Córdoba sin festivales
Más allá de todas las peripecias vividas y las suspensiones que afectan y mucho a la provincia, el folklore tiene raíces profundas. Por ello, quizás un año sin festivales no alcance a hacer mella, independientemente de las consecuencias económicas. Porque, en definitiva, como lo sentenció hace ya mucho Mercedes Sosa, "así es nuestro folklore, cuando le crece el silencio, la boca del pueblo la sale a cantar."
La Argentina vive una temporada de verano totalmente atípica. Al igual que en el resto del mundo, la pandemia ha trastocado la normalidad y determinado que situaciones y eventos normales para esta época del año desaparezcan de los calendarios y cronogramas. Así, por ejemplo, los tradicionales festivales que en enero pueblan los distintos rincones geográficos de nuestra Córdoba no se realizarán, con la consiguiente pérdida económica y también el retroceso cultural que ello implica.
Lo cierto es que las movilizaciones masivas que generan festivales como los de Jesús María y Cosquín podrían generar inconvenientes de orden sanitario que son difíciles de superar, por lo que la no realización de estos eventos asoma como la decisión más lógica en el actual controvertido contexto dominado por la pandemia.
Ello no quita que todas las comunidades que organizan los tradicionales festivales de nuestra Córdoba no sufran las consecuencias de su no realización. La incertidumbre domina la escena y el golpe es muy fuerte puesto que llega luego de un año recesivo y en el que la actividad económica ha sido muy errática. Por ejemplo, Cosquín triplica su población durante las nueve lunas del festival. Mientras que Jesús María utiliza las ganancias para ayudar a las escuelas, las que también padecerán esta situación.
De todos modos, los organizadores de los dos espectáculos masivos más convocantes fueron prudentes y acataron la sugerencia provincial de no realizar los festivales de manera presencial. La salud de la población es un valor al que debe dársele la trascendencia que corresponde y, ante ello, su cuidado es responsabilidad de todos, no solo de los gobernantes. No obstante, que en 2021 no haya noches de "color y coraje" o que las lunas de Cosquín no brillen, no significa la muerte de la danza y la música tradicionales argentinas.
Ante todo, será importante no perder el sustento cultural basamento de todos los festivales. Puesto que forman parte del acervo de nuestro pueblo y configuran su identidad. Nuestra Patria es una suma de culturas particulares y territoriales que se reúnen cada año en las expresiones festivaleras más importantes, por lo que debe encontrarse alguna manera de generar aunque sea expresiones virtuales o mediáticas que posibiliten que el espíritu festivalero no se pierda o no se vea dañado de manera irremediable.
Más allá de todas las peripecias vividas y las suspensiones que afectan y mucho a la provincia y a sus localidades, el folklore tiene raíces profundas. Por ello, quizás un año sin festivales no alcance a hacer mella, independientemente de las consecuencias económicas que se verificarán. Porque, en definitiva, como lo sentenció hace ya mucho Mercedes Sosa, "así es nuestro folklore, cuando le crece el silencio, la boca del pueblo la sale a cantar."