Trump: inmigración e hipocresía
Es conocido el discurso contra la inmigración que pregona el presidente de los Estados Unidos. Pese a ello, días atrás medios periodísticos informaron que en sus emprendimientos, la fuerza laboral está formada en gran parte por inmigrantes. Ante semejante demostración de hipocresía, es difícil comprender cómo Trump puede mantener su discurso sin que siquiera aparezca algo de rubor en su rostro.
Conocido es el fuerte discurso contra la inmigración que pregona
el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Su cruzada para
construir el muro fronterizo con México, sus altisonantes continuas declaraciones relacionadas con la necesidad
de cerrar el ingreso de extranjeros a su país y las acciones -algunas muy
controvertidas- contra personas de origen foráneo son noticia casi permanente
en los medios de comunicación internacionales.
Los informes periodísticos dan cuenta sobre las penurias que hoy viven quienes pretenden alcanzar una vida mejor y escapan de la sórdida realidad de algunos países centroamericanos azotados por la pobreza, la marginalidad y la violencia. En especial han golpeado muy fuerte las imágenes de familias separadas y de niños que son separados de sus padres. Las reacciones que esto ha producido obligaron a morigerar este tipo de episodios, aunque continúan produciéndose.
Que los países deben tener reglas claras para admitir inmigrantes en el mundo actual está fuera de toda discusión. Sin embargo, de allí a someter al escarnio a millones de seres humanos sufrientes, hay un paso enorme. No todos, pero buena parte de quienes conforman las caravanas que atraviesan México y se dirigen hacia el país del norte solo tienen la intención de vivir aquello del sueño americano y encontrar un trabajo que les permita vivir de una forma digna.
En este contexto, un informe del diario The New York Times puso en evidencia una situación que se sospechaba ocurría: la contradicción entre el discurso del actual habitante de la Casa Blanca que pregona "Estados Unidos primero" y el origen de gran parte de los trabajadores que contrata para sus fastuosos emprendimientos privados. La fuerza laboral de algunas empresas propiedad del presidente norteamericano está formada, en buena medida, por inmigrantes. Algunos de ellos, tal como lo denunció el matutino neoyorquino, sin sus papeles en regla.
Por ejemplo, en el complejo de lujo Mar-a-Lago, propiedad de Trump en el sur de Florida, la mayoría de sus empleados son extranjeros. Algunos contratados como trabajadores visitantes con visas especiales que desarrollan tareas en los hoteles. Otros, como los que se ocupan de los frondosos campos de golf allí emplazados, "se recogen a diario costado de la carretera por los contratistas, de entre los grupos de jornaleros que entraron al país sin autorización. Esas personas fueron contratadas por empresas que asumen la responsabilidad de verificar sus documentos migratorios, o fueron añadidos a la nómina tras una revisión muy superficial de sus tarjetas de Seguro Social y de residencia permanente, algunas de las cuales son falsas".
Ante la difusión de esta situación, las empresas del presidente norteamericano reaccionaron. En uno de los casos presentados por The New York Times se señala: "En marzo, a siete empleados veteranos de mantenimiento en el Trump National Jupiter, el club de golf que Trump adquirió en 2012, se les informó que el personal se iba a reorganizar. Les dijeron a los trabajadores que tenían hasta el 22 de marzo para comprobar que cumplían con los requisitos legales para trabajar en Estados Unidos. Uno a uno, los empleados -provenientes de países como El Salvador, Guatemala, Honduras y México- empezaron a irse. Solo uno de los siete era residente legal".
Esto significa que recién ahora, luego de años de diatribas contra la inmigración ilegal, las firmas que son propiedad del mandatario estadounidense han "empezado a tomar medidas discretas para eliminar de su plantilla laboral en Florida a todas las personas que permanecen en el país de manera ilegal", según afirma la nota periodística.
Ante semejante demostración de hipocresía, resulta difícil comprender cómo Trump puede mantener un discurso tan cerril sin que siquiera aparezca algo de rubor en el rostro.