La última portera
En el San Martín, Raquel representa una figura extinguida en el resto de las instituciones educativas. Ocupa ese lugar que los porteros tenían hace dos décadas: no solo se encarga de tareas de aseo general y recepción, también vive en el colegio.
Raquel Gribaudo tiene 62 años, es la portera del Colegio Superior San Martín y vive dentro de la institución educativa, una modalidad que se extinguió en los '90.
Raquel cumple un rol añorado: el de portera de escuela, figura que despareció hace dos décadas para ser reemplazada por la de personal auxiliar escolar.
Raquel lleva 26 años como portera del San Martín y desde hace un año, vive en la casa lindante, destinada a ese personal hasta que se decidió la tercerización de la limpieza en las dependencias estatales de Córdoba, incluidas las escuelas. Sistema que funciona hasta hoy.
"Llevo a la institución en el corazón. El colegio es mi vida. Me voy a jubilar y creo que me va a costar mucho irme de aquí", asegura la mujer.
Guardiana del colegio
En la casa hay bancos y sillas escolares; pinturas; mangueras de riego y otros objetos propios de un colegio. Solo una puerta la separa del edificio educativo. "Esta puerta tiene acceso directo a la cocina de la escuela. La pared de mi comedor da a los baños de profesores y mi habitación, a la secretaría de la institución", cuenta Raquel.
Los momentos libres, los dedica para sus compromisos personales y por la tarde y noche, se encarga del aseo, mantenimiento y recepción en la institución. "Yo estoy en la escuela. Es cuestión de abrir la puerta y estar dentro. Aunque a veces no estoy cumpliendo mi turno, que es desde las 18 hasta la medianoche, me llaman y estoy. El colegio es todo para mí", insiste.
Pasa desapercibida
La dirección de Raquel es la misma que la del colegio: Pasaje Champagnat Sur 57. Reconoce que no siempre llegan sus boletas personales y que a veces, las personas no encuentran con facilidad el acceso a la casa. "¿Sabés las cosas que nunca me llegaron?. Algunas se pierden, otras llegan al colegio... Y cuando invito gente amiga, tengo que esperarla por Champagnat, porque no entienden dónde está mi casa", describe la curiosidad.
"Al principio tenía miedo por los robos y por ahí, algunos se esconden acá cerca u orinan en la puerta, porque creen que no hay nadie y está todo oscuro; pero ya me acostumbré y me gusta vivir aquí", añade.
Historia
El primer mayordomo -como se lo llamaba antiguamente- que tuvo el Colegio San Martín fue el señor Miguel Porporato, quien estuvo durante mucho tiempo alojado en la casa de los porteros hasta su retiro voluntario.
Luego, le sucedió Rita Aguirre, compañera de Raquel y quien también vivió en ese lugar cumpliendo con su tarea hasta jubilarse hace un año. Así llegaba la oportunidad de Raquel, quien estaba alquilando un departamento a una cuadra de la escuela. "Rita no vivía de manera permanente en la institución, ya que lo hacía de lunes a viernes y los fines de semana, se iba a su casa. Como yo vivía cerca, siempre colaboré y por ser la última portera que quedaba, me propusieron mudarme y quedar a cargo y lo hice. Para mí fue un alivio económico y a la vez, un gusto poder colaborar con el colegio".
"Debo ser la última portera que vive en un colegio de la ciudad -estima. Para mí es un orgullo mi trabajo y estar con los alumnos", concluye Raquel.