El doctor de los instrumentos
Germán Valsagna es técnico de Instrumentos Musicales, se dedica a la restauración y afinación de pianos y bandoneones. Es un trabajo poco frecuente, tanto que cree "en Córdoba no podrían jugar un partido de fútbol 5". A diferencia de otros tiempos, él eligió abrir su taller, el mundo donde trabaja para contar cómo "vuelve a la vida a los viejitos".
Por Ivana Acosta
Suena el fagot de fondo en una casa en el norte de la ciudad mientras Germán Valsagna (41) describe lo que hace en su vida: ser técnico de Instrumentos. Podría resultar extraño que alguien que pasó por la UTN local haya terminado inmerso en este mundo vinculado al arte, sin embargo cuando finalizó con esa carrera aun sentía que tenía una deuda pendiente y era hacer música, lo que de verdad más le apasionaba.
Siendo muy joven partió a Córdoba donde por allá en el año 2000 se dedicó a estudiar Composición Musical, y así entre idas y vueltas rodeado de gente que solo aparece una vez en la vida pudo adentrarse en el oficio de ser técnico de Instrumentos.
Si bien hizo cursos, no hay un lugar específico en el país donde se enseñe, por eso la palabra oficio en este caso adquiere mucha relevancia, y más aún cuando Germán habla con tanta pasión que es "curar" instrumentos.
"Empecé a hacerlo hace 20 años con los pianos y poco después con los bandoneones", contó a LA VOZ DE SAN JUSTO mientras cebaba mates en el taller que tiene montado en su casa familiar.
Alrededor hay dibujos de sus hijas que cuando llegan de la escuela comparten tiempo con él ahí todos inmersos entre piezas viejas (o no tanto) a veces rotas o desgastadas que deben reemplazarse.
El objetivo sigue siendo que el instrumento vuelva a la vida para dar todo de sí en las manos y con la magia de un músico, por eso Germán resumió su profesión con una frase: "Esto es ciencia, arte y tecnología al servicio del músico". De eso y algunas cosas más que le fueron indicando que había elegido bien el camino para su vida habló de forma serena al ritmo del fagot que acompañó la tarde.
Una casa hecha en base a la música
Además de afinador - como coloquialmente lo podemos identificar - Germán es docente y toca en la Banda Municipal de Música pero no lo hace ni con un bandoneón y menos con un piano, sino con el eufonio.
Tal es la vinculación que este joven padre de familia tiene con la música que fue en este entorno artístico que conoció a su esposa, Laura, que sigue contextualizando involuntariamente la charla con el fagot. Y es tan fuerte el vínculo que siente con todo esto que el primer piano que afinó fue una declaración de amor.
Para él es gratificante contarlo porque lo lleva a un lugar muy especial de su vida: "Siempre digo que el primer piano que afiné fue el de mi señora, ella me dijo meté mano que si lo rompés también vas a aprender para poder repararlo". Germán no le falló. Lo dejó en uso, lo volvió a la vida y su corazón desde entonces también se "afinó" en la misma sintonía que el de ella.
"Esto es ciencia, arte y tecnología al servicio del músico", aseguró Germán
En su casa no podían faltar estos instrumentos ni bien se entra se puede ver un antiguo piano, más tarde Valsagna también pone en la mesa un perfecto bandoneón, de esos que vemos cuando alguien evoca melodías de un tango y que identifican de una forma muy especial a la argentinidad que llevamos dentro.
Lentamente pone sus manos en el bandoneón y mientras sigue contando cosas de su oficio de forma amena improvisa un poco para mostrar cómo funciona y qué cosas para él son importantes en este oficio.
Germán no corre ninguna carrera, solo le interesa hacer bien su trabajo y dejar "al viejito" - el instrumento - en condiciones óptimas: "El afinador debe enfocarse en la calidad y estado en que está el piano o bandoneón, en estas cosas podés saber si se hace o no un trabajo eficiente".
Afinadores de antes y ahora
Él no se da cuenta pero mientras habla de su oficio también lo alude al pasado y a la historia misma del trabajo al que se dedica. Ya no son los tiempos en que un afinador recorría muchos kilómetros y preguntaba dónde podía vivir alguien que tuviera un piano para afinar.
Sin embargo, las cosas actualmente todavía se parecen un poco. "Yo viajo mucho y a veces las personas me dicen 'cuando vengas avísame y pasá'. A lo mejor no hace falta afinar el piano pero sí tomó un café y esas relaciones que se forman en este trabajo son cosas que yo disfruto mucho".
"Los afinadores podían hacer varios pianos por día, llegaban a los pueblos y preguntaban quienes tenían. Entonces ahí se ponían a afinarlos y cada tanto volvían. A mí me gusta de ser posible estar más tiempo con el piano, no es una carrera de velocidad", apuntó Germán quien prefiere ofrecer calidad, tiempo y atención en cada "paciente".
