Juan Bautista Bustos en San Francisco
Al primer gobernador constitucional se lo reconocía como el caudillo que se puso límites legales a sus propias facultades convocando a una Convención Constituyente para que Córdoba eligiera democráticamente a sus representantes, a él se lo reconoció como el primero.
Por Roberto A. Ferrero (especial)
De "patriota esclarecido" lo calificó el historiador Enrique Martínez Paz. Y así lo era en realidad, más allá de la ignorancia y la ingratitud de las autoridades de la Universidad de Córdoba -herederas del viejo odio unitario a los caudillos y a todo lo popular- que negaron hace unos años los terrenos de la institución para emplazar el monumento al prócer Juan Bautista Bustos. San Francisco no cometería esa avilantez y el Brigadier de Arequito tiene hoy en nuestra ciudad la estatua ecuestre que siempre mereció.
Había nacido en Córdoba el 27 de agosto de 1779. Hizo todos sus estudios, hasta los de filosofía, con los Padres Dominicos.
Combatió gloriosamente contra los invasores ingleses en 1807, apresando con su pelotón de 18 soldados criollos a 214 británicos del 88° Regimiento de Infantería. Asistió al Cabildo Abierto de la Gran Semana de Mayo de 1810 y votó por la independencia. Junto al coronel José de San Martín, participó en la pueblada de octubre de 1812 que obligó a renunciar al inepto gobierno del Primer Triunvirato.
Belgrano lo designó jefe de su Estado Mayor y marchó con el Ejército Auxiliar del Alto Perú, ocupando Jujuy en 1816. En 1818 y de nuevo en 1819 fue propuesto por el Cabildo de Córdoba para ser gobernador de la provincia. En la noche del 7 de enero de 1820, apoyado por el cordobés José María Paz y el tucumano Alejandro Heredia, sublevó en la Posta de Arequito al Ejército que marchaba a defender Buenos Aires contra los caudillos de Litoral y pone así las condiciones para el fin a la guerra civil y la terminación de sus servicios contra aquellos.
Fue recibido en triunfo en Córdoba, donde fue elegido gobernador el 21 de marzo, siendo reelegido por la Legislatura en 1825. Reorganizó la base social de la autoridad, sumando a militares, eclesiásticos, hombres de la Universidad, del comercio y de los sectores populares.
Por dos veces, en 1820 y en 1822, el general San Martín confió en él para que organice y comande una fuerza militar auxiliar que debía atacar a los españoles del Alto Perú, intenciones que fueron frustradas por la negativa del gobierno porteño de proporcionar los fondos necesarios, no obstante que ellos provendrían de la Aduana, cuyos ingresos formaban todas las provincias.
Schiaretti visitó la ciudad para la inauguración del monumento.
Propició y consiguió que se dicte la primera Constitución de Córdoba, el llamado modestamente "Reglamento Provisorio". Impulsó dos congresos para organizar la Nación. Tenía una inclinación natural a la tolerancia y al perdón.
"No fue cruel ni sanguinario -escribió Martínez Paz- No supo vengarse de sus enemigos. Ni una sola gota de sangre ha caído para manchar su memoria" en una época bárbara y violenta. Dos veces había perdonado al general Paz en 1821 sus tentativas de derrocarlo, pero de nada le valió su clemencia. Fue atacado por Paz, que invadió la provincia en 1829, y derrotado a traición -violando una tregua pactada- por su antiguo aliado y después rival, en San Roque, el 22 de abril.
Se retiró a Traslasierra y se unió a Facundo Quiroga, junto al cual fue derrotado en la sangrienta batalla de La Tablada. Gravemente herido, logró llegar a Santa Fe, eterno refugio de los federales vencidos, donde falleció el 18 de setiembre de 1830. Sus restos serían repatriados -Córdoba es su Patria chica- 180 años después gracias al empeño del gobernador de esta provincia que el Brigadier tanto amó y ayudó a progresar.
Los restos de Bustos fueron traídos a Córdoba desde Santa Fe 180 después de su muerte.
