Vivir sin agua potable en tiempos de pandemia
Los sintecho, el coronavirus y el dengue: la cuarentena imposible de quienes la "pelean" día a día. Para cuatro hombres que viven en las inmediaciones del ferrocarril la única posibilidad de contar con el recuso está a 70 metros. Ernesto, albañil, debe comprarlo y pagar cinco veces más que sus vecinos en La Milka. Dos historias.
Para los sectores más postergados se hace imposible el distanciamiento social obligatorio, el #QuedateEntuCasa. Al problema habitacional se agrega el drama de la infraestructura, principalmente, la falta de agua corriente, lo que imposibilita poder lavarse las manos -a cada rato, como recomiendan- o higienizarse.
Les preocupa el coronavirus, pero también el dengue. La mayoría vive de las changas y la cuarentena los dejó sin su único ingreso.
En el sector sureste de San Francisco, en inmediaciones del predio del exferrocarril Belgrano, un grupo de vecinos sin techo cuidan su salud con medidas precarias y con la ayuda de manos solidarias. La posibilidad más cerca de acceder al agua está a 70 metros, en un pico público desde el cual la extraen y luego la almacenan en tachos, baldes o bidones.
En barrio La Milka, para Ernesto Borgeat, un albañil de 68 años, la única forma de consumo e higienización que tiene es comprando agua cada 20 días y pagar cinco veces más que sus vecinos por no estar conectado a la red.
La cuarentena imposible de los sintecho
Carlos Luna (47 años), Diego Díaz (38 años), Alberto Couste (56 años) y José Luis Fernández (49 años) son cuatro amigos que se unieron para sobrellevar las dificultades de vivir en la calle.
Juntos habitan una pequeña tienda improvisada con troncos, chapas y telas ubicada bajo un frondoso árbol que les aporta una sombra reparadora, a metros de las vías, en la intersección con calle Echeverría.
Llegaron hasta allí luego de que haber vivido en los vagones hasta que hace un par de años y decidieron armar ese refugio que no se parece a una casa, pero es su hogar.
Las medidas que restringen la circulación les impide salir a recoger cartones y de esa manera obtener recursos para vivir. Ellos igual lo intentan, pero apenas salen a la calle son advertidos por los controles de las fuerzas de seguridad de que tienen que volver "a su casa", como si tuvieran una donde refugiarse.
Ya no pueden salir a hacer changas, se quedaron si el único ingreso y la radio que les hacía compañía, sin pilas
A 70 metros, la única posibilidad de agua
Encontrarlos solo requirió de ir hasta su precaria morada y cuando se percataron de la llegada de LA VOZ DE SAN JUSTO no dudaron en contar cómo viven en este momento tan difícil.
Tenían ganas de charlar y compartir su historia que no está exenta de los lógicos padecimientos que trae aparejada la pobreza.
Son conscientes de la importancia que tiene una correcta higiene para evitar el contagio del virus pero también saben que no cuentan con los elementos necesarios para plantearle una pelea de igual a igual a este enemigo invisible.
En tiempos de aislamiento, para los grupos más vulnerables encontrar agua corriente y jabón puede ser misión imposible.
Para obtener agua deben caminar los 70 metros que separan el lugar donde viven de un pico desde el cual la extraen y luego la almacenan en tachos, baldes o bidones. Eso no solo sirve para beber sino también para higienizarse y lavar las pocas pertenencias que poseen.
"Nosotros estamos sin poder trabajar así que no podemos comprar nada. La gente nos trae un poco de lavandina o detergente que racionamos mucho porque no sabemos bien cuándo vamos a volver a tener", relataron.
"No sabemos lo que es el alcohol en gel"
Mientras el alcohol en gel desaparece de las góndolas de supermercados y farmacias, en una suerte de arrebato impulsivo de la gente desde que la pandemia lo cambió todo, estos cuatro amigos están muy lejos de acceder a este producto que se volvió un imprescindible en los hogares.
"Nosotros no sabemos lo que es el alcohol en gel", respondieron con total sinceridad al tiempo que explicaron que para higienizarse usan agua con lavandina y detergente que ponen en un recipiente. "Cada vez que vamos al baño nos lavamos, volvemos a cambiar el líquido y así seguimos", explicaron los recaudos que toman.
La única posibilidad de obtener agua está a unos 70 metros, en un pico público
Los mosquitos, otro problema
Al estar a la intemperie, rodeados de amplia vegetación y en un lugar donde abundan los residuos, ven en el dengue otro riesgo.
