El ambicioso proyecto del Plan Nacional de Lectura
El Gobierno lanzó esta iniciativa con el objetivo de que todos los escolares de primaria y secundaria puedan acceder a material de lectura.
Una de las primeras medidas educativas que lanzó el actual gobierno nacional fue el denominado Plan Nacional de Lecturas, idea que procura recuperar al libro como instrumento de aprendizaje y también que las nuevas generaciones adquieran el hábito de la lectura. Se habla de que esta actividad es un derecho de los niños y jóvenes en el marco del derecho superior a la educación. El objetivo es ambicioso y busca que todos los escolares de los niveles primario y secundario puedan acceder a materiales de lectura, además de vigorizar el rol de los docentes y bibliotecarios en esta cuestión.
No es una idea nueva en materia educativa. Muchos gobiernos han lanzado planes similares con anterioridad. Sin embargo, es imposible cuestionarla. La lectura abre el mundo a las nuevas generaciones. Porque no solo incorpora conocimientos -lo que de por sí es ya importante-, sino que también recrea la imaginación, obliga a efectuar relaciones y determina la comprensión de fenómenos con los que una persona interactúa de manera cotidiana.
Vale señalar que la comprensión lectora y la escritura es una de las capacidades centrales que pretende desarrollar el sistema educativo. Pese a que existe una sensación contraria, es necesario recalcar que importantes avances se han conseguido en los últimos años en esta materia. Al menos en Córdoba, los operativos nacionales e internacionales de evaluación arrojan resultados que muestran un crecimiento sostenido. Si bien resta mucho por hacer, el trabajo y la capacitación docente en esta temática viene rindiendo algunos frutos.
En este marco resulta auspicioso que la Nación incorpore el aporte del Plan Nacional de Lecturas para que leer sea una experiencia cotidiana dentro y fuera de la escuela. Si se consigue revertir la tendencia, los resultados se observarán de manera rápida y, por añadidura, se verá reactivada la industria editorial nacional. No se trata de volver a cargar libros a los anaqueles de las bibliotecas familiares que durante años solo juntaron polvo. Tampoco de digitar o imponer algún tipo ideológico de contenidos, lo que violaría la libertad del educando. Sí de encender la mecha del interés y del conocimiento. Y para ello, los adultos del hogar deben ser involucrados en esta tarea, lo que será complicado en virtud del deterioro cultural evidente que se registra y que no siempre se relaciona con los niveles socioeconómicos.
Otra consideración importante. La lectura tradicional, la del libro impreso, ya no es la única alternativa. Existen numerosos otros soportes digitales con los cuales se puede disfrutar de la experiencia y que, sin dudas, pueden ser más atrayentes para los niños y jóvenes. Desde los dispositivos específicamente diseñados para la lectura de libros electrónicos, pasando por las tabletas y hasta los teléfonos inteligentes son instrumentos con los que se puede leer. Esto obliga a que desde los impulsores del plan se abra la puerta a la posibilidad de que, por ejemplo, en las bibliotecas escolares exista una buena oferta de libros digitales que puedan descargarse en los distintos dispositivos, lo que supone una mínima capacitación de parte de docentes y bibliotecarios. Y que, además, en los centros educativos se cuente con estas herramientas para cubrir las necesidades de aquellos estudiantes que no tienen acceso a ellas.
De todos modos, aguardando precisiones en torno a la metodología del plan, bienvenida sea la iniciativa. Porque, si bien no es suficiente, la lectura es condición necesaria para comprender la realidad y enfrentar sus desafíos.