Nuevos pasos de la Pascua
Esta celebración es profundamente religiosa. Pero su significado puede ampliarse a otros ámbitos, especialmente en en los que la defensa de la vida parece sucumbir. Además, estructuras eclesiales hoy sufren una crisis importante, lo que agiganta la sensación de que el paso que encarna la Pascua adquiere otra dimensión.
La cristiandad celebra hoy el misterio de la Pascua de Resurrección. La fe de miles de millones de personas se une hoy para invocar al Cristo Resucitado. Y más allá de la profundidad religiosa del mensaje que encarna, esta conmemoración impone una reflexión sobre la importancia de la vida y de los valores que durante siglos se difundieron para conformar una particular forma de asumir la existencia. Es decir, una cultura extendida por todo Occidente basada en premisas todas relacionadas con la defensa a ultranza de la dignidad y la libertad del hombre.
Esta celebración es profundamente religiosa. Es verdad. Pero su significado puede ampliarse a otros ámbitos, especialmente en tiempos en los que es es muy fuerte el cuestionamiento al sentimiento de ligazón con un ser superior (religión significa "re ligar", volver a unir). Y también en tiempos en los que la defensa de la vida parece sucumbir. Además, estructuras eclesiales hoy sufren una crisis importante, lo que agiganta la sensación de que el paso que encarna la Pascua adquiere otra dimensión.
El simbolismo pascual amerita la posibilidad de dar pasos nuevos hacia una mejor realidad. Podría el primero ser el que procure la unidad en el país. No uniformidad, sí consenso en que hay circunstancias inadmisibles que atacan la dignidad humana y que no pueden ser observadas a medias, ni con visiones interesadas. Los problemas argentinos son graves: inflación desbocada, hambre, marginación, inseguridad, corrupción, cultura de la muerte. Los etcéteras podrán continuar. La esperanza seguirá en el tobogán si no se da el gran paso -una zancada sería el término más adecuado- para retomar un diálogo fraterno, sin agresiones, exponiendo diferencias pero compartiendo el objetivo del Bien Común.
Otro símbolo, esta vez global, asomó en el inicio de la Semana Santa. El mundo se conmovió con las imágenes dantescas del incendio en la Catedral de Notre Dame, en París. No hubo manera, en este tiempo de comunicación global, de evitar alguna mirada o referencia a un episodio en el que, según la pluma del periodista y escritor Jorge Fernández Díaz, ardió "la mismísima identidad de Occidente".
De inmediato, luego de salvada la emergencia, todas las declaraciones y gestos se encolumnaron detrás de la tarea de reconstrucción del templo que es patrimonio histórico y cultural de la humanidad. Quizás entre las llamas que devoraron el emblemático edificio surja, renovado, el espíritu de recrear y a la vez conservar los principios centrales de una cultura hoy en peligro de extinción, nutrida -dato inexorable aunque pretenda cuestionárselo- de los valores esparcidos por el cristianismo.
Es posible, entonces, que en esta Pascua se estén dando nuevos pasos para que la esperanza en el hombre deje de deslizarse por la pendiente.