Cuando lo esencial es invisibilizado
¿Qué pasa cuando un trabajador social se queda sin el contacto estrecho con el territorio? ¿Cuándo las personas de barrios vulnerables, usuarios de los servicios de salud mental, niños institucionalizados o abuelos no cuentan con el apoyo, la intervención de profesionales que se dedican específicamente a desarrollar estrategias para dignificarles la vida?
Por Manuel Ruiz / LVSJ
El aislamiento social, la cuarentena, la pandemia, sacudió muchos aspectos de nuestra vida diaria. Aspectos, que considerábamos normales, habituales, inmutables al menos, en el corto plazo. La crisis sanitaria, en parte, homogeneizó variables. Pero algunas de esas cotidianeidades no se pueden re configurar por Zoom o una videollamada de WhatsApp, algunas de esas variables no son, porque ya antes de marzo no lo eran, parte de la misma masa uniforme que pareció ser la sociedad durante los contextos de aislamiento o distanciamiento obligatorio y preventivo.
Algunas poblaciones, territorios, necesitan desde hace mucho tiempo a esta parte por situación de pobreza, contexto de violencia física y simbólica cotidiana, exclusión y olvido o padecimientos subjetivos la asistencia de otros que con las herramientas precisas puedan intervenir para brindarles mejor calidad de vida. Normalmente, cuando eso pasa, cuando ese otro tiene que intervenir en un contexto -social o individual- critico, tiene forma de trabajador social. Pero, ¿qué pasa cuando esas intervenciones, esas herramientas, esas estrategias, ese trabajo, ese profesional está invisibilizado o precarizado y no puede llegar a esos lugares donde debería estar? Una primera respuesta rápida es: se pierden derechos inalienables a la condición humana.
"Se hace muy difícil y somos conscientes de que el impacto social y subjetivo de todos los cambios que se vienen dando en este contexto, es incalculable y no siempre se hace visible de manera inmediata. Creo que nuestra profesión viene cumpliendo un rol fundamental, en un marco de trabajo interdisciplinario, aportando una escucha activa con una mirada integral de cada situación, buscando fortalecer redes existentes, asesorando, gestionando asistencias necesarias: desde alimentación, vestimenta, medicamentos, hasta el sostenimiento de acompañamientos terapéuticos. Sostener el "Quédate en casa" claramente no fue igual para todos, vivimos en una sociedad con desigualdades estructurales muy profundas y como trabajadores sociales a veces nos encontramos gestionando excepciones para garantizar derechos muy básicos", responde ante la consulta de cómo el contexto Covid 19 afecto a los trabajadores sociales de la ciudad y la región, Andrea Rossi, una de las delegadas de la Delegación San Francisco del Colegio de Profesionales en Servicio Social de la Provincia de Córdoba (Cpsspc) y que además de docente es Jefa de residentes de la Residencia Interdisciplinaria en Salud Mental del Hospital Iturraspe.
En esa mima línea la también delegada del Cpsspc y miembro de los equipos interdisciplinarios del Polo Integral de la Mujer y la Fundación Infantia, Astrid Clausen, explica "En mi caso la situación de pandemia y el aislamiento obligatorio vino a desafiarme permanentemente, a abrir nuevos interrogantes y demandas que empiezan a visibilizarse en este contexto. Claramente las dinámicas de trabajo y las formas debieron adaptarse a los nuevos contextos. La manera de pensar intervenciones cambiaron, en nuestra profesión siempre apostamos a un anclaje territorial, a construir redes y dispositivos territoriales que acompañen los procesos de cada de una de las personas con las que trabajamos; y esto es algo que se vio "en pausa" con el inicio del aislamiento, pasamos a pensar estrategias sin poder articular con dispensarios de atención a la salud primaria, Ongs , guarderías, y demás actores barriales, que son fundamentales en la construcción de la urdimbre social".
Los casos de Rossi y Clausen son similares, sin descontar las implicancias específicas y trascendentales de sus trabajo, en los casos de las también delegadas Corina Bosio en la Municipalidad de Colonia Vignaud, de Camila Zénere en la Residencia Infanto Juvenil y en la Clínica Privada de Psiquitría de nuestra ciudad y de Noelia Balari en Comunidad Terapéutica "Mariano Planells", la Asociación "Nazareth" y en Pami del Centro de Jubilados de Frontera: re adaptarse, buscar alternativas, chocar con la falta de conectividad, pedir permisos para poder intervenir, tener los territorios desbordados y desolados.