Donde no se reconocen barreras de tiempo es en la concepción del trabajo mismo, aunque en la actualidad no es solo cuestión de tener buen oído sino de aprovechar lo que ofrece la tecnología.
En su taller por ejemplo hay una Tablet con un programa especial que le permite conocer si la nota "es alta o baja" pero el armazón donde coloca el fuelle de los bandoneones se asemeja mucho al de las viejas máquinas de coser. Él relató que "antes solían hacerse de esa manera" y que pasa "muchas horas sentado reparando el mecanismo del bandoneón - cuando le llevan estos instrumentos - para que vuelva a su mejor condición".
El mundo de Germán
Para Valsagna no es un impedimento que su taller se conozca, ni contar tampoco la forma y tiempo que dedica a cada instrumento. De hecho en las paredes alrededor hay viejos bandoneones y otros más nuevos, algunos con su caja original que pareciera recién bajan de un barco de inmigrantes que buscaban un futuro mejor en nuestro país.
"Es muy loco todo esto que estoy mostrando porque es mi mundo, es como mostrar el secreto de los afinadores, algo que antes se tendía a ocultar. Pero en realidad acá es donde emulamos el sonido del fuelle de un bandoneón y trabajamos corrigiendo la altura de las notas", expresó el anfitrión que en este tipo de instrumento es el único que se dedica a hacerlo en la ciudad.
Los pianos y bandoneones no solo encierran música, también historias y sentimientos, todas cosas que a él le gusta conocer y con las que trabaja también. En este sentido dijo: "Cuando llego a ver el instrumento analizo qué tan destruido está o que tanto trabajo requiere volverlo a su estado óptimo de funcionamiento. Puede que digan que no andan dos teclas pero al abrirlo haya más cosas que no están bien".
A veces hay que elegir
Germán siempre "conversa con el dueño del instrumento y así le va contando qué es necesario para poder repararlo o qué tanto vale arriesgarse si es difícil por su estado que vuelva a funcionar como siempre".
¿Entonces los instrumentos mueren? "No mueren pero sí a veces su utilidad no vuelve a ser la misma por el estado en el que están", resumió este hombre que es una especie de luthier solo que en lugar de construir instrumentos los repara.
Para Valsagna los instrumentos musicales son muy especiales, los trata con mucha dedicación porque entiende y es capaz de ponerse en la piel del músico que se lo entrega y confía en que lo va a poder "curar".
"Cuando vos los afinás, encontrás un viejito o un enfermo y tratás de devolverlos a la vida o extendérsela lo más que se pueda. Muchas veces hay una línea muy fina donde hay que dejarlos ir", continuó diciendo sobre lo que sucede algunas veces.
Es que a veces ni con todo el trabajo e inversión del mundo "volverá a la vida de la misma forma", pero pese a los costos y por el sentimentalismo que rodea a los instrumentos Valsagna explicó que en el país hay una tendencia a la "preservación", algo así "como una tradición" para hacer todo lo posible porque vuelva a la vida.
Esos desafíos son los que le gustan, para él cada día es un reto diferente al que se va a enfrentar porque nunca un caso se repite al otro. "Me gusta que cada instrumento es único, los procedimientos son más o menos los mismos siempre pero nunca te levantás un día sabiendo lo que va a pasar. Cada uno encierra complejidades que te despiertan interés y motivan", subrayó.
Germán tiene en la entrada de su casa un piano que compró y tiene más de 100 años, sobre sus teclas un día sus hijas añorarán el oficio de su papá
Sin maestros ni alumnos
Muchas veces por la tradición que rodea a este oficio éste "se hereda" pero en el caso de Germán esto no pasó. En realidad, él no aprendió de nadie sino que el interés se le despertó mientras estudiaba en la facultad y con mucha investigación de por medio.
Conoce gente que se destaca en este mundo de los técnicos de Instrumentos pero no son tantos, y mucho menos en la provincia.
"En Buenos Aires está especializada por áreas la afinación, nosotros en el interior tenemos la necesidad de hacer todo. En la provincia no llegamos a hacer un fútbol 5 entre los técnicos sobre todo de bandoneones", expresó ya que hay menos instrumentistas de este tipo, algo que es más frecuente con los pianistas.
Antes hace mucho tiempo la tendencia era que un maestro le enseñara y heredara el oficio después a algún discípulo, pero Germán no tiene esto ni tampoco un alumno que se haya interesado y al que le haya enseñado por eso consideró que "tal vez sean sus hijas las continuadoras", aunque esa decisión dependerá de los avatares del destino. Él todo lo aprendió desde cero, sin que haya nadie a su alrededor, del "rebusque" porque pareciera que los secretos de los afinadores - más de los bandoneones - quedaron sumergidos en viejos tangos o en el fondo del Río de la Plata.