Historia acelerada e incertidumbre
Se requieren más variables de análisis para una temática tan profunda. Pero existe cierto consenso en que traducir los hechos que hoy vivimos para entender lo que viene no es tarea sencilla. El único elemento que se ha acelerado es la incertidumbre.
Es difícil alejarse de las vicisitudes que a diario produce la pandemia del coronavirus y su impacto en nuestro país, pero a veces es necesario alargar la mirada y tratar de reflexionar sobre lo que sobrevendrá cuando se supere este flagelo que hoy agobia a la humanidad. La realidad que viene, las consecuencias que tendrá en los distintos ámbitos de la vida del hombre, se pueden resumir en un interrogante: ¿qué mundo emergerá después del virus?
En este punto, las miradas se bifurcan. Las predicciones son muy diferentes. Muchos pensadores, gobernantes e instituciones de prestigio en el mundo del pensamiento han comenzado a esbozar teorías para explicar el futuro y sus características. Algunas visiones son apocalípticas. Otras casi que ignoran las derivaciones de la pandemia a nivel global. Los menos establecen que lo que viene será mejor.
Pero casi todas coinciden en un punto: se están viviendo acontecimientos que -en otros tiempos- supusieron que la historia de la humanidad sufra una aceleración vertiginosa hacia un nuevo tiempo cuyas características aún son inciertas. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha sostenido que se está viviendo una "conmoción antropológica profunda". Y en el mismo país, el Bruno Tertrais, director adjunto de la Fondation pour la Recherche Stratégique, describió la actual crisis como una "sorpresa estratégica" comparable a la caída del muro de Berlín en 1989 o la crisis financiera de 2008. Pero alertó que no todas las "sorpresas estratégicas" provocan las consecuencias esperadas: en 2001, tras los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, un columnista de The New York Times pronosticó la Tercera Guerra Mundial. En 2008, el presidente francés Nicolás Sarkozy creyó llegado el momento de la "refundación del capitalismo". Tertrais afirma que la hora actual se parece a la caída del Muro: un acontecimiento que entraba dentro del espectro de lo posible, aunque nadie lo previó entonces; y un mundo a ciegas durante meses.
Aquel episodio aceleró la historia. Y lo que estamos viviendo es posible que también lo haga. Porque se dan condiciones para que ello suceda. Al respecto, el filósofo francés Olivier Remaud, de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, afirmó en su artículo "Pequeña filosofía de la aceleración de la historia", que "a la manera de una cámara de resonancia, estos acontecimientos -críticos como la irrupción del virus- repercuten y crean una memoria indeleble que orienta por mucho tiempo el futuro de la acción". Sostiene que "la convicción de que cambiamos de época expresa una experiencia de desarraigo. Pero esta experiencia se conjuga de varias maneras. Durante las fases de aceleración de la historia, unos eligen adherirse a los contornos borrosos de un tiempo en formación, mientras que otros prefieren apartar la mirada de esa silueta decididamente indecisa. Ya nos sintamos anacrónicos o no, atrasados respecto de la actualidad o al gusto del día, lo esencial es comprender que las aceleraciones de la historia exigen siempre traducir los acontecimientos de una época cuya lengua nadie conoce verdaderamente".
Sin dudas, se requieren más variables de análisis para una temática tan profunda. Pero existe cierto consenso en que traducir los hechos que hoy vivimos para entender lo que viene no es tarea sencilla. El único elemento que se ha acelerado es la incertidumbre.