No hay como la leche de mamá
La leche materna hace que los bebés crezcan sanos, fuertes e inteligentes. Amamantar a nuestros hijos es una experiencia se recomienda que sea el único sustento del bebé hasta los seis meses de vida. A partir de allí y hasta los dos años, la leche materna (o de fórmula) debe complementarse con otros alimentos.
Para quienes somos madres, bien sabemos que amamantar a nuestros hijos es una experiencia única por el vínculo que establecemos con nuestros pequeños. Sin embargo, hay otras razones importantes más allá de las afectivas que avalan la lactancia materna.
Para empezar, digamos que la leche materna hace que los bebés crezcan sanos, fuertes e inteligentes. Y es un mito erróneo pensar que las niñas deben amamantarse más tiempo que los varones. Ambos pueden ser amamantados el mismo período de tiempo, sin distinciones.
La lactancia debe comenzar en la primera hora posterior al parto. La madre no debe esperar que baje la leche blanca. Por el contrario, debe aprovechar los nutrientes que aporta el calostro, la primera leche que produce la mujer después de dar a luz. Es amarillo porque contiene betacaroteno, vitaminas y proteínas que fortalecen el sistema inmunológico del recién nacido. En otras palabras, funciona como una vacuna.
Dado que la leche materna está compuesta de un 90% de agua, no se necesitan incluir líquidos adicionales. Sí es necesario consultar al médico cuando el bebé sufre de una diarrea grave. De todos modos, para ayudar a que el bebé se desarrolle sano y fuerte, debe alimentárselo todas las veces que lo solicite. La lactancia materna se rige por la ley de la oferta y la demanda, y a mayor succión, mayor producción.
Es falso que la madre debe comer ciertos alimentos y evitar otros para aumentar la producción de leche. Solo debe seguir una dieta balanceada durante el período de gestación y durante el período de lactancia.
No obstante, hay que tener en cuenta que el estrés y el miedo pueden generar un aletargamiento (esto es, cierta inactividad o cierta variación) en el flujo de la leche. Pero se trata de una respuesta temporal (y bien vale destacar esta palabra) del organismo frente ese estado de ansiedad.
Cabe aclarar que las madres enfermas (resfríos, gripe, tos) pueden amamantar a sus hijos sin problemas. Si se trata de una enfermedad para la cual se requieren medicamentos, siempre es indispensable consultar a un profesional de la salud. También existe el prejuicio, totalmente falso, de que las mujeres que amamantan no pueden tener relaciones. O que las mujeres embarazas no pueden amamantar. Otra vez, falso. Lo único que puede ocurrir es que se modifique el sabor de la leche por algunas hormonas que el cuerpo produce durante el período de gestación. Pero la calidad de leche materna sigue intacta.
Si la madre debe suspender la lactancia materna por la leche de fórmula, puede retomarla más tarde. Con una técnica adecuada y el apoyo de un profesional, la madre puede volver a amamantar a su bebé y su bebé volverá a acostumbrarse a la leche de su mamá.
Se recomienda que la lactancia materna sea el único sustento del bebé hasta los seis meses de vida. A partir de allí y hasta los dos años, la leche materna (o de fórmula) debe complementarse con otros alimentos. Recordemos mantener la higiene de todos los utensilios que empleamos para alimentar a nuestros hijos. No hacerlo puede causar infecciones graves. Incluso, el uso del biberón puede traer problemas en la dentición y en el habla si se prolonga su uso.
En síntesis, promovamos la lactancia materna. Olvidémonos de los mitos, prejuicios y temores. Ante ellos, recurramos a un profesional que nos pueda asesorar. Porque no hay como la leche de mamá: no solo ayuda a establecer un vínculo estrecho entre madre e hijo, sino que también favorece al crecimiento y desarrollo del bebé, a su salud física y mental.