Paso a Paso: el comedor que se convirtió en espacio de lucha por los derechos sociales
A punto de cumplir dos años de vida, Silvia Windholz y su grupo de gente trabajan las 24 horas atendiendo casos de violencia de género y calmando el hambre de los que menos tienen. Ponerle el pecho a la pobreza, a la injusticia y crear oportunidades es la bandera sin tintes políticos que levanta esta organización social de barrio La Milka.
Por Stefanía Musso
El próximo 16 de enero el espacio Paso a Paso, en barrio La Milka, cumplirá dos años de vida. Lo que comenzó como un comedor solidario para 350 personas, se terminó convirtiendo en un lugar de contención y apoyo para mujeres que sufren violencia de género. También de colaboración para aquellos que no tienen acceso a la salud y a la educación, y de entrega de comida a los que más necesitan. Y como si eso fuera poco, claramente no lo es, decidieron marchar pidiendo justicia ante casos de inseguridad seguidos de muerte en la ciudad. Un ejemplo de ello es el crimen de Omar Olocco (24), sucedido en diciembre sobre ruta 19 en inmediaciones a barrio Acapulco (Josefina).
Con Silvia Windholz a la cabeza se conformó una red de personas que trabaja las 24 horas atendiendo estos casos, muchas veces extremos que suceden no solo en el barrio que habitan sino también en otros sectores, brindando apoyo legal y conteniendo.
Sin banderas políticas, el grupo tiene la mirada puesta en el futuro con el objetivo de crear un refugio para mujeres rescatadas de situaciones violentas, cambiar las leyes y formar fuentes de trabajo a través de microemprendimientos como el que comenzó ayer con la venta de comidas.
"Paso a Paso es un espacio para recuperar los principios que nos robaron, que dejamos que se nos vayan y buscamos que mejore la sociedad", comentó Windholz a LA VOZ DE SAN JUSTO.
El lugar funciona en la casa de "la gringa", como la conocen a Whildolz, en Madre Mansilla y Pasteur, en el corazón de La Milka.
"El Paso a Paso trabaja las 24 horas. Siempre estamos improvisando porque todo el tiempo surgen problemas debido a que constantemente recibimos casos de violencia de género, desde golpes hasta abusos; de enfermedad con gente que necesita ir al hospital y no tiene en qué ir y tratamos de sacar a los chicos de la calle".
Para poder responder a todas las demandas, el grupo funciona desde las 7 hasta las 23, con "la gringa" al frente, y luego, el turno lo toma Bárbara Andrea Castellina, una vecina que vive a 4 cuadras del lugar. "Estamos organizadas para cubrir todos los problemas, pero si hay un baleado a las dos de la mañana, me levanto y lo llevo junto a Barbi. Nuestra camioneta Partner ya no paga estacionamiento en el Iturraspe porque con mostrar nuestra chaquetilla lila, que nos representa contra la violencia de género, saben que venimos por una necesidad", remarcó la entrevistada.
"Nosotros trabajamos con el dolor y la urgencia, que no tienen día ni horario", agregó Castellina.
"Al Estado le estamos haciendo un favor"
Con enorme esfuerzo de todo el equipo que acompaña a Windholz, la mujer reconoció que la situación actual es difícil de sostener. "Estoy odiando este desastre social que vivimos y estoy sufriendo el desborde, que no sé si es físico o mental. Cada vez se hace más cuesta arriba porque las personas piensan en sí mismas y no en el otro y quienes tendrían que poner cartas en el asunto miran para otro lado. Al Estado le estoy haciendo un favor", afirmó.
Según Whildolz, "el Paso a Paso no tiene bandera política. Acá cada uno piensa como quiere pero de política no se habla, pero todos vemos que la realidad está cada vez peor; donde nos matan por todo; con una Justicia que no actúa como debería", criticó.
Desde que comenzó el comedor solidario a trabajar como organización social, el grupo contó con el apoyo del abogado Enrique Pistone, quien se encarga de las cuestiones legales referidas a violencia de género. Y la mirada de Paso a Paso también está puesta en colaborar para cambiar las leyes. "Queremos que se terminen los juicios abreviados porque no son más que un negocio, que haya seguridad, que el violador o el ladrón esté preso mientras espera su juicio. Necesitamos herramientas legales para que todo cambie", señaló.
Emprender para crecer
Uno de los objetivos de Paso a Paso es crear diferentes emprendimientos para generar fuentes de trabajo. Dentro de las ideas está la venta de comidas que ya se puso en marcha y seguirán con el reciclado de cartón; confección de prendas y la creación de una huerta.
"La idea es que las ganancias sean para quienes trabajen. El trabajo dignifica y cuando lo hacés con esfuerzo, el dinero tiene valor, no un precio", señaló Bárbara.
"Es una manera de rescatar a los que están inmersos en las drogas, porque son los que piensan que todo está perdido", agregó Silvia.
A sus diversas actividades además le sumaron el teatro. Ilda Ramello, Paola Bouhier, Emilce y Franco Pérez (hijos de Windholz), Nahuel Cabral, Carlos y Juan Farías, son los encargados del taller "Derribando Muros".
"Estamos muy involucrados en decir lo que ocurre, que los chicos y los grandes conozcan y se expresen a través del teatro", afirmó Ramello. "A los niños se los escucha, se los ve y se los contiene también con el arte", agregó.
Refugio y justicia
Con la lucha puesta contra la violencia de género, "necesitamos que las mujeres tengan su refugio y si el Estado no lo va a hacer lo vamos a hacer nosotros porque esa va a ser la única manera de que yo duerma tranquila, porque sé que esa mujer a la que le rompieron los huesos va a estar bien", afirmó Silvia.
Windholz y los suyos, además de trabajar por los que más necesitan, vienen organizando una serie de marchas por los casos policiales más resonantes de la ciudad, como el de Yuliana Chevallier u Omar Olocco.
"A Omar ni lo conocíamos pero creemos en la Justicia. Marchamos porque no tenemos miedo. Lo poco que teníamos, nos lo sacaron y no queremos que le arrebaten la vida a la gente y necesitamos cuidarnos entre todos porque si no crecemos como sociedad, no salimos más de ésta", razonó Castellina.
Dos años de trabajo
Paso a Paso abrió el 16 de enero de 2017, cuando Windholz estaba intentando salir de la violencia de género junto a Estela Almada, otra vecina del barrio. Con una olla cada una empezaron con un comedor solidario.
"A los 15 días teníamos 350 personas que hacían fila para comer a la noche, de los barrios La Milka, Acapulco y San Cayetano. A las dos semanas abrimos un comedor en la ciudad de Frontera pero lo clausuraron. Con el tiempo abrieron otros comedores solidarios y la gente se fue dispersando. Aquí quedaron 120 personas y para cumplir con todas las demandas, Estela decidió abrir su propio comedor en el barrio ("Los Pekes")", recordó la mujer.
El quiebre del comedor fue cuando un hecho de violencia llegó al lugar y eso cambió el eje de la ayuda.
"A los pocos días que abrimos el comedor, llegó una de las colaboradoras llena de moretones en el brazo y ese fue el clic para empezar a trabajar en violencia. Ahí nos dimos cuenta que teníamos que buscar otro rumbo y hacernos cargo de esos casos, de los que nadie hace nada", concluyó Windholz.