“Navegar 100 mundos” por amor y una educación popular
El amor, a la sanfrancisqueña Cecilia Griffa y a Diego Castrillo los llevó a pensar en un proyecto internacional para conocer lo que piensan los niños y niñas de las escuelas rurales en otros lugares de América. Lo harán flotando en el mar, la pasión que los unió.
Por Ivana Acosta
En el corazón de Cecilia Griffa y Diego Castrillono solo hay amor, también con su relación se condensaron sueños y anhelos comunes. Pasaron de vivir en una casa en medio de las Sierras, camino a Cabana (Unquillo), a una flotante, su "barquito", en Fort Myers dentro del estado de Florida, Estados Unidos.
Detrás de su travesía hay mucho más. Junto con ellos nació el proyecto "Navegar 100 mundos", una propuesta "artístico pedagógica" que planificaron durante varios años, para poner en práctica lo que más admiran de Paulo Freire: su metodología de enseñanza en base a la educación colectiva y popular.
La pareja no solo quiere viajar en barco sino compartir con los niños y niñas de América Latina sueños, esperanzas y visiones de mundos que Cecilia y Diego aun no conocen pero que están ansiosos de hacerlo. Todo se almacenará en una especie de "gran valija" que abrirán cada vez que encuentren más pequeños en distintas comunidades.
Fue Cecilia quien a la distancia contó a LA VOZ DE SAN JUSTO sobre esta idea: "Casi que desde que nos conocimos supimos que queríamos vivir en un barco, y fueron cinco años de montañas hasta llegar al mar", sostuvo.
Su relato tiene la misma cadencia que las olas en el mar cuando la marea baja lentamente, y cae el atardecer porque casi se pueden sentir las ilusiones de ella y su pareja, propias de la aventura que llevan adelante.
Fue tanta la pasión de él por la navegación que "se le contagió" a ella y ahí están los dos, buscando. "A Diego le gustaba mucho navegar a vela y me contagió la curiosidad, entonces empecé el curso de Timonel en la Escuela de Navegación a Vela de la UNC (Universidad Nacional de Córdoba), en Villa Carlos Paz. Me quedé alucinada, a los dos nos movía el viento, y sobre todo la sensación tan hermosa de flotar", detalló.
Para ella, estar en contacto con el agua fue algo natural: "Es algo que siempre calmó todos mis monstruos desde chiquita cuando mi papá me enseñó a no tenerle miedo al mar, lo que es casi como enseñarte a no tenerle miedo a la libertad".
Cecilia
y Diego no quieren hacer de maestros, sino aprender de los mundos que
construyen los niños en las escuelas rurales de América Latina
"Navegar" la educación
Con título en mano, junto a Diego, la joven hizo el nivel de "patrón de yate a vela y motor" y a partir de eso tenían que viajar solos. "Hicimos algunas travesías y entrenamientos. Estuvimos con una pareja amiga que viven en un barco hace casi diez años para practicar y para experimentar cómo sería esto".
En ese lapso, maduró el proyecto de "Navegar 100 mundos" y por ello viajar en un barco no solo es eso para esta pareja. Fueron de vital importancia los trabajos en diferentes iniciativas que compartieron con colegas de la universidad y compañeras de vida. "Siempre lo hicimos desde la concepción político pedagógica de la educación popular, esta corriente impulsada por Paulo Freire que invita a educar para la libertad, no para la competencia".
Los chicos comparten con Freire la proyección de la educación popular como metodología para "acompañar procesos de encuentro" porque consideran que "las personas aprenden con los otros" y ahí está la riqueza del aprendizaje en forma colectiva.
Todo listo
La aventura se vive de a dos, pero se construyó de forma colectiva porque para iniciar este camino necesitaron dejar todo en tierra y arrojarse al mar. "Irnos de nuestra casa no fue fácil. Hubo mucho trabajo de desapego, no es fácil despedirse de lugares y personas y seres donde hay tanto construido y tanto amor cerca.... Pero éste es nuestro sueño, y acá estamos", dijo sin olvidar el agradecimiento para todos sus seres queridos por el apoyo.
Hace cinco meses llegaron al estado de Florida, encontraron el barco que se transformó en su casa y en poco tiempo más irán hacia su próximo destino que es México: "Pensamos estar el próximo año navegando algunos mundos. Aquí y ahora todo es nuevo y desconocido, y aunque hace años que soñamos esto, aún no nos caen todas las fichas".
Freire los inspiró, sus deseos los motivan, creen que este tipo de pedagogía es sinónimo de esperanza y libertad y una forma diferente de ver el mundo.
"Creemos que es en las niñas y niños donde está la oportunidad más genuina de transformar el mundo. Por eso queremos visitar escuelas rurales y costeras de América Latina y el Caribe, y hacer experiencias de aprendizaje en talleres de teatro, música, títeres", sostuvo Cecilia.
El objetivo es noble: "Queremos entrar en contacto con las realidades de esos chicos y chicas para conocer sus miradas y opiniones sobre el mundo, preguntarles sobre sus mundos cotidianos, escuchar lo que tienen para decir, compartir creaciones a partir de sus relatos y abordarlo desde la experiencia del juego".
Lo siguiente para ellos será "hacer un registro de estas experiencias" donde todo quede documentado - sea cual sea el soporte - para "hacer una red de mensajes y sueños de niñas y niños".
Así, cuando la estadía en cada lugar termine, la pareja volverá a su casa y con ellos todas estas experiencias: "Queremos que sus mensajes viajen por el mundo a bordo de nuestro barquito y que llegue a niñas y niños de otros lugares", expresó.
Cada vez que bajen del barco lo harán con una valija donde están guardados los sueños y mensajes de otros chicos de la escuela Víctor Mercante de Los Algarrobos. Ahí hicieron sus primeras experiencias de "Navegar 100 Mundos", antes de emprender este viaje. Esa será su forma de conectar culturas, mundos y corazones que tal vez físicamente no se encuentren nunca. O sí, como Cecilia y Diego.
Por las redes. Tanto en Facebook como en Instagram, Cecilia cuenta diariamente con letras e imágenes cómo se están preparando para arriar velas y largarse al mar. En ambas redes se los puede encontrar como "Navegar 100 mundos".