La narrativa de lo real no es tan amable
"Lo esencial es invisible a los ojos". Pero que pasa cuando ¿lo esencial es invisibilidad? El trabajo social es tan esencial como bastardeado. Y es una lógica que ha atravesado al sector históricamente. La precarización laboral, la multiplicidad de trabajos (lo pueden leer en las descripciones de cada una de las entrevistadas) y sobre todo no tomar al trabajo social como eje de articulación para la intervención, hacen que el trabajo social quede reducido al "salven a quien puedan", a la última instancia, a bomberos con una manguera hogareña ante un incendio de hectáreas y que en muchos casos lleva años prendido y quemando.
"La presencia del trabajo social es fundamental en este contexto de crisis sanitaria por que históricamente cada pandemia ha afectado a la humanidad de manera desigual, producto de la desigualdad social y económica. El trabajo social tiene los conocimientos, habilidades, herramientas para aportar una mirada integral a las necesidades y oportunidades que puede generar cualquier tipo de crisis sanitaria. El trabajo social tiene el conocimiento de indicadores sociales, culturales, económicos, en diversos planos (individual, familiar, comunitario) para leer las vulneraciones que afectan a cada situación en particular. El trabajo social teje redes entre las instituciones locales , entre referentes barriales, espacios de autogestión, entre vecinos para repensar estrategias de supervivencia de familias afectadas por la crisis económica que genera este tipo de crisis sanitaria", sostiene Bosio.
"En medio de tanta incertidumbre, miedos, ansiedad, tristeza, enojos que invaden a muchas personas, garantizar derechos es esencial. Además, en esto de entender que el virus nos afecta a todos, pero no a todos por igual, repensando la salud colectiva en términos integrales, podemos comprender que quién no tiene derechos básicos garantizados no puede cumplir con las medidas de cuidado propias que son, a la vez, cuidados colectivos, lo que es más que gráfico en la situación actual. Pensemos que hay familias sin trabajo y con escasos ingresos económicos estables, que aunque reciban alguna ayuda estatal no les es suficiente para subsistir dignamente, muchos trabajan en la construcción o en el trabajo doméstico, o del trabajo sexual, y han visto sumamente afectados su capital económico ya de por sí casi inexistente. Entonces ¿como compras los barbijos, el alcohol, la alimentación adecuada para mantenerte sano? ¿Cómo cumplís el imperativo del distanciamiento social en casas con hacinamiento? ¿Cómo te movilizas hasta el lugar en donde retiras la medicación o el gas si no tenés colectivos para movilizarte? Claramente las comunidades siempre desarrollan sus estrategias, creemos que se han duplicado los merenderos, copas de leche y ollas populares barriales. Entonces el trabajo social tiene esta combinación de lectura global de las situaciones y de capacidad de acción para crear u acompañar rápidamente estrategias de resolución ante los obstáculos para la satisfacción de necesidades tanto materiales como no materiales", plantea Rossi.
Un futuro presente
Desde el Cpsspc dicen que "va a continuar siendo necesario, como sucede habitualmente y más en momentos de crisis, acompañar procesos colectivos sin desconocer responsabilidades estatales. Hay reformas estructurales en el ámbito laboral, de salud, educación, habitat, justicia, que son de suma urgencia hace años para poder disminuir las brechas sociales, mejorando las posibilidades y capacidad de afrontamiento de las personas, frente a las dificultades cotidianas de la existencia.". Y que para ello el rol del trabajo social resulta no solo sustancial sino que necesario de ser tenido en cuenta "creemos que nuestra profesión debería comenzar a tener mayor participación no solo en la ejecución sino también en la planificación y evaluación de proyectos en los distintos niveles. Creo que aportamos una mirada integral de la vida cotidiana fundamental para el diseño de las políticas públicas. Si bien comenzamos a ocupar cargos de conducción en algunos espacios, en muchos los márgenes de acción que se permiten son escasos".
La crisis sanitaria vino para agravar otras crisis sociales endémicas de nuestro país. Y más allá de los esfuerzos individuales para aguantar o zafar de eses embates, el estado o las poblaciones mismas terminan acudiendo a los profesionales del trabajo social. Y eso pasa porque un trabajador social en el territorio es esencial, preventivo y obligatorio. Aunque lo ideal sería que sean esenciales, preventivos y obligatorios mucho antes de que el tejido social sea un conjunto de hilos que ve como los derechos se les deshilachan.