Nuestros viejos, humillados
Porque la vergüenza vivenciada ayer no tiene nada de raro. Es una más de las ignominias a las que nuestros viejos debieron acostumbrarse.
"Sólo al envejecer se ve la rareza de lo bello y el singular milagro que se da realmente cuando entre las fábricas y los cañones brotan las flores, y entre los periódicos y los boletines de bolsa todavía siguen alentando las poesías". Así describió Hermann Hesse a la última etapa de la vida. Ésaen la que "las cosas y el entorno adquieren un agradable surrealismo".
Si hubiera tenido la posibilidad de observar las dolorosas, tristes y hasta dramáticas postales de la jornada de ayer, el escritor alemán quizás revisaría aquel retrato bucólico de esa etapa de la vida.
Porque demostrando una impericia absoluta, funcionarios del gobierno nacional hicieron que aquellas flores que brotaban en el retrato de Hesse se marchitasen al instante frente a los bancos, mientras las poesías daban paso a crónicas espeluznantes en los periódicos, todas reflejando el maltrato, la sinrazón y la humillación que debieron vivir cientos de miles de jubilados. Una situación surrealista que nada tuvo de agradable por cierto.
Las colas interminables y prolongadas de adultos mayores impactaron con dolor en cada retina y destrozaron los discursos que pregonan la necesidad del aislamiento social como modo de combatir la pandemia de coronavirus. Habiendo tenido un antecedente similar -pero menor- días atrás, no se comprende qué pasó por la cabeza de quienes diseñaron un operativo tan ineficiente. Y muy peligroso, teniendo en cuenta que la endeble situación sanitaria obligaba a exponer a los grupos de más riesgo. Es decir, nuestros ancianos.
Ayer los bancos -con autorización del Banco Central- reabrieron sus puertas para recibir a decenas de cientos de jubilados dispuestos a cobrar su jubilación. El descontrol generado en medio de la pandemia fue mayúsculo. La torpeza en materia de organización generó repulsa hasta en los sectores más afines a las políticas de la actual administración nacional. Menos mal que el Anses había señalado que medida se tomaba "a efectos de facilitar el cobro y evitar aglomeraciones que afecten negativamente la cuarentena vigente". Y que el presidente había reclamado que se cuide mucho a los mayores. Por eso, el agravio que recibieron ayer los jubilados no puede ser pasado por alto. Sus responsables deben dar cuenta y asumir su responsabilidad. Porque no puede admitirse. Tampoco repetirse. Mucho menos este fin de semana en que volverán a estar abiertas las entidades bancarias, según se anunció.
Los adultos mayores tienen amplia experiencia por haber vivido el destrato y el olvido del Estado durante todas estas décadas. Pero la gota de ayer colmó el vaso. Quienes deben protegerlos, expusieron a los más vulnerables al más cruel de los riesgos. El de contraer un virus que podría acabar con sus vidas. Y el de no poder acceder a sus misérrimos haberes.
El único alivio es que, por haber vivido más tiempo, ellos pueden ver, según Hesse, la rareza de lo bello. Porque la vergüenza vivenciada ayer no tiene nada de raro. Y tampoco de bello. Es una más de las ignominias a las que nuestros viejos debieron acostumbrarse.