El verdadero Hombre bala vivió en San Francisco
Una bala unió a Ruben Alcide Scarafía y sus amigos en San Francisco durante 60 años. Su espíritu vive en esa bola de bronce y sintetiza no solo al deportista sino a un hombre que se hizo leyenda deportiva y no olvidó a su ciudad, aunque ella de forma involuntaria lo dejó a él.
Por Ivana Acosta y Leandro Gottardi
Dos amigos se reúnen en una casa hace 60 años. Uno es Rubén Alcide Scarafía y el otro Hugo Madonna. Un diálogo breve y emotivo - imaginemos - se da entre estos dos hombres que están por despedirse.
"Hugo, antes de irme, quiero dejarte esto. Es mi bala con la que entrenaba". Madonna la guardó sabiendo que su amigo se iba a Campana, Buenos Aires, a vivir para tener más cerca "las grandes ligas" donde podía competir.
Ya pasaron muchos años de aquel encuentro y en ese lapso, Rubén se fue. Hugo todavía sigue acá en San Francisco y tiene esa bala que le obsequió. Su amigo se convirtió en leyenda, la bala en una reliquia de 7 kilos y peso olímpico, puro bronce que ahora está en el Archivo y Museo Histórico (AGM) de la ciudad.
La televisión y el cine acostumbraron a todas las personas a identificar al Hombre bala como aquel que sale eyectado con toda la furia de una máquina que lo propulsaba. Pero esos eran "de mentira". La historia de nuestro Hombre bala es de verdad, fue un humano de piel y hueso al que a veces por ingrato que suene es difícil recordar.
En los años '50 Scarafía supo levantar y lanzar con fuerza la bala que ahora está en el AGM, batiendo así una y otra vez su propio récord y el de otros competidores. Con cada competencia su imagen se agrandaba, sin embargo, conforme pasó el tiempo su nombre fue quedando atrás y sus hazañas también y para muchos es casi un desconocido.
Eran tiempos donde el deporte amateur tenía menos repercusión, no había internet para compartir logros, ni emojis para exaltarlos. Pero sí está su amigo Hugo y sus hijos Raúl y Patricia que contaron quien fue y porque su vida está condensada alrededor de esa bala de bronce que durante tantos años Madonna guardó.
La "bala de la amistad" fue entregada por Hugo Madonna y los hijos de Scarafía al Archivo Gráfico y Museo Histórico de la ciudad.
No salió del cine
A diferencia de aquellas escenas de circo San Francisco sí tuvo a su propio Hombre bala. Fue un señor que allá por los años '50 tuvo los mejores años de su vida como deportista.
Su historia se escribió por partes, una mitad en el Correo Argentino y la otra en las pistas lanzando bala. Esos recuerdos están presentes en la memoria de Raúl su hijo quien dialogó con LA VOZ DE SAN JUSTO: "Mi padre también fue empleado del Correo Argentino. Al mudarse decidió buscar un lugar cerca de la Capital Federal para practicar y tuvo para elegir entre Zárate, Escobar y Campana adonde finalmente se fue en 1958".
Scarafia según detallaron sus hijos también en sus tiempos libres, y aun más cuando dejó de practicar lanzamiento de bala, se amoldó a Campana porque allí tenía cerca lugares donde podía ir para pescar una actividad que disfrutaba mucho, lo mismo con la jardinería.
Sin embargo, hay un detalle mejor todavía. El Hombre bala nunca olvidó la ciudad de la que salió y de donde llegó siendo joven desde Colonia San Bartolomé a pocos kilómetros.
Prueba de ello es que su hijo nació acá. "En 1960, mi mamá quedó embarazada y entonces decidieron regresar a San Francisco. Yo nací acá y después a los 4 meses me llevaron nuevamente para Campana", explicó Raúl.
Scarafía (hijo) agregó que tal como sucedió con su papá "su corazón siempre estuvo en San Francisco" por eso "los amigos de su padre son sus amigos". Eso le permitió además tener a amigos y otros familiares aquí.
