El 7 de oro, el primer rey del fútbol
Un muchacho, hijo de un boxeador que le propinaba los más duros entrenamientos, se plantó un día para decir que quería dedicarse al deporte en el que golpeaban una pelota con los pies. Empezó así a construir uno de los mitos más respetables del fútbol, el del wing inoxidable, caballero inglés, héroe de guerra, de África y de la reina.
Por Manuel Montali | LVSJ
"No es la edad la que decide la habilidad de un jugador. Ese es un asunto que solamente se resuelve en la cancha".
No lo dijo un japonés, Kazuyoshi Miura, el Oliver Atom de carne y hueso, hoy con 53, al renovar por el Yokohama. Lo dijo el inglés Stanley Matthews cuando ya superaba largamente los cuarenta y le hacía frente a quienes le demandaban el retiro. Sir Stanley Matthews, el jugador de la reina, el primer balón de oro, el hombre que nunca fue amonestado ni expulsado hasta su retiro con medio siglo sobre las piernas.
Wing derecho, lo llamaban "El mago de la gambeta". Solía esperar casi frenado frente a la pelota a que llegara algún adversario, entonces balanceaba una pierna, metía algún quiebre de cintura y se escapaba más rápido que "El Negro Atila". Y la bocha lo seguía, obediente. Esa jugada la llamaban "The move". Hoy podrían decirle "la primera boba".
Había nacido un 1 de febrero de 1915. Era el tercero de cuatro hijos de un barbero-boxeador y la leyenda cuenta que, además de ayudar al padre y de alguna que otra changa como albañil, asimiló los rigores del entrenamiento desde muy pequeño (incluyendo horas de patear una pelota de tenis contra la pared y de jugar con cualquier cacharro que pudiera hacer de fútbol), rutina que acompañaba con dieta estricta. Sus compañeros se asombraban cuando, ya peinando canas (o peinando menos cabellos, para ser más justos), salía con el sol a trotar por la playa, para mantener la exigencia sobre sus piernas, sobre todo la derecha. Porque, es cierto, no le faltaron detractores. La prensa británica es quizá de las mejores exponentes del sensacionalismo, y de Matthews se decía que la pierna izquierda podía no tenerla, porque no sabía usarla. Y se decía que era individualista y algo peor: que desaparecía en los partidos importantes. Y que no tenía un solo título en su haber...
Stanley había debutado en el Stoke City a los 17 años, en 1932, después de unos años de inferiores y de bancarse tareas de utilería (el famoso aguatero o lustrabotas). Ya en la temporada 32-33 integró el plantel que logró el ascenso a primera división. Poco tiempo después, con veinte años, lo convocaban a la selección para un amistoso contra Gales, en el que hizo un gol. Obsesivo en los detalles, desde sus entrenamientos hasta sus hábitos de vida (una rareza para la época), este hombre que promocionaba cigarrillos pero nunca fumaba llegó a diseñarse su propio par de botines, más livianos que los comunes, siguiendo el ejemplo del fútbol brasilero.
Pero la carrera meteórica de Matthews por la banda derecha, con el 7 en la espalda, sufrió un parate entre 1939 y 1945, porque en esos años Inglaterra disputaba algo un poco más importante que la liga de fútbol. Matthews, como primer gran pergamino en su foja hacia el título de Sir, se sumó a la fuerza aérea británica, instalándose en lo que luego sería su segunda casa futbolística, Blackpool. Allí hacía sobre todo de preparador físico y cada tanto jugaba partidos con combinados tipo "all stars" para elevar la moral aliada en zonas bélicas. Terminada la guerra, volvió al Stoke en la temporada 46-47, pero luego de algunos altercados con su entrenador (seguramente sin levantar la voz), decidió mudarse otra vez a Blackpool, pero para disparar solo con su pierna derecha. El presidente le pidió dos años de buen nivel... y él le regaló algunos más.
Con este equipo disputó dos finales de FA Cup, una de las más prestigiosas en aquellos años. Y las perdió, para alegría de sus detractores, contra el Manchester United y el Newcastle.
Pero llegó 1953 (sexto año en Blackpool). Y otra final. Esta vez en Wembley contra el Bolton. Y el equipo de Matthews perdía 3-1 cuando el mago empezó a sacar gambetas de la galera, hasta dar vuelta el resultado. Ese partido se lo recuerda como la "Final de Matthews", y eso a pesar de que su tocayo Mortensen marcó tres de los cuatro goles del campeón. Ese día, 2 de mayo, Stanley bebió por única vez alcohol.
En 1956, la revista "France Football" entregó el primer balón de oro de la historia. Y fue para Matthews, con 41 años. Con ese envión, la Reina Isabel II le regaló otro título para su cuestionado palmarés, uno más difícil para un futbolista: el de Sir, Caballero del Imperio Británico.
Para finales de esa década fue perdiendo lugar en el Blackpool, y entonces llegó el momento de volver al primer amor, al Stoke, en el que se mantuvo activo hasta 1965, con el público reventando las tribunas para verlo tirar magia desde el córner derecho. Se retiró habiendo cumplido 50 años y sin que ningún defensor lo terminara de encontrar para pegarle o provocarlo. "Puede que sea una decisión algo precipitada", advirtió.
En su cena despedida, se dice que el mago hizo aparecer, debajo de los platos de algunos periodistas, los recortes de las notas que ellos habían escrito pronosticándole una carrera corta en años y larga en fracasos.
Por si le faltaban algunas anécdotas para agrandar su mito, después de probar fortuna como entrenador, donde no le fue del todo bien, se dedicó a promover el fútbol, el ejercicio y la vida sana en distintos países del mundo, especialmente en África. Fue coronado casi como un rey del fútbol en Ghana. En la Sudáfrica del apartheid de los años '70, fue el primer entrenador en llevar a un equipo integrado por todos muchachos de tez morena de Soweto rumbo a una gira por el exterior, hacia la meca del fútbol: Brasil. La Fifa lo reconoció como embajador de honor y en 1992 le otorgó una Medalla de Oro al Mérito.
Deportista ejemplar, longevo, correcto en el campo, veterano de guerra, balón de oro, Sir, superador de barreras racistas y promotor de la vida sana. Matthews, un auténtico caballero inglés, uno de los primeros íconos mundiales del fútbol, murió en el año 2000. Le faltó medio milagro para ser santo. Tratándose de él tal vez todavía está a tiempo.