Lecciones de las elecciones francesas
La lección central de las elecciones francesas la resumió el presidente reelecto apenas se conoció el veredicto de las urnas: los próximos años deben ser mejores.
Luego de haber obtenido una amplia ventaja en la segunda vuelta electoral en Francia, el reelecto presidente Emmanuel Macron consiguió desbaratar los intentos de la extrema derecha de hacerse con el poder. Claro que, a partir de ahora, un enorme desafío tendrá: que no sean cinco años más, sino cinco años mejores. De lo contrario, la democracia corre serio riesgo en la tierra donde una revolución reivindicó la libertad.
De los comicios franceses pueden extraerse varias lecciones que bien se aplican a otras naciones, incluso por esta geografía. Porque, pese a las diferencias notables que existen, los paralelismos son inevitables. Es que las amenazas a la democracia como la conocemos se han extendido por todo Occidente: avanzan con fuerza los extremos ideológicos y los regímenes populistas que dicen respetar las libertades, pero, a poco de andar, se muestran como sus más acérrimos enemigos.
En 1974, el padre de la candidata presidencial Marine Le Pen participó por primera vez de los comicios en Francia. Lo hizo con un discurso xenófobo, extremo y reivindicador de gobiernos dictatoriales. Obtuvo sólo el 9,8% de los sufragios. Casi medio siglo después, este movimiento político superó el 41%, con un relato similar de su visión de la realidad, aunque edulcorado y matizado por la necesidad de adecuarse a tiempos dominados por la pandemia, la invasión rusa a Ucrania, los problemas del cambio climático e inestabilidades económicas, energéticas y sociales.
Este fenómeno fue calificado por el diario Le Monde de Paris como un "abismo que amenaza con tragarse la vida democrática". Sostiene el prestigioso matutino que "con casi 13,3 millones de votos, 2,7 millones más que en 2017, Marine Le Pen ha establecido el mejor puntaje para la extrema derecha en una elección, todos los períodos combinados. Los que han decidido no optar, por la abstención, el voto en blanco o nulo, pesan aún más: casi 16,7 millones de personas, un nuevo pico".
La composición del último voto francés es otro dato que permitirá aprender las lecciones necesarias para fortalecer la democracia. Una parte de los jóvenes y los adultos mayores se inclinaron por el presidente reelecto. Pero las franjas medias que forman gran parte de la población activa viraron hacia los extremos ideológicos, hartos de aguardar respuestas para el justo reclamo de un reparto más equitativo del esfuerzo. La política tradicional no parece advertir aún que sus prácticas y la gestión del poder requieren de urgentes modificaciones para no ingresar definitivamente en la descomposición.
De continuar en esta senda, vivirán en peligro todas las democracias que parecían consolidadas hasta hace muy poco. Ganarán la batalla los autoritarios, los que descreen de las instituciones, los que predican que es obsoleta la idea de la división de poderes y los que se encierran en consignas basadas en el fracaso de la política para "refrescar" el panorama democrático.
El desafío de todas las democracias es recrear las condiciones para que la esencia de sus valores centrales reaparezca con fuerza, en el marco de una renovación profunda del funcionamiento de las instituciones. En definitiva, la lección central de las elecciones francesas la resumió el presidente reelecto apenas se conoció el veredicto de las urnas: los próximos años deben ser mejores.