Esos parresiastas…
El periodismo puede ser calificado como una parresía. Todo ha cambiado. La crisis del sistema de medios de comunicación en todo el mundo apenas está dando nacimiento a una nueva realidad. Sin embargo, la mediación del periodista sigue siendo imprescindible.
El término parresía proviene del griego. Está compuesto por "pan" y "reo". Pan significa "todo". Y "reo", decir. Entonces, parresía significa "decir todo". Quien así actúa es un "parresiasta": el que habla con franqueza, con valentía en algunos momentos, sin callarse nada, sin guardarse lo que sabe.
El periodismo puede ser calificado como una parresía. Una parresía de la verdad de los hechos que son de interés público. El ideal del oficio, a lo largo de los siglos, estaba definido por la necesidad de transmitir la verdad. "Vitam impendere vero": la vida para la verdad, una manera de vivir que ha sido, históricamente, "un barómetro fundamental del grado de libertad que hay en una sociedad: necesitamos ese derecho de crítica, esa libertad de expresión que da el verdadero periodismo para que una sociedad sea realmente democrática", afirma Mario Vargas Llosa.
Esa convicción del deber ser de la función periodística se ha puesto en duda siempre, pero mucho más en este tiempo. Múltiples causas emanadas de la frivolización de la tarea de la prensa, de la revolución tecnológica, así como de la complejidad de una sociedad intrincada, politizada, agrietada y conflictuada, parecen dar paso a la idea de que el parresiasta que ejerce este oficio es un impertinente, un charlatán, un personaje doblegado por la soberbia en algún caso o por la baja autoestima y el menosprecio social en otros.
Entre estos lejanos extremos se mueve hoy la vida del periodista, cuya imagen lejos está de aquella que mostraba a personajes bohemios capaces de hurgar en los bajos fondos para investigar al poder y sacar a la luz los trapos sucios en tiempos de redacciones nocturnas y en los que el flujo de la información era bastante limitado. Todo ha cambiado. Fundamentalmente, porque la actualidad del oficio exige surfear entre inmensos volúmenes de datos y porque se requiere capacitación profesional en numerosas otras habilidades.
La calle ya no es el origen primero de la información. La periodista argentina Adriana Amato lo graficó de modo elocuente: "Más apuro por publicar y menos recursos hacen que el reportero tenga menos posibilidades de salir al mundo a ver qué pasa y se vea obligado a meterse en su computadora para detectar, chequear y publicar antes que nadie lo que está circulando por unos medios ubicuos e insomnes. El periodista que hace décadas pasaba horas encerrado en la redacción, conversando con sus pares en arduas reuniones de tapa, ahora vive en la nube, conectado a su móvil, revisando lo que las fuentes dicen de sí mismas, chequeando lo que dicen sus competidores, viendo cómo puede transformarse un tuit en una noticia".
No obstante, aun encadenados a la pantalla, teniendo en cuenta que la forma de trabajar ha cambiado radicalmente y la crisis del sistema de medios de comunicación en todo el mundo apenas está dando nacimiento a una nueva realidad, la mediación del periodista sigue siendo imprescindible. Porque el fárrago informativo requiere de alguien que piense, que desmenuce los datos y los coteje, que ayude a pensar y que contextualice una realidad que abruma.
En la sociedad actual, dominada por la información, "el pathos de la verdad no va a ninguna parte, se pierde en el ruido, se desintegra en el polvo informativo", sostiene en su libro "Infocracia" el filósofo coreano Byung Chul Han. Asegura que, en este contexto, "decir la verdad se transforma en un acto revolucionario". En este día especial, asoma como necesario ratificar que, aun depreciados o minusvalorados, son los periodistas, esos parresiastas, los que se obstinan en "vivir para la verdad" y en difundirla para garantizar el derecho a la información de una comunidad.