El veneno de siempre
Lo sucedido en Rusia con un dirigente opositor al gobierno de Vladimir Putin es un episodio real que bien podría haber aparecido en una película intrigante de espías de la Guerra Fría. El bajo fondo del espionaje internacional continúa utilizando métodos antiguos pero efectivos para eliminar supuestas amenazas.
Lo sucedido en Rusia con un dirigente opositor al gobierno de Vladimir Putin es un episodio real que bien podría haber aparecido en una película intrigante de espías de la Guerra Fría. Sin el menor atisbo de que pudiese suceder algo con su salud, el político opositor ruso más renombrado, Alexei Navalny, se enfermó de gravedad de repente luego de tomar un té en la confitería de un aeropuerto y entró en coma.
Lo mismo había ocurrido hace dos años con el activista de la oposición rusa, Pyotr Verzilov, quien sobrevivió milagrosamente a un veneno que había sido colocado en una bebida. "Estuve exactamente en la misma condición", dijo Verzilov en una entrevista con una estación de televisión rusa independiente, refiriéndose al mes que estuvo enfermo en 2018.
Los dos casos, y muchos más que se conocen y que sería largo enumerar, parecen mostrar la predilección de usar veneno para eliminar rivales que detentan ciertas agencias de inteligencia de Rusia y otras naciones. Utilizando esta práctica del medioevo consiguen neutralizar a sus adversarios, asesinando algunos y amedrentando a otros. En Rusia parece haberse consolidado este tipo de maniobras siniestras, a diferencia de otros países como Estados Unidos o Israel, en los que sus agentes de espionaje programan asesinatos selectivos contra algunos líderes del terrorismo islámico, por ejemplo.
En verdad, el bajo fondo del espionaje internacional, que tanta letra ha dado a los novelistas y a los guionistas de cine, continúa utilizando métodos antiguos pero efectivos para eliminar supuestas amenazas. Lo hace sin ningún pudor en este tiempo. Como lo hizo en el pasado. La única diferencia es que el mundo interconectado dificulta a veces las maniobras, debido a que terminan conociéndose y difundiéndose en las pantallas y diarios de todo el planeta.
Así, el caso de Navalny llegó a todas las portadas de los medios y generó un revuelo internacional. Tanto, que la primera ministra de Alemania, Ángela Merkel, intimó al Kremlin a que esclarezca el envenenamiento del dirigente opositor que debió ser trasladado al país germano para su tratamiento. Se encuentra actualmente allí, en estado crítico.
Por cierto, Rusia no responderá o lo hará con generalidades, sacándose la responsabilidad de encima. Mientras, las sospechas continuarán existiendo porque los antecedentes sobran como para permitirlas. Se ha comprobado que desde la época de la Unión Soviética operan laboratorios secretos que investigan venenos sin sabor o imposibles de rastrear. Antes eran probados con los disidentes al comunismo que eran tomados prisioneros en los Gulag. Hoy, al parecer, los espías del Kremlin mantienen vigentes aquellas viejas recetas.
En definitiva, nada nuevo en el laberinto de los intereses políticos y el espionaje. Todos sus protagonistas llevan en su sangre el mismo veneno de siempre.