Pobreza en medio de la pandemia
La pandemia del coronavirus se ha entrometido por estos días para romper todas las previsiones -si alguna vez existieron- y desnudar las carencias de un país y de una dirigencia que, una vez pasada esta dura circunstancia, tendrá que imaginar otras soluciones para romper el círculo vicioso del deterioro económico que ha sumido en la miseria y la marginalidad a más de un tercio de la población argentina.
La pobreza cerró 2019 con una suba anual de 3,5 puntos porcentuales y llegó a 35,5%, de acuerdo a lo señalado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec). Esto significa que casi 15 millones de compatriotas sufren las consecuencias de las restricciones económicas y no alcanzan a tener un nivel de vida más o menos digno.
El dato no es sorpresivo. Desde hace décadas la pobreza viene creciendo de manera sostenida, salvo períodos excepcionales. Y desde hace mucho tiempo es motivo de debates apasionados y ardientes entre dirigentes políticos que se atacan mutuamente y atribuyen responsabilidades ajenas sin admitir su participación negativa en este fenómeno doloroso. Aquello de la viga en el ojo es una realidad más que certera.
Las cifras se difundieron en medio del "pandemonio de la pandemia". Un juego de palabras que remite a la confusión, la incertidumbre y la perplejidad que genera en todo el mundo el ataque del coronavirus. El momento arroja, entonces, más preocupación. Porque el aislamiento, el miedo a la enfermedad y la parálisis económica prevén la irrupción de tiempos mucho más complejos en los que la pobreza quizás se convierta en extrema.
Las proyecciones indican que la reducción de ingresos se acentuará en los próximos meses, generando una coyuntura más que delicada. Voceros del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina han remarcado que en la actualidad el país experimenta una nueva crisis con un agravamiento de la pobreza estructural, es decir que después de la cuarentena obligatoria habrá "pobres más pobres y nuevos pobres", algo que no se percibe en el contexto de aislamiento, pero que está ocurriendo. La descripción que los actores económicos están haciendo de la realidad concuerda en el mismo diagnóstico. Además, se especula que la recuperación, si ocurre, será lenta, gradual y prolongada. ¿Alguien puede pronosticar otra cosa en medio de la pandemia? ¿Se pueden encontrar recetas que no agudicen la ya dramática situación de los más vulnerables?
Las medidas anunciadas por el gobierno nacional y las provincias son meros paliativos para una situación estructural de pobreza que no cede. Que no retrocede. Que no se atenúa. Porque el discurso habla de mejorar la vida de estos grandes bolsones de población pobre. Pero la acción política sigue apostando al clientelismo, ya rancio y agotado, pero vigente como nunca.
La pandemia del coronavirus se ha entrometido por estos días para romper todas las previsiones -si alguna vez existieron- y desnudar las carencias de un país y de una dirigencia que, una vez pasada esta dura circunstancia, tendrá que imaginar otras soluciones para romper el círculo vicioso del deterioro económico que ha sumido en la miseria y la marginalidad a más de un tercio de la población argentina.