Más tensión entre Rusia y Ucrania
El conflicto debe ser abordado por la comunidad internacional como una de las problemáticas más sensibles. Aunque es posible que esto sea solo una expresión de deseos si se toma nota de los enormes dramas humanos que existen en vastas porciones del planeta.
Durante décadas, Rusia y Ucrania formaron
parte de la Unión Soviética. Luego de la disolución y caída estrepitosa del
oprobioso régimen comunista, la independencia de las naciones satélites dio
paso a numerosas escaladas de tensión y violencia. Pero en pocos casos la
situación ha llegado a extremos.
La tensión militar y diplomática de estas últimas semanas tiene origen en un nuevo incidente ocurrido en el mar de Azov, un sitio estratégico para las dos naciones, ubicado en las márgenes de la península de Crimea, anexada sin miramientos por Rusia en 2014, hecho que fue motivo de la repulsa internacional aunque al régimen de Moscú poco le importó.
La escalada que puede llevar a un conflicto bélico de proporciones se produjo después de que fueran interceptados tres barcos de la armada ucraniana en la costa de la península de Crimea por parte de fuerzas rusas. Según la versión emitida desde Kiev, guardacostas de Rusia abrieron fuego contra una flotilla que se dirigía desde el puerto de Odessa, en el mar Negro, hasta el de Mariúpol en el mar de Azov, que se ha convertido en un nuevo punto de conflicto entre ambos países. Según Rusia, la flotilla violó sus aguas territoriales. El incidente llevó al parlamento ucraniano a imponer el estado de excepción, extremo al que no se había llegado ni siquiera después de la anexión rusa de Crimea o de la sublevación prorrusa en el este del país.
Los analistas internacionales calificaron casi unánimemente como peligroso al uso de la fuerza por parte de Rusia para apresar barcos ucranianos. Sin embargo, señalaron que bajo ningún aspecto el gobierno de Moscú dará algún indicio de que tiene responsabilidades en esto. Como ha ocurrido con la anexión de Crimea, las declaraciones rusas han señalado que la escalada bélica ha sido empezada por Ucrania. Lo mismo ocurrió con el avance sobre Crimea hace poco más de 4 años, cuando la anexión fue la consecuencia de supuestos deseos de la población de esa península. Para más, las reacciones de los gobiernos residentes en Kiev han sido también exageradas en muchos casos, con lo que el diálogo se transformó en una quimera.
Quizás en las conversaciones de los líderes mundiales en el G-20 de Buenos Aires se analice el conflicto. Pero lo más importante será evitar una escalada militar que pueda terminar en una guerra de consecuencias imprevisibles debido a la importante geoestratégica de los territorios disputados.
Porque está claro que una contienda en esa parte del mundo afecta a Europa y Asia y puede extenderse a otras regiones.
El pedido urgente de las Naciones Unidas para que las partes no acrecienten la tensión es un paso primero. Pero no suficiente. El conflicto debe ser abordado por la comunidad internacional como una de las problemáticas más sensibles. Aunque es posible que esto sea solo una expresión de deseos si se toma nota de los enormes dramas humanos que existen en vastas porciones del planeta.