social tiene que construir para constituirse como sociedad.
-La misma coyuntura está planteando cuestiones éticas complicadas.
Hay en juego cuestiones éticas esenciales, como quién tiene derecho a vivir y morir, como se está planteando -de algún modo- en Italia y España en el sentido de si ante la escasez de respiradores hay que decidir si corresponde a alguien mayor o tengo que reservarlo para una persona joven. Esa es una pregunta que impone un quiebre ético en relación con las preguntas más esenciales de Occidente. Uno se pregunta si no hay un cierto "gerontocidio", si aquellos que tienen cierta edad no tienen derecho a vivir, en sociedades, justamente, envejecidas porque han alargado las posibilidades de vivir de la gente.
En algún país europeo decidieron que, aun teniendo respiradores disponibles, a las personas de cierta edad no se las interna y lo mismo pasa a nivel de las relaciones entre países, donde Alemania se niega a vender a España respiradores que le sobran y que la otra necesita; en estos momentos la visión de una Europa unida como un solo territorio compartiendo reglas comunes se empieza a quebrar.
-¿Hay también héroes en medio del desastre?
Los héroes de esta epopeya son los médicos y enfermeros que ofrecen su cuerpo en la lucha, son los que pueden sostener la salud de todos en esta situación. No se trata de un héroe estatal, no es una organización o una forma de organización, sino personas de carne y hueso que están en la trinchera. La solidaridad tiene su expresión en gente aplaudiendo en las ventanas a héroes que no son construidos por las redes sociales
-Los Estados, o el sistema que gobierna sobre los Estados, también parece haber quedado en jaque.
Evidentemente hay una caída de modelos exitosos que parecían estables. Entiendo que después del coronavirus vamos a plantearnos qué tipo de Estado queremos, cuáles deben ser sus prioridades. El coronavirus, de algún modo, pone en cuestión a los Estados actuales. Después de la epidemia va a quedar una pregunta abierta en relación con esto y no en un país o una región sino en todo el mundo, porque es la primera vez que estamos ante un fenómeno absolutamente global.
-¿Algo deja de funcionar?
La creencia funciona cuando nos saca de nuestra individualidad, de la angustia fragmentaria del existir y nos introduce en una sensación de pertenencia. Pero si las cuestiones básicas de la ética están en interrogación, uno podría preguntarse si no va a surgir un nuevo tipo de imaginario en la humanidad, en qué vamos a creer; en ese sentido decía que es un golpe al narcisismo de la humanidad, porque la pandemia no solo demuestra que los Estados no pueden protegernos sino porque las cosas en que creíamos parecen no estar funcionando.
-¿Y de qué manera se va construyendo ese nuevo imaginario?
Las formas en que las sociedades hacen esas construcciones dependen de una experiencia y una evolución propias, no de una inyección de información que venga de afuera ni tampoco de la tecnología. La información es interpretada en función de un recorrido propio, ni siquiera con la big data más exacta se puede calcular hacia dónde va a evolucionar el imaginario social. En la actualidad, hay una sobrevaloración de la tecnología, no en el sentido de que es una aplicación para resolver problemas, sino como elemento decisivo en la evolución de los imaginarios sociales. Y hay una infravaloración de las culturas sensibles comunes y un menosprecio de las subjetividades.
Estamos mirando demasiado qué pasa en las redes sociales pero mirando poco a las personas que miran esas redes sociales.