No hay debate, sólo se grita
El auge de las noticias falsas pone en peligro la integridad de las personas, y los medios de comunicación. Será vital la formación ciudadana para que las personas hagan un esfuerzo extra para constatar la veracidad de las informaciones y distinguir las fuentes serias de las que no lo son.
De nuestra redacción
Una falsa información se diseminó la semana anterior, de manera vertiginosa, por algunos grupos de Whatsapp. Hablaba de la decisión de modificar el régimen jubilatorio que habría tomado el gobierno nacional. La "noticia" señalaba que "el presidente Mauricio Macri acaba de presentar el proyecto de ley para extender la edad para obtener el beneficio de jubilación ordinaria. Para los hombres se extiende hasta 75 años y para las mujeres a los 70". El revuelo que originó en algunos sectores es lógico y muchos fueron los incautos que desperdigaron el rumor falso, incluso haciendo alusión al portal donde se había originado: 12minutos.com.
Por cierto se trató de una mentira. Este sitio web invita: "Crea tu noticia falsa y engaña a todos tus amigos". Claro que aclara inmediatamente que se trata de "un sitio de entretenimiento, las noticias son creadas por los usuarios. Estas son humorísticas, de fantasía, ficticias, que no deben ser tomadas en serio o servir como fuente de información". Y prohíbe "chistes racistas, homofóbicos o pornográficos", advirtiendo además sobre la posibilidad "informar de cualquier contenido inapropiado poniéndose en contacto con nosotros a través del formulario de contacto".
No sorprende la difusión de noticias inexistentes. Desde siempre ha ocurrido. Lo novedoso es que haya portales web dedicados exclusivamente a ello, con los peligros que implica en materia de ofensa al honor de las personas y también a la generación de corrientes de opinión que pueden llevar incluso hasta el pánico colectivo, así como que muchos ciudadanos hagan caso omiso a lo que significa este término y se dediquen a propagarlas por las redes sociales sin siquiera tener la precaución de chequear la información.
Se dirá que éste es un trabajo que deben hacer los periodistas. Es verdad. Pero no es menos cierto que la irrupción de las redes sociales en la vida cotidiana ha modificado sustancialmente el panorama y, por lo tanto, la formación ciudadana adquiere mucha mayor relevancia, al menos en esta cuestión.
En auge en todo el mundo
Las llamadas en inglés "fake news" y su difusión en Internet representan un peligro que no parece ser visualizado. Pueden agigantar conflictos, dividir a la sociedad, atacar la dignidad de las personas y hasta manipular las corrientes de opinión pública. En la actualidad, como afirman los especialistas en la materia, la tecnología permite una gran paradoja; mientras el acceso a la información se democratiza, las noticias falsas se extienden cada vez más.
La historia está llena de este tipo de noticias que se difunden como verdades. Algunas de ellas tuvieron consecuencias trágicas como el incendio del Parlamento alemán en 1933. El régimen de Hitler lo atribuyó a los sectores ideológicamente opuestos y fue el origen de una persecución política y racial que ya se conoce cómo terminó. En Estados Unidos, portales como "Breitbart News" no dudan en diseminar falsedades, siempre y cuando estén orientadas a favorecer sus puntos de vista. En la Argentina muchos sitios web e incluso hasta canales de televisión por cable son vehículos de este tipo de informaciones. Lo ocurrido con la votación por la salida de Gran Bretaña de la Comunidad Europea y, especialmente, con el proceso electoral que llevó a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos son ejemplos concretos de cómo la difusión de rumores adquiere "veracidad" en cuestión de segundos.
Por cierto existen numerosos intentos para generar antídotos contra esta realidad que amenaza la vida y las instituciones democráticas. Pero aún son incipientes en muchos casos y el muro que deben derribar es muy sólido. Las compañías más poderosas de la Internet están asumiendo la responsabilidad de combatir el fenómeno. Por ejemplo, Facebook modificó su algoritmo, añadiendo un nuevo método para predecir y clasificar los mensajes, y un nuevo sistema de filtrado y patrones en los titulares para identificar el contenido veraz y darle prioridad sobre el resto. También puede citarse a Hoaxy, un buscador específico de noticias falsas creado por la Universidad de Indiana, Estados Unidos, y que incluye estadísticas que nos permiten conocer cuántas veces se ha compartido y dónde.
