Nobel de la Paz merecido y oportuno
Como nunca en los últimos años, por más que fuesen dos desconocidos para gran parte de la comunidad internacional, el galardón ha sido colocado en buenas manos. En dos verdaderos luchadores por la dignidad humana y la libertad de los pueblos.
Son prácticamente dos desconocidos para
la opinión pública de la gran mayoría de los países del globo. Sin embargo, se
ha conocido el ímpetu con el que encaran su trabajo constante en pos de la
reivindicación de los derechos de las mujeres y para evitar que se sigan
produciendo ataques de violencia sexual. La joven de religión yazidí
-perseguida hasta casi el exterminio por el Estado Islámico-, Nadia Murad y el
médico congoleño Denis Mukwege, fueron galardonados con el Premio Nobel de la
Paz 2018 por su lucha y activismo a lo largo de los años.
Según el comité del premio, ambos lo reciben por sus "esfuerzos para acabar con el uso de la violencia sexual como un arma de guerra" y su "contribución crucial para centrar la atención y combatir estos crímenes de guerra. Estas dos impresionantes personalidades solo pueden trabajar, y esperan que sus propios logros superen la prueba del tiempo".
"Felicito a Nadia Murad y a Denis Mukwege por haber recibido el Premio. Al defender a las víctimas de violencia sexual en conflicto, han defendido nuestros valores compartidos", ha dicho el Secretario General de la ONU en una conferencia de prensa. Al defender a las víctimas de violencia sexual en conflicto, "han defendido nuestros valores compartidos", sostuvo. Precisamente de eso se trata. Es muy auspicioso que el Nobel de la Paz, cuyas decisiones años atrás estuvieron casi siempre teñidas de sospechas y rechazos, haya puesto la lupa en la defensa de estos principios y galardonado a estas dos personalidades.
Nadia Murad dio voz al drama de miles de mujeres en Iraq cuando los extremistas de ISIS atacaron brutalmente a la gente Yazidi, una minoría religiosa kurda, indígena de una región del norte de Mesopotamia. A sus 19 años fue testigo del asesinato de sus hermanos y fue secuestrada y abusada durante tres meses, hasta que logró escapar. Mukwege es un médico congoleño que también ha visto los efectos de la violación en la guerra, atendió a miles de víctimas y sigue haciéndolo.
La decisión es oportuna y plausible. Ante la posibilidad de que nuevamente el fiasco se apodere del Nobel de la Paz, el premio más prestigioso del planeta ha tenido este año merecidos reconocimientos. Porque en definitiva, la paz es producto de la inteligencia, decía Pablo VI. Pero también de la acción decidida a terminar con cualquier atisbo de violencia y de denuncia de los abusos cometidos. Como nunca en los últimos años, por más que fuesen dos desconocidos para gran parte de la comunidad internacional, el galardón ha sido colocado en buenas manos. En dos verdaderos luchadores por la dignidad humana y la libertad de los pueblos.