Pobreza y marginalidad en Latinoamérica
Es una realidad que el deterioro argentino ha determinado que los índices de pobreza y miseria sean iguales a los de otras naciones con muchísimos menos recursos para afrontar la realidad e incluso inferiores a países que durante las últimas décadas se propusieron saldar esta enorme deuda social.
La pobreza extrema en el continente
latinoamericano, según el informe Panorama Social 2018 de la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (Cepal), presentado en Santiago de Chile, ha
alcanzado sus más altos índices de la última década en la región. Aunque la
tasa general de pobreza medida por ingreso se ha mantenido estable, ligeramente
por encima del 30%, y la desigualdad por ingresos se ha reducido
considerablemente desde 2000, uno de cada 10 latinoamericanos vive actualmente
en condiciones misérrimas (10,2%), la
cifra más alta en una década.
El dato es un contundente reflejo de la falta de éxito de las políticas socioeconómicas en prácticamente todos los países latinoamericanos. Y establece con claridad cuál es la prioridad en la que deben centrarse los gobiernos para sacar de la indigencia de más del 10% de la población. Asimismo, los índices demuestran que la Argentina está hoy lejos de la visión "superior" que todavía se esgrime cuando se habla del nivel de las sociedades. Las estadísticas de pobreza e indigencia en nuestro país son casi iguales a las que se verifican en toda Latinoamérica.
Aunque sin datos de Venezuela, cuya caótica situación seguramente engrosaría los porcentajes, la Cepal sostiene que "en 2002 había 57 millones de personas en situación de pobreza extrema en América Latina, cifra que creció hasta los 62 millones en 2017 y que ha vuelto a aumentar en un millón más, hasta alcanzar los 63 millones de latinoamericanos en 2018". Y si bien es verdad que hubo avances importantes en materia de reducción de la desigualdad, la situación sigue siendo alarmante. Es que la descomunal diferencia de ingresos entre sectores sociales continúa siendo el muro -símbolo actual de lo que se vive- para ampliar el concepto de ciudadanía y devolver algo de dignidad a vastos sectores de la población del continente.
Respecto de la Argentina, vale recordar que en los años 90 tuvo uso frecuente un neologismo que pretendía aludir a esta coyuntura, a este retroceso: "latinoamericanización". Este extenso término intentaba explicar el descenso cultural y económico de la población argentina, siempre observando la realidad con la creencia de que las raíces de nuestra sociedad estaban ligadas a Europa o, en su defecto a los Estados Unidos. Sin caer en aquella mirada por encima del hombro, ni tampoco apelando a las promesas vacías de contenido que utilizan a la pobreza como eslogan de campaña, es una realidad que el deterioro argentino ha determinado que los índices de pobreza y miseria sean iguales a los de otras naciones con muchísimos menos recursos para afrontar la realidad e incluso inferiores a países que durante las últimas décadas se propusieron saldar esta enorme deuda social.