La solidaridad lo sacó de la calle
Diego dormía en la plaza Vélez Sarsfield hasta que un video circuló en las redes y le llegó a Gustavo, quien decidió abrir un lavadero de autos para darle techo y trabajo.
Por Gabriel Moyano | LVSJ
Gustavo y Diego se sientan en la vereda del frente del lavadero que en el cruce de Italia y Perú espera el momento indicado para abrir sus puertas. Miran el cartel recién colocado con mezcla de satisfacción e ilusión.
No se dicen nada pero ambos saben que uno ayudó al otro, y que lo que empezó siendo un simple gesto de solidaridad, pinta para convertirse en una gran amistad. Uno, Gustavo, habla mucho, pone en palabras todo lo que están viviendo por estos días. El otro, Diego, asiente y acompaña, casi en silencio.
Es viernes por la tarde y el sol comienza a caer. En el norte de la ciudad, donde no hay edificios que proyecten sombras, el atardecer regala colores y aroma a primavera.
Gustavo y Diego comparten el momento y siguen mirando desde el frente cómo se ve ese lavadero que la próxima semana espera llenarse de autos.
Es el proyecto que surgió a partir de un video que se viralizó en las redes. Allí se lo ve a Diego, grandote y bonachón, contando que hace un tiempo pasa las noches en la Plaza Vélez Sarsfield. Que antes dormía frente a la Catedral pero que lo echaron y que ya le avisaron que si lo volvían a ver lo metían preso por violar la cuarentena.
Ahora, más tranquilo y contenido por Gustavo y sus amigos, cuenta que es chaqueño, que vino a la ciudad junto a sus padres, que buscaban trabajo. Su mamá murió, su papá se volvió a Juan José Castelli y él quedó varado aquí. Sin trabajo, deambuló por casas de conocidos hasta que la pandemia y la buena voluntad dijeron basta.
Dormir en la calle. "Es muy difícil. Creo fue un aprendizaje que me llevó a conocer gente buena y también descubrir quiénes son los farsantes que en las malas se van".
Entre esa solitaria noche del video, en el que muestra sus pocas armas contra el frío (algún cartón y un par de colchas) y esta tarde de calorcito y compañía, ocurrió la empatía. Gustavo se conmovió por el video y se movilizó para encontrarlo.
Así, entre charlas, surgió la idea de activar el lavadero para que Diego pudiera tener techo y trabajo.
Diego contó que se desempeñaba en la municipalidad, pero que las cosas se empezaron a complicar al punto de tener que dormir en la calle. "Me quedé sin trabajo antes de que arranque la cuarentena y yo estaba parando en casas de conocidos, pero con todo lo de virus ya no tuve dónde quedarme", expresó.
Dormir en una plaza no es algo que nadie debiera pasar. "Es muy difícil. Nunca me había tocado. Creo fue un aprendizaje que me llevó a conocer gente buena y también descubrir quiénes son los farsantes que en las malas se van", asegura Diego.
"Algunos policías fueron muy buenos, me ayudaron, por ahí pasaban y me dejaban un paquete de masitas o cosas así. También había de los otros, que se ponían heavies", contó.
Su suerte comenzó a cambiar gracias a la ayuda desinteresada. "Una noche estaba durmiendo y apareció un chico que trabaja en el ACA con su perro. Se acercó, me preguntó cómo estaba y empezó a mandar mensajes. Me empezaron a traer comida, frazadas y esa misma noche vino esta profesora, Sandra, que subió ese video y por eso mucha gente se enteró de mi situación y me ayudaron. A todos les estoy muy agradecido", expresa.
Gustavo y Diego
Gustavo, dueño de un local nocturno que por la pandemia devino en gastronómico, vio el video y sintió la necesidad de encontrarlo. "Cuando hablé con él me di cuenta que era una persona buena. Le dije que le iba a dar una oportunidad y que esperaba que no me falle. Los primeros dos días me dediqué a darle contención, que él entendiera que tiene que dejar de sobrevivir, porque la situación en la que estaba era de supervivencia diaria: encontrar qué comer, dónde dormir, un día tenés una colcha y cuando volviste no la tenés más", cuenta.
"Tengo un círculo de amigos que trabajan conmigo que son buena gente, esa es una condición que siempre pongo en los emprendimientos que llevo adelante. Decidimos darle una mano entre todos. Lo integramos, le dimos un lugar, un plato de comida, todo para que él no tenga más que preocuparse por sobrevivir y pueda demostrar sus aptitudes, sus ganas de trabajar", aseguró.
Así nació la idea del lavadero. "Ya tenía pensado en abrirlo cuando mejore el clima, pero todo esto me hizo apurar las cosas. Contraté otro amigo que ya tiene lavadero para que le enseñe a Diego. La idea es que se sustente por sí mismo, si bien ahora tiene mucha gente que lo ayuda, eso es solo para arrancar. En un momento tiene que dejar todas esas ayudas para gente que realmente la necesite".
Gustavo espera que Diego deje atrás el mal momento que debió pasar y que su ejemplo contagie solidaridad: "Desde el segundo que llegó lo tratamos como un compañero más, sin ninguna clase de prejuicios. Ojalá la gente lo tome como ejemplo. Somos 60.000 personas y así como yo pude ayudarlo a él, hay muchas personas en mejor situación que pueden ayudar a otros. Ojalá eso suceda".