"Yo lo acompañaba a entrenar todos los días. Cuando él parte de San Francisco, me dejó como obsequio esta bala reglamentaria que usaba para entrenar"
La bala de la amistad
Antes de irse de San Francisco rumbo a Campana, su nuevo destino de trabajo, le dejó un legado importante a su amigo Hugo quien lo atesoró durante seis décadas hasta la donación que hizo al AGM. Scarafía dejó un pedacito de él en la ciudad sabiendo que ese "tesoro" lo mantendría cerca de la ciudad.
En la década del '50, Rubén y Hugo se hicieron amigos porque éste último trabajaba cerca del ferrocarril donde "el hombre bala" practicaba. Camaradería de por medio y con mucha admiración por el ímpetu y compromiso que Scarafía tenía, Madonna comenzó a acompañarlo.
El recuerdo de aquella época sigue latente para Madonna quien relató: "Rubén era una gran persona, además de gran deportista. Mi relación con él data del año 1955, yo trabajaba al lado de su casa y lo veía entrenar todas las tardes".
Scarafía ganó en distintas ocasiones el Campeonato Argentino, pero antes de la última vez y como premio por la compañía y amistad en las prácticas Rubén le entregó su herramienta de práctica, aun desconciendo en ese momento que pasaría a la historia.
"Antes del último Campeonato Argentino que ganó yo lo acompañaba a entrenar todos los días. Cuando él parte de San Francisco, me dejó como obsequio esta bala reglamentaria que usaba para entrenar". Ahí nació la historia, en 1959, momento desde el que Hugo se transformó en el guardián de la bala que ahora es exhibida como elemento deportivo histórico de la ciudad.
Si se la observa bien de cerca "se le nota el repiqueteo propio del entrenamiento" y de acuerdo a lo que dijeron sus familiares y amigos "su peso es de 7 kilos y 260 gramos de puro bronce y tiene el peso exacto para ser de carácter olímpico".
"Rubén era una gran persona, además de gran deportista. Mi relación con él data del año 1955, yo trabajaba al lado de su casa y lo veía entrenar todas las tardes".
Gentileza: El Gráfico
Talento amateur
Hugo y Julio César Bustos Brandán siguen teniendo intacto el recuerdo del Hombre bala que fue su amigo y estuvieron juntos en la entrega de la bala que él les confió y vivió en la casa de Madonna.
Cuando Rubén practicaba el lanzamiento de bala, ese no solo era un deporte poco frecuente sino también difícil de practicar en la ciudad, pero él con compromiso y alma deportiva lo llevó con hidalguía adelante.
Quizá por eso su nombre le permitió obtener trascendencia en todo el país y en Sudamérica en la década del '50. Si bien murió hace 18 años en Campana, jamás olvidó a San Francisco. Por eso dejó su bala la que lo acompañó gran parte de su vida como testimonio de que siempre perteneció a esta lejana pampa gringa.
Marcó una época en nuestro país
Las crónicas de la época lo describen como un deportista sumamente profesional por su compromiso -en un deporte totalmente amateur-, entusiasta, perseverante y tenaz. Conquistó la disciplina lanzamiento de bala a lo largo de la década del 50, siendo campeón argentino de manera consecutiva entre 1952 y 1957. Formó parte de las delegaciones argentinas en diversas competencias internacionales y se codeó con los mejores de la época.
Ilustración: Aylén Molar
Una de sus primeras apariciones en los medios de comunicación data de julio de 1950, cuando las páginas de LA VOZ DE SAN JUSTO destacaban su labor en Córdoba. Allí consiguió una marca de 11,88 metros pero la superó con creces en el Campeonato Cordobés de Atletismo, con 12,85 metros. Ese ímpetu por continuar superándose día a día lo llevó en 1952 a lograr la marca de 14,46 metros en el Torneo Atlético Justicialista. En esa competencia se consagró campeón nacional con un lanzamiento de 15,03.
La cúspide de sus lanzamientos fue alcanzada el 31 de octubre de 1953, cuando marcó un nuevo récord, personal y nacional con un lanzamiento que recorrió la distancia de 15,57 metros en una prueba en el Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires.