Obesidad infantil, es clave el rol de los padres para prevenirla
La obesidad infantil preocupa cada vez más a padres y profesionales. Los médicos pediatras y los nutricionistas deben enseñarle al grupo familiar sobre las complicaciones médicas de la obesidad infantil para que todos, como familia, ayuden a quien la padece.
Durante el período lectivo, los niños tienen una rutina muy distinta al tiempo relajado y sin compromisos que suponen las vacaciones. Cambian las actividades, o se incrementan, y por eso, la alimentación es clave para que alcancen un óptimo rendimiento en todo lo que hacen.
Hoy retomamos un tema que preocupa cada vez y llama la atención tanto a padres como a profesionales de la salud: la obesidad infantil.
Lamentablemente, se evidencia un crecimiento sostenido de esta patología en el mundo y en nuestro país. Se estima que en la Argentina cerca de un 20% de los niños padece obesidad entre los 7 y 14 años, mientras que otros tanto tienen sobrepeso. Las estadísticas demuestran que si ninguno de los padres es obeso, la probabilidad de que el hijo lo sea es del 8%. Si uno solo de los progenitores es obeso, el 40% de los hijos podrá serlo.
Por último, si ambos padres son obesos, dicha probabilidad aumenta un 80%. Aun así, esta enfermedad va en aumento y ya constituye un problema grave en la sociedad.
Según la Organización Mundial de la Salud, es "la epidemia global del nuevo milenio". En el país, la última fuente oficial sobre el tema ha sido la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENN y S) de 2012.
Según datos analizados por el Centro de Implementación de Políticas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), la malnutrición afecta a los niños y niñas de cero a cinco años, dependiendo del nivel de ingreso de los padres: en hogares indigentes, el 3,1% de los niños padece bajo peso y el 9,1%, sobrepeso. Mientras, en los hogares no pobres, un 1,5% tiene bajo peso y un 11,8% sufre obesidad.
Si bien la obesidad pediátrica es una de las enfermedades más fáciles de reconocer, es, a su vez, la más difícil de tratar por su origen multifactorial. No obstante, los principales motivos de sobrepeso u obesidad radican en la mala alimentación y la falta de ejercicios físico.
Ahora bien, ¿qué es la obesidad?. Podemos definirla como la acumulación excesiva de grasas en el organismo por consumir más calorías de las que este puede utilizar. Esas calorías demás se depositan como grasa o tejido adiposo.
En general, un niño se considera obeso cuando tiene un 20% más del peso recomendable para su estatura y su edad.
Tres períodos críticos
Existen tres períodos críticos o vulnerables para el desarrollo de esta enfermedad: 1) la gestación y el primer año de vida, 2) entre los 4 y los 8 años, y 3) durante la adolescencia.
Los factores son numerosos porque se trata de una enfermedad metabólica multifactorial, es decir, está influida por elementos sociales, fisiológicos, metabólicos, biológicos y genéticos.
Si a esto le sumamos una alimentación inadecuada y cuantiosa y el sedentarismo (o menos actividad física) que promueve, por ejemplo, internet con videojuegos y maratones de series o películas a un solo clic de distancia, no nos costará entender por qué la obesidad infantil se ha duplicado en los últimos quince años en nuestro país. Pero no solo el sedentarismo y la ausencia de ejercicio físico causan la obesidad en niños y jóvenes.
También hay que tener en cuenta la historia clínica familiar, es decir, si hay alguien obeso y si alguien padece alguna enfermedad que pueda desencadenarla (estrés, baja autoestima, problemas emocionales).
Amplias consecuencias
Las consecuencias de la obesidad infantil son amplias: pueden ser tanto físicas como psicológicas. Entre las primeras, podemos mencionar la maduración temprana, el aumento de colesterol y triglicéridos en sangre, la diabetes, la hipertensión, el riesgo de enfermedades cardíacas, complicaciones ortopédicas.
Entre los problemas psicológicos, encontramos la baja autoestima, las sensaciones de inferioridad y rechazo, la discriminación por parte de terceros.
Habitualmente, los padres acuden al médico pediatra o al nutricionista cuando la obesidad es extrema porque aún hoy en día, impera el viejo mito que sostiene que "un niño gordito es sanito". Cuando más temprano se instala la obesidad, más posibilidades hay de que perpetue hasta la adultez.
Por tal razón, es imprescindible que los padres lleven a sus niños a los controles médicos para que la patología pueda detectarse a tiempo y ser tratada de inmediato. De hecho, es mucho más sencillo prevenir la obesidad durante la infancia, cuando todavía no están arraigados del todo ciertos esquemas de conducta alimentaria, que combatirla y erradicarla en la edad adulta.
Por eso, es esencial que los padres tomen conciencia que son educadores alimentarios de sus hijos y de la importancia que tiene este rol para garantizar la salud presente y futura de su hijo. La intervención debe ser temprana y toda la familia debe estar lista para el cambio.
Los médicos pediatras y los nutricionistas deben enseñarle al grupo familiar sobre las complicaciones médicas de la obesidad infantil para que todos, como familia, ayuden a quien la padece. Los programas de tratamiento permiten instalar cambios permanentes.
El profesional idóneo no indicará una dieta a corto plazo o un programa de ejercicio que estimula el descenso rápido, sino un plan que mantendrá de crecimiento normal del niño y alimentos que no ocasionarán ningún déficit de nutrientes.
Es clave no producir la mínima sensación de hambre en el niño y no afectarlo emocionalmente. La obesidad infantil puede tratarse. Es una responsabilidad, en parte, de quienes trabajamos con niños, pero también de los padres, que deben consultar ante le menor duda y ayudar a su hijo si la padece. De ese modo, garantizaremos una buena salud para los hombres y mujeres del mañana.