Tres preocupaciones esenciales guiaron su ejecutoria durante su década de paz y tranquilidad: la Nación, la Provincia y la Cultura.
En el primer aspecto, a fines de 1820 convocó a un Congreso Constituyente, apoyado por Bernabé Aráoz, Martín Güemes y el general San Martín, que lo trata de "mi compañero y amigo". Alcanzó a reunirse en Córdoba, pero fracasó por la oposición porteña de Rivadavia, que ordenó a sus diputados retirarse de la reunión.
En 1824/26, en su optimismo, creyó que el Congreso Nacional reunido en Buenos Aires organizaría finalmente la Nación, pero fue cruelmente decepcionado: lo que se estableció fue un poder y una Constitución unitarios. Sin desanimarse, nuevamente en mayo de 1827 firmó con otras siete provincias un pacto por el que se comprometieron a un Congreso de organización constitucional federal. Fracasará también por las intrigas de la Ciudad-Puerto y la sublevación de Lavalle y Paz en 1829. Habría que esperar a Justo José de Urquiza durante un cuarto de siglo más...
Respecto al segundo tema, encarado con decisión y altura, contemplamos el insólito espectáculo de un caudillo que, siendo autoridad omnímoda en la provincia y jefe de un fuerte ejército que le obedece, se pone límites legales a sus propias facultades. Convocó, efectivamente, a una convención elegida democráticamente en su carácter de gobernador provisorio, la cual -reunida en Córdoba el 18 de marzo de 1820- aprobó el 30 de enero del año siguiente la Constitución provincial republicana y federal, con división de tres poderes y garantía de los derechos humanos y civiles. Rigió durante muchos años. Bustos había ya jurado su cargo de gobernador efectivo con una fórmula laica que repetiría con gran escándalo Amadeo Sabattini recién en 1935.
Fue el impulsor de la convocatoria para la sanción de la Constitución Provincial de Córdoba.
En el aspecto de la cultura y la educación, desarrolló una gran tarea que tardaría en serle reconocida -sobre todo gracias a las investigaciones del Dr. Emiliano Endrek. Así, creó en 1822 la Junta Protectora de Escuelas y, en medio de la penuria económica, multiplicó los colegios en Capital y campaña, protegió a la Universidad, estableció becas para los estudiantes de menos recursos, encargó al sabio sacerdote José Gregorio Baigorrí, la reforma y modernización de sus planes de estudios e hizo organizar la Academia de Jurisprudencia en la cual los abogados recién recibidos podrán realizar las prácticas obligatorias sin necesidad de recurrir a la de Buenos Aires. También adquirió en esta ciudad, merced a una suscripción pública, una imprenta y contrató al encargado de manejarla, porque -dijo el "bárbaro" general Bustos- la libertad de imprenta"reprime al despotismo, sostiene la libertad y es el único camino de propagar las luces".Mediante su uso democrático, proliferaron los periódicos locales hasta sumar ¡24! bajo su gobierno, que además se suscribió con un corto número de ejemplares de cada uno de ellos para ayudarlos en su publicación.
Y no queremos dejar de lado, en esta ciudad que reconoce sus raíces en los inmigrantes piamonteses, la intuición de Bustos, anticipada en 60 años, sobre la laboriosidad de esta estirpe, ya que en un proyecto de ley redactado por su sobrino el Dr. Francisco Ignacio Bustos, que atribuye tierras a los veteranos soldados de la Independencia, se establece que aquel que contraiga matrimonio con una mujer piamontesa tendrá doble dotación de sus terrenos.
Tal el hombre que desde ahora en adelante recibirá el homenaje seguramente unánime de los sanfrancisqueños.
Ciertamente, debe haber sido muy grande el esfuerzo de la historia oficial -Mitre, López, Zinny, Levene- para ocultar a la posteridad durante tantos años semejante trayectoria militar y política al servicio de la Patria y su pueblo. Pero la verdad ha logrado por fin imponerse definitivamente al ninguneo de los falsarios y los equivocados.