Uno de ellos fue a buscar repelente que le dieron en Acción Social del municipio para combatir los mosquitos que donde viven abundan. Además la gente que pasa siempre les alcanza algo también.
Cuando el repelente empieza a escasear no les queda otra salida que quemar algún trapo viejo para que el humo sirva para ahuyentar los mosquitos. "Eso dura un rato pero después avanzan de vuelta. Hay momentos del día en que no se puede estar por la cantidad de mosquitos", relataron.
Carlos Luna: "Tenemos mucho miedo de enfermarnos. Gracias a Dios todavía no hay muchos casos de coronavirus por acá aunque el dengue también preocupa mucho porque cada vez hay más".
"Tenemos mucho miedo de enfermarnos"
La fragilidad y la falta de recursos los mantiene alertas. Ellos saben bien que se están exponiendo a dos peligros que les pueden causar mucho daño.
"Estando acá tenemos mucho miedo de enfermarnos", reconocieron para luego señalar que "gracias a Dios todavía no hay muchos casos de coronavirus por acá aunque el dengue también preocupa mucho porque cada vez hay más".
Hasta hace poco se mantenían informados sobre el avance del coronavirus escuchando la radio, una vieja Sony que los tenía al tanto de las novedades hasta que se le acabaron las pilas. Ahora solo se enteran de las noticias por comentarios que les acercan las personas que los visitan.
A los sintecho se les complica cumplir con
las acciones preventivas
Esperanzados en cobrar el IFE
Desde que surgió la posibilidad de cobrar 10.000 pesos a través del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) de la Anses, Carlos, Diego, Alberto Couste y José Luis se ilusionaron con poder acceder ellos también a esa ayuda que les permita mejorar, al menos por unos días, su calidad de vida.
Iniciaron los trámites pero aún no tienen certeza de poder cobrarlo. "Estamos esperando poder ir al banco y preguntar cómo hay que hacer para cobrar. Hasta ahora no hemos podido cobrar, esperamos que en la semana nos llegue el dinero", dijo Carlos.
Unicef advirtió que en el mundo 3.000 millones de personas
(el 40 % de la población mundial) no tienen forma de lavarse las manos, la
principal medida de prevención para contrarrestar la pandemia del coronavirus. Si bien lavarse las manos con agua y jabón es una acción
cotidiana, barata y efectiva para protegerse para muchos es imposible. De
hecho, solo tres de cada cinco personas en el mundo pueden llevarla
efectivamente a cabo. Este servicio básico y derecho universal tampoco está
garantizado para todos por igual en San Francisco. Los viejos picos de Obras
Sanitarias que sobreviven ayudan a que esas personas tengan un lugar donde ir a
buscar pero esa no es la solución y menos cuando hay enfermedades que con el
lavado de manos pueden prevenirse.Un derecho universal que no se garantiza a todos
Para Ernesto Borgeat, en La Milka, el
agua es un lujo
Hace varios años cuando en la ciudad no había agua potable en cada casa, los vecinos llevaban sus baldes hasta los picos para tener en casa y aunque después la red del servicio se extendió y la mayoría de las viviendas tuvieron conexiones propias, quedaron algunas excluidas que deben comprar agua o sobreviven de los picos que no se perdieron.
Actualmente, para el albañil de 68 años, Ernesto Borgeat, la única forma de consumo e higienización que tiene es comprando agua cada 20 días y pagar cinco veces más que sus vecinos por no estar conectado a la red en barrio La Milka.
Él es el único vecino de su cuadra en Juan Díaz de Solis al 200 que no tiene el servicio y a pesar de eso, el hombre tiene una deuda de más de $9.000 con Amos.
Ernesto está solo en su casa y en tiempos de pandemia es celoso del agua que utiliza porque es consciente de lo que cuesta conseguirla. "Hoy son días para tener las manos en el agua y no tener este servicio hace que mi vida sea más complicada. Estoy solo y me la vengo aguantando bastante bien", contó a LA VOZ DE SAN JUSTO.
Ernesto debe comprara agua cada 20 días y pagar cinco veces más que sus vecinos del barrio
Ernesto reconoció que es muy cuidadoso con su higiene en estos tiempos pero admitió que lo hace a su tiempo. "Paso los pisos y lavo los platos día por medio siempre con lavandina con agua que saco del baño; uso alcohol puro y no en gel porque creo que es mejor y si salgo a hacer un mandado, uso barbijo", aseguró.
"El coronavirus nos está enseñando a ser más higiénicos que antes", reflexionó Borgeat.