Estudios de masas y nuevas realidades
Los estudios de la comunicación masiva tuvieron varias etapas en el siglo XX. De la idea de que los medios eran todopoderosos se pasó a la de que muchos filtros influían en la interpretación de los hechos noticiosos. Teorías hubo y de todo tipo: la conductista, la hipótesis de la persuasión, la de los efectos limitados, la de usos y gratificaciones, la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt y su precisa definición de industria cultural, los estudios culturales ingleses, la agenda setting, por citar algunos. En todos los casos, fueron resultado de la observación empírica y de la visión teórica abonada por diversas ideologías a la que adscribieron grandes pensadores de este fenómeno. En su gran mayoría esclarecieron el fenómeno de la comunicación de masas y sirvieron de soporte para una mejor comprensión de la realidad determinada por la aparición de los medios electrónicos sobre todo.
Pero en el siglo XXI, la tecnología parece haber destrozado algunos paradigmas y reforzado otros. En este último aspecto, mantiene plena vigencia aquello de "mentir, mentir que algo queda". Esto es, darle carácter de verdad a la mentira. Lo que se denomina "el relato", provenga de donde provenga. El fenómeno de las redes ha potenciado estas situaciones hasta extremos riesgosos para la convivencia social. Basta un repaso somero de Twitter, Facebook o Whatsapp para tomar nota de que se puede caer muy fácil en la trampa de la desinformación y ser funcional a ella.
En el siglo pasado, los estudios de Merton y Lazarsfeld, por ejemplo, demostraron que la exposición a los mensajes de los medios se vinculaba con la empatía que éstos producían en las personas. Es decir, el receptor tiene la propensión a recibir informaciones provenientes de fuentes con las que coincide ideológicamente o expresan valores compartidos. La "grieta" argentina demuestra que esta apreciación sigue teniendo valor. Según se esté de uno u otro lado, las fuentes de información son muy disímiles.
El desafío es importante: será vital la formación ciudadana para que las personas hagan un esfuerzo extra para constatar la veracidad de las informaciones y distinguir las fuentes serias de las que no lo son. Porque en el mundo de hoy, que haya más información no significa que la verdad aparezca nítida.
El problema es que en las redes se forma una cámara de eco. Se genera una especie de "ghetto" donde sólo se escucha a los que piensan de igual manera. Con la amplificación que brinda la tecnología, una persona o un grupo sólo se escuchan a sí mismos. Y se da por cierta cualquier información que "lleve agua para el molino propio". Como se confía ciegamente, no hay necesidad de corroborar. Por lo tanto, se replica, se comparte, se viraliza sin ningún filtro. Un estudio sobre este tema realizado por la Universidad Diego Portales, de Santiago de Chile, concluye en que lo más preocupante sobre las noticias falsas es que "cuando la idea de un grupo cerrado se empieza a asentar, da lo mismo lo que te digan, da lo mismo la verdad". Ingresa aquí el fenómeno de la posverdad. Un neologismo que ya ha tomado carácter de materia de estudio sociológico: en esta era los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales.
El desafío es importante: será vital la formación ciudadana para que las personas hagan un esfuerzo extra para constatar la veracidad de las informaciones y distinguir las fuentes serias de las que no lo son. Porque en el mundo de hoy, que haya más información no significa que la verdad aparezca nítida. La confusión generada por la difusión masiva de noticias falsas puede horadar la capacidad de interpretación de los hechos. El fenómeno se está profundizando. Así lo demuestra la imposibilidad evidente que tenemos para debatir. En las redes, en los medios, en los distintos ámbitos predominan los gritos.