Pobreza, hambre y asistencia social
Pese a su condición de productora de alimentos, la Argentina refleja también un alarmante retroceso en esta materia. Algún día los gobernantes -actuales y pasados- deberán ser capaces de explicar sus garrafales errores, principal motivo de la grave situación actual.
El gobierno nacional ha profundizado su trabajo de contención en las áreas más vulnerables del Conurbano bonaerense con la distribución de leche y alimentos. Los diarios nacionales han dado cuenta de este trabajo y de la participación de los distintos cultos religiosos, cuya estructura y asentamiento en estos sectores permite una logística más rápida y efectiva.
La medida llega en momentos en que se registra un fuerte aumento de la pobreza, que según el Indec afecta al 27,3% de la población. De acuerdo al último índice del organismo hay 800.000 pobres más que en el inicio del año, con 7,5 millones en total. Asimismo, el desempleo ha crecido hasta superar el 9%, lo que evidencia la profundización de la situación penosa para millones de compatriotas y otorga consistencia a las visiones que hablan de una crisis muy severa.
Es verdad que no todos los sectores más pobres se hallan en el Gran Buenos Aires. Algunas provincias del NOA y del NEA tienen niveles mucho más graves. No obstante, por la cantidad de habitantes en ese lugar, se hace necesario reforzar la ayuda social. La Iglesia ya venía participando en la asistencia a los sectores menos favorecidos, mientras que tanto los municipios y las organizaciones sociales seguirán con su trabajo. Con esta nueva medida, igualmente, el Gobierno le da mayor visibilidad a las acciones de Cáritas, además a los obispados de todas las diócesis. Asimismo, es la primera vez que el Gobierno llama a participar a los evangélicos.
El nuevo esquema esconde además la necesidad de reforzar la presencia del gobierno nacional y del bonaerense ante la proximidad de las elecciones del año próximo, por lo que sería ingenuo afirmar que la intensificación de la ayuda social no tiene fines políticos. No obstante, ante la gravedad de la coyuntura, la participación de las iglesias puede ser un elemento importante para aliviar situaciones extremas. No debe olvidarse que detrás del número de pobreza hay personas que sufren toda clase de privaciones, incluso hambre en los niveles más indigentes.
Al respecto, las Naciones Unidas han informado hace poco que el número de personas que padecen hambre en el mundo continúa en aumento, alcanzando los 821 millones en 2017 -una de cada nueve personas-, según el documento El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2018. El documento establece que la situación está empeorando en América del Sur y en la mayoría de las regiones de África.
Pese a su condición de productora de alimentos, la Argentina refleja también un alarmante retroceso en esta materia. La participación de las iglesias en los programas oficiales de asistencia social es una buena medida. Sin embargo, algún día los gobernantes -actuales y pasados- deberán ser capaces de explicar sus garrafales errores, principal motivo de la grave situación derivada del incremento constante de la pobreza y la indigencia en amplios sectores de la sociedad.