La necesaria recolección de hojas
Es imposible vivir el otoño sin la caída de hojas. La naturaleza sabia lo impone. Pero es menester ante ello insistir en que los operativos de recolección de las hojas alcancen una sistematización que atenúe posibles problemas y que tengan la participación de los organismos municipales competentes y los vecinos de todos los sectores.
Cuando abril asoma, el paisaje ciudadano
adquiere los colores clásicos del otoño. El amarillo y el ocre brindan un
panorama bello a las calles de San Francisco. Pero con el mismo ímpetu aparece,
recurrente, el típico problema de las dificultades para que la recolección de
las hojas que caen del arbolado urbano sea efectiva.
Es imposible vivir el otoño sin la caída de hojas. La naturaleza sabia lo impone. Pero es menester ante ello insistir en que los operativos de recolección de las hojas alcancen una sistematización que atenúe posibles problemas y que tengan la participación de los organismos municipales competentes y los vecinos de todos los sectores.
Parece haber quedado atrás, al menos en mayoría, la costumbre de quemar las hojas caídas. Hace algunos años, el humo campeaba en las calles, transformándose en protagonista de incomodidad y molestia. Y también convirtiéndose en agente contaminador, además de símbolo de la falta de educación ambiental de una población. Por fortuna, la quema se ha ido reduciendo, pero la recolección todavía requiere mejoras y acciones a tiempo.
Es verdad que es imposible limpiar toda la ciudad al mismo tiempo, ya que esto implicaría una mayúscula infraestructura y gran cantidad de personal abocado a la tarea. Por ello, la organización de una labor recolectora conjunta entre municipio y vecinos ayudará, sin dudas, a que el otoño no traiga trastornos que en otros años se volvieron preocupantes. Especialmente cuando las hojas impidieron el normal desagüe tras las lluvias que se producen en este tiempo.
Por ello, se esperan anuncios en esta materia. Lo ideal sería la puesta en marcha de un servicio municipal que cuente con la colaboración de los vecinos, quienes tendrían la misión de juntar las hojas frente a sus viviendas y colocarlas en bolsas grandes que deberían ser provistas por las autoridades. Hace algunos años, una tarea como esta fue productiva.
Entonces, bien podría consensuarse con los centros vecinales un programa de entrega de bolsas de consorcio a los frentistas, a través de un cronograma ajustado que permita pasar por los distintos barrios en tiempo y forma. La tarea también tendría que incluir indicaciones en el sentido de que el relleno de las bolsas se realice única y exclusivamente con hojas secas y que no se incorporen otros tipos de residuos como ramas secas, entre otros. El barrido de las calles completaría el trabajo. Y, por último, la disposición final de las hojas bien podría tener un destino productivo como por ejemplo servir de abono en algunos terrenos o cualquier otro fin que preserve el ambiente.
Así, mediante una tarea colaborativa, la ciudad seguiría mostrando su mejor cara otoñal.