Lenguaje y racismo
Como siempre, la claridad en el uso de los términos es central para una mejor comunicación. Deconstruir el lenguaje solo sirve si se revelan en esa tarea los sentidos de un mensaje. No basta con dejar de utilizar algunas palabras.
La actual presidenta del Instituto Nacional contra la Discriminación, Victoria Donda, habló sobre la problemática de la discriminación en la Argentina y señaló que la nuestra es "una sociedad profundamente racista" en la que "los más oprimidos son los no blancos y los pobres".
La funcionaria, en declaraciones televisivas, contó que se está preparando en un proyecto que modifica la ley de antidiscriminación y establece capacitaciones obligatorias para los agentes del Estado con vistas a reducir los niveles de racismo y xenofobia. "Tenemos que discutir sobre el racismo, las causas estructurales del racismo en nuestro país, las características en nuestra sociedad y por lo tanto eso va a tener resultado en las formas de hablar", sostuvo, al afirmar que hay que ir "deconstruyendo el lenguaje".
Depurar de racismo el lenguaje parece ser la consigna. Es decir, lo más grave no parece ser la conducta racista sino algunos términos que se utilizan en el habla cotidiana. Por cierto, se trata de un reduccionismo que no asoma como destinado a solucionar un problema de fondo.
Se puede coincidir con la funcionaria en que, en medio de la turbulencia generada luego del asesinato de un hombre negro en Estados Unidos por parte de policías blancos, es necesario discutir sobre el racismo en el país. Pero no es un buen síntoma que el debate se encuadre tan solo en el uso de determinados vocablos, los que, como siempre ocurre en la comunicación humana, adquieren sentido en virtud del contexto en el que se profieren, los tonos y, fundamentalmente, las intenciones de los hablantes y el espacio social de poder que ocupan. Los eufemismos que pueden utilizarse podrían tener efectos contrarios a lo que se pretende expresar.
Llegados a este punto, es preciso sostener que, por ejemplo, la utilización despectiva del término "negro" está bastante extendida en la Argentina. Y que esto tiene relación con percepciones y actitudes personales y sociales que denotan aspectos racistas o xenófobos que deben ser rechazados. Pero no se eliminará la intencionalidad despreciativa y denigrante si se instala que hay que decir "no blancos".
Es más, la utilización de "no blancos" para referirse a una persona de otra raza fue utilizada siempre por los más groseros racistas en la historia. El politólogo Claudio Fantini lo explicó con claridad meridiana: "El segregacionismo que imperó en Norteamérica hasta los gobiernos de John F. Kennedy y Lindon B. Johnson, imponía separación de razas en los espacios públicos, señalizando con carteles los sitios exclusivos para "blancos" y los sitios establecidos para "no blancos". Lo mismo hizo el apartheid en Sudáfrica, donde la minoría blanca señalaba en su lengua, el afrikáner, que tales lugares eran para "net blankes" y tales otros para "net nieblankes" ("sólo blancos" y "sólo no blancos"). Decir "no blanco" establece que "blanco" es la normalidad, ergo, lo demás es anormal".
Por lo mismo, una carta de lectores publicada hace pocos días en el diario Le Monde de Francia por una joven de raza negra aporta, quizás, la explicación: "¿Qué es ser negro aquí en Francia? La impresión que tengo hoy es que ser negro es una batalla constante, de hecho. Pero es verdad que somos negros No es tabú llamar a las cosas por su nombre; como si estas personas tuvieran cosas que reprocharse por usar el término "negro" para designar lo que es un hecho: somos negros"
Debería conocer la titular del Inadi que, como siempre, la claridad en el uso de los términos es central para una mejor comunicación. Y que deconstruir el lenguaje solo sirve si se revelan en esa tarea los sentidos de un mensaje. No basta con dejar de utilizar algunas palabras.