Enrique y una vida trabajando en fundiciones
Fueron más de cuatro décadas en distintas fábricas de la ciudad. Y hoy, pese a estar jubilado, se sigue sintiendo metalúrgico. Cintamos su historia en el Día del Trabajador Metalúrgico.
A sus 83 años, y luego de 18 años de haberse jubilado tras una extensa vida como empleado en distintas fundiciones de nuestra ciudad, Enrique Alberto Navarro se sigue sintiendo un metalúrgico más, pese a que ahora disfruta del tiempo libre que le dedica a su familia.
Durante más de cuatro décadas, Enrique desarrolló el duro oficio de fundidor que comenzó cuando tenía apenas 21 años, en el lejano 1959, y llevó a cabo de manera ininterrumpida, aunque en diferentes fundiciones, hasta 2003, momento en el cual se jubiló. En todos esos años acostumbró su rutina a un horario especial ya que comenzaba su jornada laboral a las 4, que se extendía hasta las 17, con un receso entre las 12 y las 14.
"Empecé como peón en la fundición Gazzera, que estaba en Ramón y Cajal esquina Iturraspe. Ahí tenía que romper lingotes con masas de 5 y 10 kilogramos y a limpiar toda la mugre que había en el galpón. Eso se hacía de lunes a jueves para preparar el material gris que luego se fundía los viernes. Cada horno tenía cargas de 200 kilogramos que había que levantar utilizando roldanas, a mano; después se fundía y al día siguiente, una vez que se contaba con la producción había que limpiar todo para volver a empezar", recordó con cierta nostalgia.
"Empecé como peón en la fundición Gazzera, que estaba en
Ramón y Cajal esquina Iturraspe. Ahí tenía que romper lingotes con masas de 5 y
10 kilogramos y a limpiar toda la mugre que había en el galpón"
Con el cierre de su primer lugar de trabajo, Navarro continuó su actividad durante cinco años en la fundición de bronce y aluminio para arte funerario Lugor, ubicada en barrio Catedral, y posteriormente desarrolló distintas tareas en una fábrica ubicada a algunas cuadras de ese lugar.
Con el paso de los años arribó a otra fundición que se encontraba sobre camino interprovincial y posteriormente cambió por última vez de trabajo donde se mantuvo hasta jubilarse en 2003.
Durante todos estos años, el entrevistado indicó que "la tarea en la fundición ha sido y aún hoy sigue siendo la misma. Es un trabajo muy duro. Actualmente hay pocas fundiciones que se han mecanizado. En mi época era todo más manual, el trabajo muy duro y había que ponerle mucha garra, levantando cajas muy pesadas, de más de 100 kilogramos y para eso teníamos que hacerlo entre cuatro compañeros", narró.
Sacrificio
"El trabajo en una fundición es muy sacrificado y además cuando se funde hay una temperatura que oscila entre los 70 y los 75 grados en el ambiente, lo que en verano lo hace prácticamente irrespirable. Además, como se utilizan productos químicos, se generan gases que se elevan a poco más de un metro del suelo y en mi caso eso me enfermó los bronquios y aún hoy sufro las consecuencias de ese problema", explicó Navarro.
Entre otros elementos, comentó que "a diario respirábamos el aire con bentonita y carbón mineral. En mi caso, por mi problema en los bronquios no puedo estar expuesto al frío o al calor, no puedo beber cosas heladas, entre otras cosas. También me agito cuando camino, tal como si hubiera sido un fumador durante toda mi vida", agregó.
"La tarea en la fundición ha sido y aún hoy sigue siendo la
misma. Es un trabajo muy duro. Actualmente hay pocas fundiciones que se han
mecanizado. En mi época era todo más manual y había que ponerle mucha garra"
Tras haberse jubilado, Enrique admitió que "al principio extrañaba" levantarse todos los días para ir a trabajar porque ese era un hábito que había desarrollado por mucho tiempo y le costó modificar. "Me costó el cambio de la rutina. Durante mucho tiempo me costó acostumbrarme a no tener que trabajar".
Recordó que "los días de fundición eran los viernes, con 20 a 22.000 kilos. Recuerdo que con otros cuatro compañeros entrábamos a las 17 y salíamos a las 2. Además el trabajo continuaba hasta terminar la fundición a las 4 de la mañana", relató.
"Me sigo sintiendo metalúrgico"
Pese a estar jubilado, Navarro no duda en señalar que aún hoy a su edad se sigue sintiendo metalúrgico. "Yo sigo teniendo contacto con la gente del gremio, durante muchos años fui el asador en las fiestas del Día del Metalúrgico y además me gustaba jugar a las bochas en esas fiestas", aseguró.
"Yo sigo teniendo contacto con la gente del gremio, durante
muchos años fui el asador en las fiestas del Día del Metalúrgico y además me
gustaba jugar a las bochas en esas fiestas"
En todos los festejos del Día del Metalúrgico, Enrique recordó que "hacíamos choripán para todos y además en algunas ocasiones solíamos hacer algún costillar e inclusive hasta tuve que asar una que otra vaquillona. Recuerdo que en una ocasión tuve que asar costillares para 160 personas, todo a la parrilla y a un solo fuego. En esas ocasiones me acompañaba Rubén Pomiro, un compañero muy querido por todos", finalizó.