Rosario, balaceras y advertencias
Esta vez han llegado muy lejos estas bandas criminales: atacar el edificio del Concejo Municipal supone, como símbolo, el intento de socavar las bases de las instituciones democráticas.
El ataque a balazos contra el edificio del Concejo Municipal de la ciudad de Rosario se constituye en uno de los hechos más graves de violencia que han ocurrido en los últimos meses. No porque haya víctimas humanas. Tampoco porque se hubieran producido daños materiales de consideración. Sí porque se trata de una práctica intimidatoria que, esta vez, fue hasta el corazón de las instituciones de una ciudad que sufre, casi como ninguna en el país, el accionar de bandas mafiosas vinculadas con el narcotráfico.
La noticia señala que el edificio del Concejo recibió al menos 12 balazos y aunque en un principio se pensó que fue producto de una pelea entre hombres, un empleado encontró un mensaje mafioso que cambió el rumbo de la investigación. "Con la mafia no se jode, la próxima vamos a sus casas", decía el texto escrito en un papel que dejaron los atacantes del Palacio Vassallo, nombre del inmueble en el que funciona el cuerpo legislativo municipal rosarino. Para peor, al día siguiente se produjo otro atentado similar. Fue en inmediaciones de la sede del Ministerio Público de la Acusación (MPA), organismo judicial en donde se sustancian varias causas vinculadas con las bandas narcos que asuelan algunos barrios de Rosario.
No son los dos únicos episodios registrados. Muchos más se han producido en los últimos tiempos sin que las autoridades competentes puedan dar con sus autores, quienes amparados en las sombras pero también en la impunidad que surge de la ineficacia estatal, parecen tener a su merced a la población de la tercera ciudad más poblada de la Argentina.
Diversificadas en otras actividades ilícitas, vinculadas con las barrabravas de los principales clubes de fútbol de la ciudad y que aprovechan también la corrupción de algunos miembros de las fuerzas de seguridad y la política, las bandas narcos actúan sin pudor para amedrentar, en el convencimiento de que no tendrán sanción por estas acciones mafiosas que rememoran tiempos pretéritos en los que Rosario fue llamada la "Chicago argentina", vinculando el crimen organizado que se vivía en aquella ciudad norteamericana con la delincuencia que gobernaba el negocio de la prostitución a orillas del Paraná.
Es verdad que se ha avanzado en el combate contra estas bandas. Pero esta situación parece haber generado las represalias en forma de balaceras. El juzgamiento a los "Monos", un conjunto de criminales que manejan la droga en Rosario es un paso adelante mayúsculo para terminar con un estado de cosas que aflige y alarma a toda la población.
Pero lo más preocupante de las balaceras está en su naturalización. En efecto, pocos se sorprenden de que ocurran. Y tampoco parece intranquilizar el hecho de que no se identifique a los autores. Pero esta vez han llegado lejos estas bandas criminales: atacar el edificio del Concejo Municipal supone, como símbolo, el intento de socavar las bases de las instituciones democráticas.